Álvaro Bermejo

Los papeles de Pickwick

ENTRE SALVAJES

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"ENTRE SALVAJES"

Álvaro Bermejo

 

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Aby Warburg con los indios Pueblo. Nuevo México, 1895.

 

"Ayer, antes del examen físico, atacó gravemente a la enfermera, saltó a una silla y cayó sobre ella, le sujetó el cuello y la boca, de modo que la enfermera no podía gritar. Esta habría perecido si no hubiera estado alguien más allí, pues el paciente posee una fuerza colosal. Durante la noche de ayer, horas y horas de escándalo."

Según los informes psiquiátricos, el paciente tenía una personalidad psicopática que presentaba ideas y conductas obsesivas. En 1918 se había desencadenado en él una aguda psicosis. Intentó asesinar a su familia y también suicidarse. A lo largo de su larga internación alternaba momentos de tranquilidad con accesos de furia descontrolada y delirante, acompañados de niveles extremos de violencia verbal y física. Sus alucinaciones eran extremadamente vívidas; escuchaba voces que, una y otra vez, se volvían contra él y su familia. Su esposa era repetidamente fusilada, y sus hijos ajusticiados para elaborar con sus cadáveres exquisitos manjares. La clínica era una hermética prisión que disponía de refinados dispositivos para eliminar personas. Médicos y enfermeras eran dueños de una hostilidad infinita, intentaban matarlo sirviéndole comida envenenada todo el tiempo. Su médico era el despiadado líder de una banda de forajidos que tenía espías por todos lados. En todo momento se trasladaba con tres maletines llenos de libros y apuntes. Sus momentos más lúcidos eran aquellos en los que hablaba de historia del arte. Según sus médicos, las perspectivas del paciente no eran nada optimistas.

El paciente no era otro que Aby Warburg, un hombre llamado a revolucionar la historiografía del arte desde perspectivas nunca antes experimentadas en la Europa de 1920. Nacido en Hamburgo treinta años antes, en el seno de una familia de banqueros judíos, renunció hacerse cargo de la fortuna familiar y se dedicó a recorrer el mundo mientras estudiaba filosofía, historia y religiones primitivas en las primeras universidades de Europa. Pronto despertó en él una visión singular, no necesariamente surgida de sus pulsiones psicopáticas: bajo el pensamiento racional, cuyo exponente sería el arte del Renacimiento, latía un sustrato de pensamiento mágico, de carácter convulso y dionisíaco profundamente enraizado en nuestra memoria colectiva.

 

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Warburg con un tocado ritual de los indios Hopi. 1895

 

Para entonces ya había viajado a los EE.UU, no precisamente para visitar la Biblioteca del Congreso o el Metropolitan. Su destino eran los desiertos de Arizona y Nuevo México, donde convivió más de seis meses con los indios Hopi, los Pueblo y los Navajo. A su regreso comenzó a organizar la Biblioteca Warburg, un formidable reservorio global de la memoria colectiva plasmada en imágenes. Fue entonces cuando sufrió sus primeras crisis psicóticas. Su internamiento en la clínica neurológica del doctor Ludwig Binswanger, en Kreuzlingen, Suiza,  abrió un paréntesis trágico tanto en su proyecto como en su biografía. 

Nadie supo advertir que se trataba de la crisis previa a un nuevo renacimiento.

 

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Retrato de Aby Warbug. Hamburgo. 1923

 

Si Warburg se inspiró en Nietzsche, su legado iluminaría la obra de pensadores trascendentales para entender las conexiones entre Arte, Antropología y Psiquiatría, como Ernst Gombrich, Erwin Panofsky o el mismo Walter Benjamin. Pero entonces nuestro hombre solo era un "alienado" más, prácticamente un incurable.

Para el doctor Binswanger el diagnóstico era esquizofrenia, una patología crónica que, más allá de alguna que otra mejoría transitoria, jamás le permitiría al paciente arribar a un restablecimiento completo. Todo parecía indicar que Warburg, gran lector del Dante, estaba destinado a vivir el resto de sus días en su propio infierno.

 

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El Infierno del Dante según Botticelli

 

Sin embargo, cuando en 1923 el psiquiatra Emil Kraepelin lo examinó a petición de la familia, se produjo un cambio esperanzador. Su diagnóstico fue diferente al de Binswanger: estado mixto maníaco depresivo, con pronóstico favorable. Su prescripción fue reposo en la cama y administración de opio en dosis paulatinamente decrecientes por algunos meses. Más tarde rediseñó la rutina diaria del paciente, estableciendo un minucioso régimen de actividades que Warburg debía cumplir de un modo estricto. Dado que Kraepelin basaba su diagnóstico y sus tratamientos en concepciones clínicas propias, Binswanger no compartió en un principio su opinión. "Kraepelin - escribiría Binswanger a un colega - denomina neurosis obsesiva a aquello que yo he destacado como constitución esquizoide".

El doctor Hans Berger, que había tratado a Warburg en Jena, fue más contundente. En una carta a Binswanger afirmaba que no podían "echarse casos como éste a la enorme olla del síndrome maníaco-depresivo". A pesar de todo Kraepelin siguió visitando a su paciente y no solo eso: junto con la terapia de opio, le estimulaba a seguir escribiendo todo aquello que pasara por su cabeza.

 

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Rituales chamánicos de los indios Hopi. Arizona (EE.UU) 1895

 

Había descubierto algo esencial: aquel caso perdido, aquel loco  incurable, tenía mucho que contar. Precisamente, porque comenzaba a recordar.

Fue en ese tiempo cuando Warburg comenzó a preparar, junto a su colaborador Fritz Saxl, una conferencia acerca del Ritual de las Serpientes de los pueblos indígenas americanos que había visitado entre 1895 y 1896. La terminó en poco tiempo, y en abril de 1923 la expuso, con abundancia de datos y fotografías, durante una hora y cuarenta y cinco minutos en una sala rebosante de invitados.

 

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Chamán de las Serpientes fotografiado por Warburg, 1896

 

Aquellas imágenes nunca vistas -el Chamán Hopi del Culto a la Serpiente, con un enorme crótalo sobre sus hombros y su boca en la suya, las danzas rituales con serpientes, las inhumaciones, las invocaciones-, conmocionaron a su audiencia.  

¿Tenían algo en común las serpientes de los indios Hopi y los Navajo con la Kundalini de los orientales, con la temible pitón que daba nombre a las pitonisas griegas, con los misterios órficos, con la taimada serpiente del Génesis?

El inconsciente colectivo apenas comenzaba a despertar. Pero, a medida que lo verbalizaba, Warburg comenzó a mejorar sensiblemente.

 

Hacia fines de ese mismo año su historia clínica lo muestra avanzando en sus investigaciones sobre arte renacentista, pidiendo a Saxl más información y más libros. Poco después, Warburg recibía la visita de Ernst Cassirer, el gran pionero de la Filosofía de las formas simbólicas  quien, en una animada y extensa charla coincidió con todas las hipótesis de su trabajo. El entusiasmo por su encuentro con Cassirer, quien tiempo después le dedicó su Individuo y cosmos en la Filosofía del Renacimiento, fue equiparable al del día de la conferencia sobre los indígenas americanos. Pero su mente, en adelante, parecía operar en otra dimensión.

 

En vísperas de su alta médica fue trasladado a una villa. Durante los primeros días se sentía completamente perdido. Para orientarse dejaba libros y pinturas en distintos lugares de la casa. Dado de alta en 1924, Warburg se abocó con pasión a la tarea de remodelación y ampliación del Instituto de investigaciones en Hamburgo, basado en su biblioteca de sesenta mil volúmenes que, tras su muerte, en 1929, Saxl, trasladaría a su actual sede en la Woburn Square de Londres.

 

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Izquierda: primera ubicación del Insituto Warburg en Hamburgo.

Derecha: ubicación actual en Londres.

 

 

Dentro de ella, todo operaba como en un capítulo perdido de Alicia en el País de las Maravillas. Por dar un ejemplo, el estudioso que utilizaba el ascensor no pulsaba en el panel un piso numérico. A la manera del índice de un libro, pulsaba "Renacimiento", "Barroco" o "Edad Media", según sus necesidades académicas, y así sucesivamente.

Cuesta imaginar que aquel juego, aparentemente demencial, estaba sentando las bases de una nueva concepción de las relaciones entre Imagen y Pensamiento, entre Arte y Sanación, entre Mente y Memoria, entre Hombre y Cosmos.

 

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Cabeza de Mnemosyne. Museo Arqueológico de Atenas

 

Memoria es una palabra clave en esta aproximación, pues, el año en que se inauguró su Instituto -1926-, Warburg concebía su más ambicioso proyecto: Mnemosyne, un monumental atlas iconográfico destinado a reunir largas series de formas artísticas de las más diversas procedencias, realizadas en distintas épocas históricas y capaces de traer al presente el recuerdo de experiencias del más remoto pasado. El gran salón oval del Instituto fue especialmente diseñado para poder levantar los paneles en donde exponer estas series. Se trataba, ni más ni menos, de ir en busca de la memoria de la cultura occidental a través de las raíces de sus representaciones artísticas.

 

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Instituto Warburg. Paneles del Atlas Mnemosyne.

 

En este grandioso proyecto ocupaban un lugar especial la magia y la ciencia. Warburg sostenía que la magia había permitido a las sociedades primitivas conjurar su profundo miedo a las fuerzas hostiles de la naturaleza. Fundamental en el proceso de separación del hombre de la naturaleza, la magia sentaba las bases culturales que hacían posible el futuro desarrollo del pensamiento racional y del conocimiento científico.

Si esto hoy puede parecernos evidente, Warburg avanzó una conjetura tan inaudita como inquietante. El proceso planteado en su tesis no era necesariamente lineal ni progresivo, podía revertirse: de la ciencia se podía volver a la magia e incluso al caos y los miedos atávicos de las primeras etapas de la humanidad.

 

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Paneles del Atlas Mnemosyne. Instituto Warburg.

 

En un texto autobiográfico de 1922 Warburg describía algunas de las consecuencias del tifus que había contraído siendo un niño. "De ese tiempo - afirmaba - procede el miedo que provocaron los desproporcionados e inconexos recuerdos visuales o excitaciones sensoriales de los órganos olfativos y auditivos, la angustia que provocaba el caos, el intento de poner orden intelectualmente en este caos". El pánico que le tenía a los exámenes escolares durante su adolescencia "reforzó de modo tan rotundo la tendencia a la fantasía fóbica que fue precisamente ella la que mejor amarró allí la cadena de mis miedos y, al mismo tiempo, vio en la ciencia un recurso liberador".

Tanto es así que durante su internamiento psiquiátrico Warburg escribió a su esposa y a su hermano Max una carta en la que sostenía que la tarea científica había sido "el único recurso terapéutico" que había conquistado en los últimos tres años.

El trabajo intelectual acabó por constituirse en una terapia paralela que  lo alejaba de la espiral de delirios y fobias en las que se hallaba sumergido el resto de su tiempo. "Para mí -volvería a escribir a su hermano- el ocuparme de mi investigación es un claro síntoma de que mi naturaleza quiere salir por sí sola de este pantano".

 

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Aby Warburg entre los Navajo. EE.UU, 1896

 

Nos encontramos ante un pensador que hace de sí mismo la materia de su ciencia, pero también con un psicoanalista que desafía la ciencia médica convencional de su tiempo, hasta el extremo de interpretar los rituales de los indios Hopi como psicodramas terapéuticos. Tal vez los viejos cultos mistéricos, como el gran teatro griego en sus orígenes, tenían algo de eso. Tal vez el arte no era sino una extensión "civilizada" de pulsiones salvajes ancestrales conducentes a una catarsis liberadora. Afirmar esto después de Picasso y su culto al arte africano -raíz del cubismo-, no tiene nada de novedoso. En 1926 solo había dos pensadores que se atrevían a sugerirlo: Sigmund Freud y Carl Gustav Jung. Por increíble que parezca, Warburg no se relacionó con ninguno de los dos. Había vivido tres años dentro de una camisa de fuerza. La ciencia oficial, incluso el naciente psicoanálisis, lo consideraba un apestado. Solo en el joven historiador Fritz Saxl, quien se convertiría en su más estrecho colaborador, Warburg encontró el apoyo y la comprensión necesarios para seguir adelante.

En sus Notas de Kreuzlingen, Saxl nos cuenta cómo, durante sus visitas al sanatorio, debía "pelear contra los médicos mi antigua batalla por el reconocimiento de Warburg como científico". Y quizás esa pelea fuera necesaria para que su maestro tuviera "el estímulo de mostrar lo que vale. Y esto sería un camino a la sanación".

Hacia 1923, en una carta dirigida a los directores de la clínica, Warburg agradecía profundamente a médicos y enfermeras la buena marcha de su tratamiento. Pero también señalaba su desacuerdo en un punto: "En una conversación el doctor Binswanger dejó caer ante mí una observación del tipo: "Sí, está muy bien que usted realice su trabajo científico, pero primero ¡cúrese!. Esta clase de concepción me resulta incomprensible y resalto, frente a esto, que yo, desde que estuvo aquí el profesor Cassirer, tengo motivos personales para defender otra opinión. Pues también en esa oportunidad se demostró que mis intentos, continuados por mi parte con energía y bajo grandes dificultades, a pesar de los deplorables instrumentos que aquí tengo a mi disposición, llevaron sin embargo a resultados que permitieron la unión de mis observaciones aisladas sobre psicología del arte, registradas desde hace años, con el material de historia de la cultura que he ido viendo en el curso de mi vida, y quizás no sea exagerado decir que podría bosquejar un nuevo método de comprensión de la historia desde el punto de vista de la psicología de la cultura".

 

Para Warburg no se trataba de curarse para poder hacer ciencia, sino a la inversa. La curación llegaría, en buena medida, gracias a su actividad científica.

 

       

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El doctor Ludwig Binswanger y Yee Nadlooshi, el Hombre Medicina de los Hopi.

 

En la misma carta Warburg consideraba que su conferencia sobre los rituales de los indígenas norteamericanos había sido "un punto de inflexión", un acontecimiento en el que fechaba el comienzo de su "renacimiento". Pero también "un descenso a los infiernos". "Pude morir allá, y lo sabía. Pero también sabía que ese infierno formaba parte de mi terapia, pues sería el primer paso hacia mi sanación". El arte como terapia, el hombre como médico de sí mismo. ¿Quién es el doctor? ¿Quién el paciente?

En el umbral de una Europa al borde del Holocausto, Warburg había descubierto en el estudio de los símbolos de una cultura "primitiva" los cauces de una catarsis tanto individual como colectiva fundada sobre el análisis de la Memoria.

 Sea por la magia, la ciencia o por su propios recursos psíquicos, el camino hacia el restablecimiento de su salud mental, conjurado por sus amigos, los chamanes de Nuevo México, se había cruzado con el que lo conducía a Mnemosyne.

 

Como en una novela de trama trepidante que tuviera como escenario las convulsiones previas a la II Guerra Mundial, en la Alemania de 1927 un visionario doblemente estigmatizado, por su condición de judío y por su diagnóstico paranoide, se aplicó a compilar un ingente archivo de imágenes, por miles de millares, sin apenas textos explicativos, mediante el cual pretendía narrar la historia de la memoria de la civilización europea desde sus raíces primigenias. "No somos tan diferentes a los indios Hopi", parecía decir en cada uno de los paneles que componían su monumental libro abierto, "tal vez incluso podemos llegar a ser mucho peores".

 

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Hitler acabó por darle la razón, pero para entonces esa colosal biblioteca de la Memoria -el Atlas Mnemosyne-, había conseguido ser preservada tras una no menos novelesca travesía desde el puerto de Hamburgo hasta Londres. La Guerra arrasó con todo lo que tenía de racional la Europa de los años '30, pero Mnemosyne se había salvado.

 

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Júpiter y Mnemosyne. Escuela Veneciana, 1754.

Szépmûvészeti Múzeum, Budapest

 

No en vano, entre los griegos, esta oscura titánide encarnaba la personificación de la Memoria. Pero no de cualquier manera. Tras unirse con Zeus durante nueve noches, dio a luz a las nueve musas del panteón olímpico. Inspiración y respiración, terapias de creatividad frente a la psicosis y la paranoia. O Eros frente a Thánatos, una vez más con la Mnemosyne de Aby Warbug abriendo las puertas del misterio.  Porque Mnemosyne era también el nombre de un río del Hades, opuesto al Leteo. Según Platón, las almas de los muertos bebían las aguas de este último para no recordar sus vidas anteriores cuando se reencarnaban. Sólo los iniciados eran invitados a beber las del Mnemosyme cuando morían, de modo que pudieran recordar cuanto habían aprendido tras su iniciación en los misterios.  A través del suyo, en las antípodas de la medicina convencional de su tiempo, Aby Warburg concibió una terapia inaudita que sigue siendo avanzada cien años después,  entre los salvajes.

 

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Hombre Pájaro. Emblema de la Memoria.

Pueblo Navajo. EE.UU. 1896

Foto de Aby Warburg

 

 

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BYRON, EL MALDITO

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"BYRON, EL MALDITO"

Álvaro  Bermejo

 

Hace unos años, Frederic Prokosch publicó una novela extraordinaria, "El Manuscrito de Missolonghi", donde reconstruía un diario apócrifo acerca de la tormentosa vida y amores de Lord Byron. Entonces, cómo no, se le tachó de excesivamente fantasioso. El exilio veneciano del poeta no podía dar para tanto. A decir verdad, dio para mucho más. Viene a corroborarlo otro libro, "Débil es la carne", de lectura obligada, no sólo entre el selecto club de los byronianos, sino en beneficio de todos aquellos que necesiten perentoriamente una sonrisa, para convencerse de que, en realidad, es la naturaleza la que imita al arte.

De hecho, esta selección de su epistolario inédito, revela un autorretrato del propio Byron que excede la comparación incluso con sus más exagerados personajes. Tras publicar sus "Peregrinaciones de Childe Harold", sabemos que abandonó Inglaterra en el apogeo de su fama literaria y personal,  también acuciado por deudas ingentes y perseguido por incontables escándalos sexuales. Pero en cuanto desembarcó en Venecia, hizo su exilio  un ejercicio ininterrumpido de disipación, como si se hubiese propuesto encarnar el papel de maldito que el mundo le había atribuido. Lo sorprendente, sin embargo, no es tanto su perfil de seductor ya entonces legendario, sino su manera de llevarlo hasta la hipérbole con un sentido del humor digno del mismo Casanova. Es cierto que ya en su "Don Juan", demuestra una capacidad para la sátira heroica que hace de ésta una de las obras más divertidas de la literatura universal. Aquí Byron se divierte llevando su propia imagen hasta la parodia, y descubriendo el efecto que produce en los demás esa representación que en ocasiones, hibrida lo macabro con lo sarcástico.

 

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Por ejemplo, después de remitir unas cuantas cartas a su secretario pormenorizándole un censo de conquistas equivalente al del Tenorio ante Leporello,  no vacila en remitirle otra, haciéndose pasar por su criado, para darle cuenta de la muerte de su señor: "Byron murió después de un rápido deterioro y fiebre lenta, causada por la ansiedad, los baños de sol, y las mujeres". Y tras el autodiagnóstico, añade: "Aunque sobrellevó su agonía con paciencia, maldijo dos veces a sus amigos, en particular a usted. Y aunque ya han sido tomadas disposiciones para el sustento de sus nueve concubinas, todavía quedan las referentes a mi persona". Era su manera, más que burlesca, de pedirle más dinero. Porque, a decir verdad, el dinero le importaba sobremanera al gran poeta romántico: "Lo que yo gano con el cerebro, me lo gasto con los c..., y seguiré haciéndolo mientras me quede un penique o un testículo. No viviré mucho, y por esta razón he de vivir mientras pueda. Es más, si hubiera tenido una renta de veinte mil libras, a estas alturas ya no estaría vivo. Pero no lo olvidéis: no me interesa nada, salvo el dinero".

 

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Desde luego, bien pocos creadores contemporáneos se atreverían a denigrarse  hasta este extremo. Pero para lord Byron, reírse de sí mismo suponía una condición inexcusable antes de pasar a reírse de los demás. Y así nos relata uno de sus más aventurados encuentros galantes: el que vivió cuando ya mantenía relaciones con la joven esposa de un provecto "Mercader de Venecia", al verse sorprendido, estando solo en casa de éste, por su cuñada. La cuñada, por descontado, no vacila en arrojarse a los brazos del seductor, pero en eso irrumpe la esposa adúltera del mercader y amante legítima de Byron. Y bueno, digamos que el idilio se transfigura: "Después de hacernos una cortés reverencia y sin proferir una palabra, Marianna agarró a la susodicha por los pelos, y le propinó unos dieciséis bofetones que te habrían hecho daño en las orejas con sólo oír el eco".  Pues bien, huida la primera,  la segunda se desmaya, y justo entonces, aparece el marido burlado, súbito testigo de todo el aparato de la confusión. "No te alarmes -tranquiliza Byron a su corresponsal-, los celos ya no están de moda en Venecia".  Así entendemos mejor el estado de costumbres que pasa a describir: "Aquí se considera virtuosa a la mujer que se limita a un marido y un amante, la que tiene más de tres ya es un poco alocada, y sólo faltan al decoro conyugal las que son indiscriminadamente difusas y establecen relaciones de bajo rango, como la Princesa de Gales con su Recaredo".

Haciendo abstracción de lo contemporáneo de esta cita, lo cierto es que el quinto barón de Byron no tuvo ningún escrúpulo en pernoctar tanto en palacios como en burdeles, sólo guiado por los imperativos del "Carpe Diem": "Yo no me canso de una mujer por mi propia inclinación, sino porque ellas suelen ser de natural aburridas".

 

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Pero, antes de que le venciera el tedio, ¿qué era lo que buscaba Byron en sus amantes? Tanto para él como para el Don Juan ficticio o el Casanova real, la mujer encarna una doble puerta, hacia la transgresión por el pecado, pero también hacia la redención por el amor. Y fue precisamente siguiendo a una mujer veneciana cuando experimentó en carne propia esa secreta simetría entre Eros y Thánatos.

Se llamaba Teresa Guiccioli, compatibilizaba su título de condesa con sus conspiraciones, y al ser desterrada por los austriacos, la siguió a bordo de un yate, el suyo, bautizado con un nombre nada casual: "Simón Bolívar".  No en vano y para corrección de maledicentes, ese mismo lord Byron que escribió "sólo me importa el dinero", invirtió todo su capital, nada menos que en la recluta de un regimiento, para sumarse a la liberación de Grecia. Y es que, tanto como la idealización que proyectaba en las mujeres, le movían todas las causas donde estuviera en juego la libertad. Ya en su viaje a nuestro país, en plena Guerra de la Independencia,  no vaciló en alinearse con los partisanos, mientras escribía aforismos como éste: "En España todos son nobles, menos la nobleza". De habérselo consentido la Parca, es posible que hubiese prolongado su viaje hasta encontrarse con ese Simón Bolívar que, como él, murió lamentando haber arado en el mar.

 

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Byron en Missolonghi

 

  Missolonghi fue su último destino, allá murió devorado por esas fiebres que se vaticinó, cuando se hizo pasar por su criado.  Pero si él llevó su sentido del humor hasta lo macabro, cuando su cadáver precariamente embalsamado llegó a Inglaterra,  pese a su prestigio, que ya entonces era el del primer escritor de Europa, el deán de Westminster no supo estar a su altura y le negó el privilegio de ser enterrado en el célebre "Rincón de los Poetas". No sólo por impío o por libertino, todavía más, sin duda,  por liberal.

 

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Lord Byron on his deathbed, by Joseph-Denis Odevaere c. 1826.

 

Es bien posible que Byron siga riéndose de esa ridícula venganza, tal vez, contemplando desde Rialto el paso de una góndola  sobre la que navegan un Romeo decrépito y una Julieta menopáusica. Ciertamente, la Venecia de los malditos ha sido suplantada por la de los turistas. "Ya sólo nos queda el pasado" -concluyó Casanova-. Pero qué gran pasado si el pecador impecable que nos lo cuenta, sabe hacer de su propia biografía una bendita comedia del arte.

 

 

 

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ROSETTA

Rosetta 

"ROSETTA"

Álvaro Bermejo

 

Con la salvedad del "encuentro cósmico" Zapatero-Obama, hace un par de semanas, y por primera vez desde el lanzamiento del Sputnik, una sonda espacial consiguió posarse sobre la superficie de un cometa. Para consumar esta cita galante Rosetta ha necesitado diez años de viaje y un delicado ballet previo al acoplamiento final sobre el helado tálamo de 67P/Churyumov.

Hoy el sistema solar alberga una nueva pareja de hecho, una quimera integrada por un viejo testigo del Big-Bang y un artefacto concebido por la más avanzada tecnología humana. ¿Surgirá asimismo una nueva mitogénesis susceptible de revocar las complicadas relaciones entre la humanidad y los cometas?

 

Rosetta1 

 

Desde la noche de los tiempos se imputa a estos cuerpos celestes como anunciadores de desastres y maravillas. La muerte de César y el nacimiento de Cristo, la prefiguración de guerras y diluvios apocalípticos, y hasta la extinción de los dinosaurios, se vienen atribuyendo a estos astros errantes formados al mismo tiempo que el Sol. Quedaba por demostrar si fue uno de ellos quien aportó a la Tierra buena parte del agua de los océanos, así como las moléculas orgánicas necesarias para la emergencia de la vida.

Rosetta y su pequeño robot, Philae, cuentan con menos de un año para revertir la escritura del Génesis. En agosto de 2015 el cometa 67P pasará muy cerca del sol y es posible que de  nuestra dama no quede más que polvo de estrellas.

 

Rosetta2 

 

Para entonces habremos averiguado mucho sobre la formación del sistema solar y sobre el origen de la vida en nuestro planeta. Pero, hoy mismo y en virtud de esta gesta galáctica, hemos comenzado a vislumbrar la cara oculta de Europa.

Sin la mediación de rusos o americanos, millares de científicos del viejo continente se han concertado en una proeza tecnológica excepcional, tanto por su longitud como por la distancia recorrida hasta los confines del espacio.

 

 Rosetta3

 

Todo esto ha surgido de una comunidad de naciones carente de proyectos y aun de identidad, en plena recesión económica y defenestrada del liderazgo mundial. Se diría que, pese a todo ello, Rosetta nos ha descubierto algo no menos relevante que la composición del cosmos, y esto es todo aquello que puede poner en pie una presunta Europa en decadencia.

Tal vez, vistos desde allá arriba, no estamos tan muertos como temíamos. Tal vez, desde allá arriba, hasta podamos extraer alguna lección política que nos toca muy de cerca. Puede que las raíces sean muy importantes, pero progresamos más, unidos, mirando hacia las estrellas.

 

 

 

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LIBROFOBIA

 

Sarkozy

"LIBROFOBIA"

Álvaro Bermejo

 

El regreso del ex presidente Nicolás Sarkozy a la conquista de la UMP comenzó a interesarme cuando lo vi en la portada de Paris Match con un par de novelas bajo el brazo. Hasta entonces, tanto aquí como allá, literatura y políticos parecían cifrar un oxímoron imbatible. De repente me encontraba ante uno muy señalado que, en páginas interiores, se confesaba rendido admirador de Sartre y Dumas, hasta el punto de compararse con aquel Napoleón que, la víspera de Austerlitz epataba a la tropa citando a Corneille, Sófocles y  Voltaire.

Al otro lado de los Pirineos la comparación movió a la parodia nacional. Aquí ni nos planteamos la posibilidad de que un prócer intente significarse por sus excesos literarios: sabemos que los nuestros rozan el analfabetismo funcional, aunque eso no les impide publicar, una vez que se apean del poder, sus puntuales libros de memorias firmados con su nombre, pero rara vez escritos por ellos.

 

 Rajoy

 

Slavoj Zizek habla de la doble desafección ciudadana, hacia los libros y hacia la política. Queda por explicar la desafección mutua entre políticos y libros, salvo cuando hablamos de libros de cuentas.

De aquellos tiempos en que se nos decía que un libro ayuda a triunfar hemos pasado a su antítesis posmoderna. La literatura ha dejado de ser un signo de status, rara vez encontraremos a un triunfador en el cementerio de los libros olvidados.

En el lejano siglo XX los líderes europeos se señalaban por sus lecturas. El hoy presidente de la república italiana, Giorgio Napolitano, citaba los libros que habían cambiado su vida, entre los que incluía El Quijote. Mitterrand nunca salía de casa sin leer algo de Malraux, Helmut Khol no ocultaba su debilidad por Mann, y hasta Mijail Gorbachov se atrevió a manifestar en público que estaba leyendo a un poeta escocés como Kenneth White.

Aunque el libro haya dejado de ser un objeto de prestigio, no es difícil establecer una cierta relación entre el desprestigio de nuestra clase política y su librofobia manifiesta. ¿Carecen de cultura porque carecen de liderazgo, o es a la inversa?

 

 Bush

 

Bertrand Russell dijo una vez que la cultura es lo que permanece en un hombre cuando lo ha olvidado todo. Daba por cierta una obviedad harto dudosa en nuestros días: para olvidar primero hay que leer. Un buen relato incluye una lectura del mundo. Quienes dirigen el nuestro siquiera saben ya leer la realidad, y, sin embargo, consiguen vivir en la más perfecta de las ficciones. Qué gran novela la suya. Aunque sea en formato twitter.

 

Chiste 

 

 

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HOUELLEBECQ

Houellebecq

"HOUELLEBECQ"

Álvaro Bermejo

 

 

La inminencia de Halloween sirve un buen pretexto para hablar de Michel Houellebecq. El gran fenómeno de las letras francesas después de Sartre, el escritor más relevante del siglo XXI, según el Times Literary Supplement, asalta la actualidad con dos  películas acerca de sí mismo.  Tal como sucede en la novela que le valió el Goncourt,  El Mapa y el Territorio, Houellebecq se desdobla en su biografía y en su personaje, presentándose como un espejo roto, cruel a veces,  otras hilarante, donde refleja en dos lecturas, a cada cual más corrosiva,  la espléndida  decadencia de nuestro tiempo.

 

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Si en el filme recién estrenado, El secuestro de Michel Houellebecq, se interpreta a sí mismo jugando con el terremoto mediático que siguió a su desaparición tras ganar el Goncourt -¿la había secuestrado Al Qaeda por declarar que el Islam es 'una religión imbécil'?-, en el que se estrenará este otoño -NED, Near Death Experience-, salta de la farsa autobiográfica al psicodrama para contarnos la fuga de un insignificante empleado que decide romper con todo y desaparecer.

Uno y otro no dejan de recordarnos a ese oscuro pasante de la Asamblea Nacional que se dio a conocer llorando borracho en un festival de poesía provincial. Desde entonces, al paso de libros como Las Partículas Elementales, Houellebecq no ha dejado de construirse un perfil de escritor autodestructivo perfectamente compatible con tiradas que superan los 400.000 ejemplares, con traducciones a más de cuarenta lenguas y con un caché editorial estimado en dos millones de euros.

 

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Nada de todo eso parece descomponer la excentricidad de este  provocador venerado como una estrella del rock, también parodiado hasta la náusea, que atempera su desesperación con una ironía suicida. Desde su imagen cadavérica de existencialista terminal, Houellebecq se ríe de sí mismo tanto como de nosotros, partículas elementales de un mundo abocado a la muerte de la autenticidad, donde el dinero rey mata todo lo que toca.

"Mi vida se pudre", declara mientras mordisquea con desgana una bandeja de embutidos industriales, "esto es el final". Un final tan irremediablemente cómico como postapocalíptico.

La hoguera de las vanidades ha derivado en un burlesque global. El  mapa vale más que el territorio y la vida menos que sus simulacros. El secuestro de Houellebecq parodia el sinsentido contemporáneo. Nada más estimulante que un buen narrador depresivo cuya lucidez nos recuerda, en lo mejor de la fiesta, que no habrá una segunda oportunidad.

 

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Álvaro Bermejo

 

 

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Frutas y letras

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"FRUTAS Y LETRAS"

Álvaro Bermejo

 

 

Durante la reciente crisis de las hortalizas provocada por el veto ruso en respuesta a las sanciones de la UE, la ministra del ramo no tardó en acudir a Bruselas en busca de las ayudas recurrentes. Esta vez, sin embargo, acompañó sus gestiones con unas palabras para la historia: "el problema se resolvería si los españoles comiésemos un poco más de fruta". 

Tal vez porque estaba leyendo un libro en ese momento, quizá más porque acababan de publicarse los datos sobre la acelerada caída de los índices de lectura en nuestro país -las editoriales hablan de pérdidas que alcanzan el 40%-, sus palabras me produjeron un  inquietante efecto blow up.

Más allá de la apocalíptica gestión del PP en todo lo que rime con la palabra Cultura, sabemos que nuestro país encabeza dos rankings paralelos: el del desinterés hacia el mundo del libro y el de la piratería electrónica, amparada por una legislación sencillamente escandalosa. Pese a ello, las editoriales españolas  siguen aportando un tercio del PIB de nuestras industrias culturales que, en su conjunto, se eleva hasta el 4% de la riqueza del país. La situación de desamparo institucional roza lo dramático. No obstante, hasta donde me alcanza la memoria no recuerdo un solo momento  glorioso del presidente Rajoy -tampoco de Zapatero-, en que se le ocurriera recomendar a los españoles que comieran más fruta… en forma de libros.

La parsimonia gubernativa, el ominoso laissez faire frente a una debacle anunciada, tiene mucho que ver con las élites políticas y empresariales de este país, cuyos hábitos públicos revelan un alto grado de analfabetismo. 

 

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En sus intervenciones públicas rara vez citan un libro o invitan a la lectura. Estamos ante un efecto perverso de desvalorización de la letra impresa, carente de estrategias que fomenten la lectura, que defiendan la industria cultural y que la contemplen como algo diferente a cualquier otro objeto de mercado.

Hoy en día el canal privilegiado para obtener información ya no son los medios impresos, sino los soportes electrónicos. Llevando el argumento hasta lo irónico, podríamos afirmar que la popularización de la informática ha producido la aristocratización del libro, poco menos que como un lujo intelectual. Pero esa lujuria inversa, tan poco compatible con la dieta mediterránea, no genera otra cosa que penuria a todas las escalas.

Bien dijo el filósofo que no solo de nectarinas vine el hombre. Lástima que en el Ministerio de Cultura solo se lean las etiquetas del melonar nacional.

 

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El apocalipsis tántrico de William Blake 2

 

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EL APOCALIPSIS TÁNTRICO DE WILLIAM BLAKE /2 

Álvaro Bermejo

 

 

En tiempos de siembra aprende, en tiempos de cosecha enseña 
                  y en el invierno goza.
La senda del exceso lleva al palacio de la sabiduría.
Quien desea y no actúa engendra la plaga.
El necio no ve el mismo árbol que ve el sabio.
Aquel cuyo rostro no irradia luz nunca será estrella.

Proverbios del Infierno, 1792

 

 

 

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Casa de W.Blake, en el Strand londinense

 

 

LAS BODAS DEL CIELO Y EL INFIERNO

 

El Poeta, como el Brahmán,  se presenta como un intermediario entre los dioses y los hombres. Así como su palabra, su arte implica un desafío a las convenciones de su tiempo. Al postular la superioridad de la intuición sobre la razón, Blake consideraba que las formas perfectas solo  pueden reproducirse desde su visión interior, y no de la observación de la naturaleza. Ante la mirada del visionario, sin embargo, los sucesos más triviales encerraban  un sentido mágico y trascendental. Su casa, su calle, su ciudad, se integraban en una topografía sagrada. Cuando dibujaba o grababa sus maravillosas escenas míticas, su técnica, sus materiales, sus colores, estaban cargados de una significación esotérica. "Los mensajes más oscuros son emisarios de la verdadera realidad", declaraba aquel para quien el Infierno se manifestaba como la luz misma.

 

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La paradoja blakeana apunta al postulado de la coincidentia oppositorum  que enseña la tradición hermética. Según esta, la Edad de Oro que inaugura nuestro ciclo cósmico encuentra en nuestra época, fase terminal de ese ciclo, su propio reflejo invertido. Nuestras instituciones, nuestros valores y sus representaciones, no son más que una parodia invertida del mundo primordial. Según Blake, en este mundo al revés el hombre ha perdido el norte y se ve condenado a caminar,  a semejanza de los habitantes del Reino de los Muertos en el Antiguo Egipto, sobre el techo de su caverna, cabeza abajo. Se imagina vivo no siendo otra cosa que un cadáver, mientras lo que cree venir de lo alto es un mensaje de los infiernos. El paso de la Muerte a la Vida no podrá efectuarse más que a través de una segunda inversión del orden de las cosas que restablecerá, por su identidad con el orden primordial, una nueva Edad de Oro.

Tantra, Ayurveda y Alquimia tienen su origen en una filosofía que conceptualiza al Universo en términos sexuales como una creación de Shiva y Shakti.  Blake no contempla otra cosa cuando habla de las Bodas del Cielo y el Infierno por medio de su lenguaje de arquetipos. La imagen original del mundo sería esa Jerusalén Mística ocultada por la luz negra de Urizen,  mientras que el Hombre Nuevo encuentra la suya en el primer Adán, el Adam-Kadmon andrógino, raíz del Genio Poético. Reintegrarlo a su estado de pureza original equivaldría a fusionar el efecto con la causa, abrir un nuevo ciclo, precipitar el Fin de los Tiempos donde se reabsorberán las cuatro edades de la humanidad.

 

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Opus Nigrum alquímico, Kali Yuga ancestral. Este Blake que conjura la creación y destrucción de mundos hace suyas las palabras del Fausto de Goethe: "Destruye este mundo, verás surgir un mundo nuevo". Así  escribe: "Todo lo que puede ser creado puede ser destruido, solo permanece lo inmanente". Y lo inmanente se manifiesta en la obra de este demiurgo proscrito para la sociedad  de su época, pero sostenido por su inextinguible sed de absoluto, por un furor sagrado que no deja de  batirse contra todo y contra todos, sin otra ambición que reencontrarse a sí mismo, desencadenado y al fin triunfante.

 

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CARA A CARA CON SATÁN / EL PASO DEL UMBRAL

 

El Tantrismo enseña que "por los mismos actos que hacen arden a ciertos hombres en el Infierno, el sabio accede a la iluminación eterna". Por sus actos -enseñanza alquímica suprema-, el iniciado será conducido al enfrentamiento final y decisivo con su "doble negro", esa Fuerza de las Tinieblas que oculta en lo más profundo de sus pliegues abisales el diamante cegador de la Sabiduría y de la Vida.

Se trata del enfrentamiento final contra Satán. "¡Satán, mi espectro! -exclama el visionario  de Broad Street-. Tu trono es el de los clérigos y las Iglesias, buscas implantar en los hombres el miedo a la muerte y el terror a la vida. El mío consiste en enseñar a los hombres a despreciar la muerte,  aspirar a una majestad sin temor, libre de tus terrores y tus leyes. Vengo a desvelar ante el cielo y el infierno la gloria del Hombre Nuevo". Pero lo hace abrazándose a Satán con la misma fuerza con que Los  se abraza a Urizen, consciente de su caída en el abismo para romper las cadenas de su dominación. Solo entonces podrá abrir las puertas que se ocultan tras el Trono de Satán y caminar hacia la Jerusalén eterna.

Franquear esas puertas equivale a permutar lo que impera abajo por lo que se oculta arriba. Reversión cabalística, lectura de la Tabla Esmeralda, Paso del Umbral donde el neófito muere a la vida relativa para renacer en la absoluta. Desde el lado visible esta transmutación íntima y a un tiempo grandiosa solo puede ser entendida como una derrota y una muerte aterradora. Desde el otro lado presenta todos los atributos de una victoria sobre el mundo y una superación del grado decisivo en la enseñanza hermética.

 

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"Hablo de un estado conocido como Aniquilación Eterna donde nadie osa penetrar, salvo los Vivientes que se atreven a desafiar al Infierno a la Muerte y a la Tumba". El héroe de esta gesta sagrada será entonces un "jivanmukta", un dueño de la vida, tal como lo describe el Advaita, uno de los libros sagrados del hinduismo. Y es que de la India colonial llegó a Gran Bretaña la enseñanza de los Maestros de la Muerte en pleno siglo XVIII. Su embajador sería John Aubrey, el primer escritor que vinculó Stonehenge con los druidas. Blake fue su heredero. Según refiere Schuchard, un amigo de ambos, el mitógrafo Edward Moor, le abrió las puertas del ashram de Zabbatai Zevi, un oscuro santón que ejercía su culto en  el East End londinense. Dentro de él Blake se entregó a prácticas tántricas de iluminación y muerte en vida, tras someterse a un escalofriante ritual de iniciación en los misterios supremos.

 

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EL RITUAL DEL AMOR SOBRE UN CADÁVER

 

Así como dicta el Tantra el iniciado debía pasar una noche dentro de un ataúd, en compañía de un cadáver.  Los acólitos de la Iglesia Moraviana aconsejaban acompañarse de una concubina: cumplir con el ritual del amor sagrado sobre el cuerpo de un difunto. Blake eligió a su esposa mística, Catherine Boucher, una joven analfabeta que sería su musa hasta la muerte y con la que no tuvo ningún hijo. Su iniciación en la Noche Oscura se consumó con visiones inducidas por la ingesta de opio.  Buscaban hermanar Muerte e Iluminación, regreso a la Inocencia e inmersión en la Experiencia Trascendental.  Voz sin palabra, visión sin objeto, invocación callada. ¿A quién o a qué?

Entre los gnósticos la Serpiente representa la forma que adopta la energía divina para entrar en el hombre. Para los primitivos aztecas la sangre de Quetzalcoatl, la serpiente emplumada, es a la vez veneno mortal y elixir de Vida -vuelve la ambivalencia-. Los maestros tantra hablan de Kundalini, la serpiente de fuego que duerme enroscada en la base del perineo, el chakra basal. Cuando despierta sube a lo largo de la columna vertebral en un doble movimiento ondulatorio perfectamente trazado por el caduceo de Hermes -hoy diríamos la doble espiral del ADN-, para animar todos los centros vitales del ser humano. Blake lo traduce a su lenguaje con una imagen tan críptica como diáfana: "Yo soy Orc, enroscado alrededor del árbol maldito". Cuando Orc penetra a la "Mujer sin Nombre" -el alma humana-, esta exclama: ""Yo te conozco y te he encontrado. Has venido para darme la vida en las regiones de la muerte sombría". Sucede entre tinieblas desgarradas por relámpagos. El Paso del Umbral implica una muerte en vida, un desgarramiento alucinado, una fractura del ser en pos de la inmortalidad.

 

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MÁS ALLÁ DE LAS PUERTAS DE FUEGO

 

Blake interpreta este apocalipsis interior como un despertar de la consciencia entendida como la unidad inmanente de todas las cosas. Así como en sus poemas proféticos enlaza el malestar del hombre con los ciclos cósmicos, en sus grabados  asimila la estructura del cuerpo humano a la del universo, valorizándola como Templo de Dios por medio de una anatomía mágica: "Cada cuerpo es en su forma interior un Jardín de las Delicias y un Edificio Espléndido. No busques a tu Padre Celeste más allá de los cielos. Pues cada corazón humano tiene puertas de fuego y columnas de diamantes. Allá se encuentra también el Trono de Satán. Pero quien logra atravesarlo verá abrirse ante él las puertas de la Jerusalén Mística". Las puertas se corresponden con los tres centros energéticos del cuerpo tántrico situados respectivamente en la base de la columna vertebral -Muladhara-chakra-, a la altura del corazón, entre la cuarta y la quinta vértebra -Anahata-chakra-,  y bajo la segunda vértebra cervical -Ajna-chakra-. A los riesgos que implica abrir las Puertas de Fuego responde el peligro implícito en el despertar de Kundalini. Todos los maestros del Tantrismo coinciden en subrayar el carácter particularmente peligroso de esta vía iniciática. Para Blake no cabe otro camino en la epopeya interior que conduce al conocimiento de uno mismo.

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BLAKE, NUESTRO CONTEMPORÁNEO

 

El hombre que vio el lado oscuro de la modernidad escribía para nosotros. Para este tiempo de crisis global, de pérdida de referencias y convulsión de los valores. Su Europa, como su América, son gigantes que se desmoronan larvados por su deshumanización y su codicia. El planeta entero parece estremecerse como un dios en su agonía. Un efecto invernadero que atraviesa con tsunamis de fuego el corazón del hombre. Un cambio climático que, tanto como a las raíces de los cielos, apela a la esencia del alma humana. Arrebatado por sus visiones, lanzado a una singladura  vertiginosa a través del maelström del infinito, desde el Primer Libro de Urizen, donde cuenta la creación del mundo, hasta su Jerusalén, nos legó una grandiosa epopeya, simultáneamente cósmica y prometeica, compuesta por más de cien mil versos. Cantaba el regreso  del Paraíso Perdido entendido como un paradigma del Alma Universal, pero se dirigía a cada hombre. Su conocimiento era el de los druidas, pero también el de los brahmanes.

Tantra y Mantra, fusión de creencias, sincretismo trascendental.

Así como el Alma Universal encuentra su reflejo en el Ser Universal, el evangelio de Blake comienza con un "Yo soy" y concluye con un "Tú eres eso: Uno en el Todo".  Si el Apocalipsis es antes que nada un estado de consciencia, su Obra entera es el mensaje.

 

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El apocalipsis tántrico de William Blake 1

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EL APOCALIPSIS TÁNTRICO DE WILLIAM BLAKE /1

 

Álvaro Bermejo

 

"Para ver el mundo en un grano de arena,

Y el Cielo en una flor silvestre,

Abarca el infinito en la palma de tu mano

Y la eternidad en una hora"

Augurios de Inocencia, 1803

  

 

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Poeta maldito entre los malditos,  creador total, demiurgo apocalíptico, William Blake anunció en pleno siglo XVIII que el racionalismo y el materialismo comportarían la destrucción  de la naturaleza y la alienación del hombre. A través de  sus libros proféticos creó una mitología nueva surgida de su inconsciente, por lo que se le ha señalado como un precursor del psicoanálisis. Adelantado a su época, apoyó la efervescencia de las revoluciones, condenó la esclavitud, denunció la represión sexual y moral. Sus contemporáneos lo tacharon de lunático, su marginalidad fue atronadora. Hoy comenzamos a conocer su vida secreta: ejerció  como Jefe Electo de la Orden de los Druidas,  practicó la Cábala y la Alquimia,  indagó en el Corpus Hermeticum de la sabiduría ancestral y, algo absolutamente insólito para su tiempo, vivió experiencias de muerte en vida dimanadas del Tantrismo. Todo ello lo plasmó en una obra irradiada por la turbulencia de visiones místicas e infernales que le llevaron al borde de la locura. No se conoce un caso semejante en la historia de la literatura occidental. Incomprendido y rechazado  en su tiempo, su obra acabaría inspirando a artistas y pensadores como Aldous Huxley, Salvador Dalí, Bob Dylan o Jim Morrison.

 

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UN VISIONARIO ENTRE DOS MUNDOS

 

Nació en el Londres de 1757, en una Inglaterra que se aprestaba a erigirse en la gran potencia dominante bajo el cetro de un rey loco, Jorge III, y su vida estuvo marcada por un estigma semejante desde su infancia, cuando a la edad de nueve años experimentó sus primeras visiones  de ángeles en llamas. Tuvo mucho que ver la secta radical a la que pertenecieron sus padres, The Dissenters, los Disidentes. Él lo fue desde que descubrió la supremacía de la imaginación sobre la razón.  Con apenas doce años comenzó a escribir sus primeros poemas, el embrión de lo que serían sus célebres Cantos de Inocencia. Los acompañaba de ilustraciones que nadie comprendía y en las que perseveró hasta el delirio incluso cuando se abrieron ante él las puertas de la Royal Academy. Su presidente, sir Joshua Reynolds, lo tacharía de visionario sin futuro. Acertó plenamente. En aquella Inglaterra donde el empirismo y el pragmatismo alzaban los mástiles de la primera revolución industrial no había espacio para los soñadores. William Blake solo se entendía con ellos, con artistas tan tenebrosos como  Johann Heinrich Füssili, con revolucionarios como William Payne, con mujeres tan transgresoras como Mary Wollstonecraft, la madre de Mary Shelley, a quien debemos la creación de Frankenstein o el moderno Prometeo.

 

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Hay mucho de eso en los dioses titánicos que pueblan las sagas de Blake, como Los y Orc, encarnaciones de la energía primordial y el genio poético. Junto a ellos se alzan los cuatro Zoas: Urthona, el gigante de la inspiración y la creatividad; Tharmas, el instinto y la fuerza; Luvah, la emoción y la pasión; y Urizen, el demonio de la ciencia positiva y de la razón, símbolo de la nueva era y de los tiempos que aún vivimos.  Su aspecto se inspiraba en los colosos de Miguel Ángel; su peripecia, en los relatos de Milton y  John Bunyan. Pero su alma solo es deudora de este  visionario enfebrecido que solo al final de su vida desveló  haber sido el máximo representante de la Antigua Orden de los Druidas, pocos años antes de que fuera declarado santo por la Ecclesia Gnóstica Catholica.

 

 

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Emblemas de la Ecclesia Gnostica Catholica

 

Altas dignidades para un disidente contracultural que sólo conoció una existencia sombría y que acabaría  siendo enterrado en una tumba sin nombre. Hoy The Guardian califica a Blake  como "el mayor artista que ha producido Gran Bretaña". Pero, ¿era un artista o algo más?  Dos siglos después comenzamos a entrever que, además de un avanzado de las filosofías unitarias,  también fue un heredero del gran Mensaje Hermético, así como un secreto conocedor del Tantrismo Vatsayana que conoció, según afirma Marsha K. Schuchard en su ensayo Wy Mrs. Blake Cried. Blake and the Sexual Basis for Spiritual Vision,  a través de los adeptos de la Iglesia Moraviana. Con una documentación tan exhaustiva como apasionante, Schuchard revela el camino seguido por Blake en las enseñanzas místico-eróticas practicadas por la secta de Sabbatai Zevi, un siglo antes de que el Bhagavad Gita fuera conocido en Europa.  Buscaba la conexión entre la energía sexual y la capacidad para la visión trascendente, llegó a vivir experiencias de muerte en vida y, en base a ellas, persuadido de la vinculación esencial entre Hombre y Cosmos, anunció un Fin de los Tiempos al que seguiría el despertar de una Nueva Era.

 

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Raja Rammohun Roy, secta Sabbatai Zevi

 

EL APOCALIPSIS SEGÚN BLAKE

Veía  su tiempo como un mundo de muertos vivientes apacentados por los presbíteros de la nueva religión materialista fundada por Locke y Newton, "que hablan de benevolencia y virtud mientras las matan con su ciencia, destruyendo la vieja sabiduría de Orc y Los". En su imaginario, Orc representa al gran rebelde que se enfrenta a Urizen, el paradigma de la moral represiva. A su padre, el gigante Los -una inversión del Sol entendido como la Alta Llama-, lo representa como un herrero cuyos golpes en la fragua despiertan el latido del corazón humano.  Al igual que Nietzsche, Blake forja su filosofía a martillazos, pero la suya es muy diferente a la del alemán. Hablamos de una singular guerra santa planteada desde una dimensión espiritual donde el aspecto divino de la imaginación y la profecía se entrecruzan en una lectura apocalíptica de un tiempo que, siendo el suyo, ya es el nuestro.

Lo cuenta en una serie de  Libros Proféticos que, de tan avanzados, parecen plasmar la Europa de nuestros días.  Su verbo arremete contra la modernidad materialista y contra las religiones institucionalizadas, rechaza toda forma de autoridad impuesta, advierte la ceguera del hombre, reclama la supremacía de la intuición sobre la razón -"La imaginación no es un estado, es la existencia humana en sí misma"-, condena la represión sexual dos siglos antes que Freud y defiende el derecho de la mujer a su completa autorrealización.

Blake el libertario, el revolucionario total, el homme revolté, va más allá. La turbulencia de su rebelión frente a su tiempo se prolonga en un torbellino icónico pleno de sobrecogedoras visiones pobladas de dioses, ángeles y demonios. No se trata de meras alegorías poéticas para complacer a los eruditos, sino de realidades espirituales dramáticamente experimentadas por su autor.

 

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TANTRA, UN PARAÍSO EN LLAMAS

 

La Jerusalén Mística, ese paraíso escondido, fue la tierra natal de Blake quien, por otra parte, dedicó su vida a atravesar todos los espejos  para llegar a las fuentes del conocimiento oculto. Llamaba a su método Deep Vision, visión profunda,  y lo entendía como la verdadera facultad del saber. Un saber salvaje, surgido de sí mismo como una iluminación provocada por la oposición de los contrarios. En sus Cantos de Inocencia, el Cordero se opone el Tigre -paradigmas de la pureza de la infancia y del mundo adulto, corrupto y represivo-, pero el Tigre también representa la pulsión indomable que hace latir sus Proverbios del Infierno, y, en suma la vehemencia con la que Blake rechaza los cánones culturales de sus contemporáneos, pues sostiene que la cultura es ante todo una cuestión de conocimiento del mundo espiritual, al que solo se accede tras un bautismo de fuego. 

 

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Manuscrito Nodin

 

Se inspira en el Manuscrito Nodin, uno de los libros sagrados de los Rosacruces, pero todavía más en las prácticas de la Iglesia Moraviana, una congregación  precursora de la teosofía donde se hablaba libremente sobre sexo, masturbación y eyaculación sagrados, siguiendo las enseñanzas del Tantra. Cuando Blake escribe "bajaré hasta la Aniquilación y la Muerte Eterna", propone una iniciación tántrica que trasciende los parámetros literarios convencionales para devenir una auténtica Ars Magna en el sentido alquímico del término. Arte de Vida, Arte de Purificación: "Si las Puertas de la Percepción fueran visibles para el conjunto de los humanos, entenderíamos todas las realidades tal como son, infinitas. Entretanto el hombre vive cautivo de sí mismo, sin más conocimiento que el que entrevé por las grietas de su caverna".

 

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Con el Fin de los Tiempos, la resurrección de los muertos -tal como la entiende Blake-, no será otra cosa que esa purificación por el fuego. Se abrirán las Puertas de la Percepción. Entonces Orc liberará de sus cadenas al hombre nuevo y así como Shiva se une a Shakti danzando sobre el mundo, éste habrá de unirse al espíritu femenino en sus Bodas Químicas. Una vez más el Druida habla por la boca del Alquimista, y ese mismo Blake que bebe de la metafísica vendanta  anticipa las leyes del equilibrio cósmico  al afirmar: "Todo es Energía, Pulsión, Vibración, esa es la verdadera vida". 

 

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El verano de Alicia

 

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"EL VERANO DE ALICIA"

Álvaro  Bermejo

 

Pese a que era tartamudo y hasta un poco sordo, a los veintitrés años ya ejercía como catedrático de matemáticas en Oxford y como diácono en su prestigioso Christ Chruch. Sin embargo, la "biblia"  por la que hoy se conmemora el primer centenario de su muerte y por la que ha pasado a la historia nació de la insistencia de una niña, durante un paseo en barca, una tarde de verano del año 1862.  La niña se llamaba Alicia Liddell, y el reverendo inventó para ella un cuento que hablaba de un conejo apresurado, de un sombrerero loco y de una sonrisa de gato suspendida en el aire. Hoy lo conocemos como "Alicia en el País de las Maravillas", pero su primer título fue "Las aventuras de Alicia bajo tierra".  Tan bajo tierra como el seudónimo elegido por el diácono, de Charles Dodgson a Lewis Carroll, para distanciar su opresivo ministerio victoriano de su transgresora pasión por las nínfulas.

 

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Sin duda, de no haber sido por ellas hubiera alcanzado una dignidad más alta en la Universidad y en la Iglesia. Pero nada le tentaba tanto como contar sus fábulas a esas niñas que le escuchaban fascinadas, sin interrumpirle con objeciones sobre lo inverosímil de sus personajes o de sus peripecias. También le encantaba fotografiarlas: "Las niñas desnudas son absolutamente puras y adorables", escribió, aunque bien pudiera haber añadido: "hasta que comienzan a crecer". Y eso fue precisamente lo que le ocurrió a su Alicia, tres años después de que transcribiese su cuento preferido en un cuaderno de tapas de cuero verde, como regalo de Navidad: "Alicia parece estar cambiando, y no para mejorar. Temo que se encuentre al borde de una horrible transformación".

 

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Alicia Liddell

 

El amor que sentía por ella no impidió sin embargo que se atreviera a pedir su mano, al poco de que cumpliera once años. Y, si bien en sus diarios no consta ni una palabra acerca del rechazo que le impusieron sus padres, su petición no era tan extravagante en aquel tiempo. Apenas unos años antes, Edgar Allan Poe se había casado con una niña de trece, y cinco años después el celebérrimo crítico de arte John Ruskin, tras alegar que había sido incapaz de consumar el matrimonio con su primera esposa, literalmente, "porque tenía pelos en el pubis", se emparejó con una "diosa de mirada melancólica", aunque de apenas  diez años de edad.

 

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Casa y Jardin de L.Carroll

 

De hecho, en aquella edad de oro del puritanismo, y pasando de lo lícito a lo clandestino, resulta sumamente revelador recordar cómo sólo en la ciudad de Birmingham se aglomeraban 180 burdeles, donde prestaban sus servicios medio centenar de prostitutas menores de quince años.  Asiduo recalcitrante de los de Londres, Bertie, el primogénito de la reina Victoria, le dio el golpe de gracia a su padre Albert cuando se divulgaron sus amoríos con Nelly Crafton, una ninfa del ramo que luego se hizo de oro paseando su abolengo por Picadilly. Por lo demás, tanto en Inglaterra como en Europa, corría la leyenda de que las enfermedades venéreas se curaban desflorando a una virgen, aunque la mayoría de ellas no vivieran precisamente en el País de las Maravillas.

 

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Con todo, lo que diferencia a Lewis Carroll de otros escritores que se sintieron  fuertemente atraídos por las niñas, es la singular combinación que se da en él, casi única en la historia de la literatura, de una pasión genuinamente heterosexual,  y de una absoluta inocencia sexual. Como  dijo Martin Gaardner en su "Alicia anotada", las niñas le atraían porque con ellas se sentía sexualmente a salvo.  Así, en las antípodas de la "Lolita" de Nabokov, la "Alicia" de Carroll es una niña que se resiste a crecer. También ella, como el Oscar Matzerath de Gunther Grass, bate incesantemente su "Tambor de hojalata", pero no para denunciar las aberraciones del mundo de los adultos, sino para abrir las puertas del paraíso perdido y perderse en él, tras atravesar ese espejo que es testigo y fiscal de la maduración en el tiempo. 

 

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En este sentido, las inclinaciones de Lewis Carroll se aproximan más a las del Dante, enamorado de Beatriz cuando ella no pasaba de los siete años. Ahora bien, Alicia fue algo más que su musa poética. En el anverso de la literatura de su tiempo, traza por inversión el retrato de esa otra forma de nínfula-fatídica cuyo erotismo no parte de su sensualidad, sino de sus sortilegios. Encantada, Alicia a su vez encanta, como esa Fata Morgana, alter ego del mago Merlín y su eventual dominadora, así como Alicia es al cabo el alter ego de Carroll, a quien éste acabó por rendirse, no obteniendo de ella más que despecho.

Muchos años después de que la Alicia real se casara con un petimetre, esa mujer madura que ya no tenía nada de nínfula, escribió: "Estoy cansada de ser Alicia en el País de las Maravillas". Quizá por ello se vengó subastando el manuscrito que le regaló su creador, por el que obtuvo poco más de 15.000 libras. Acaso por la maldición que aconseja no vender ciertos regalos, murió arruinada y con mucho tiempo por delante para lamentarlo, a los 84 años de edad, en 1934.

 

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En 1887, Carroll había escrito: "muchos años han transcurrido desde aquella tarde dorada que te dio vida, pero puedo evocarla tan claramente como si fuera ayer. Ese rostro impaciente, ávido de noticias del país de las hadas, en cuyos labios las palabras 'cuéntanos un cuento', tenían toda la adusta inevitabilidad del Destino".  Ciertamente, el destino quiso que de aquel amor imposible sólo quedaran sus cenizas. Pero a través de esa niña eterna que desde su primera página ya devino inmortal, el matemático Charles Dodgson obró algo tan aparentemente contradictorio como prodigioso: colocó la lógica en el espacio mágico-emocional de la infancia. Y, a semejanza del talismán que abre puertas hasta entonces cerradas, con su resplandor abrió la imaginación de niños y adultos hacia los horizontes de lo infinito.

 

 

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Hoy sus ecos podemos escucharlos en toda la literatura fantástica, desde el realismo mágico de "Rayuela" hasta la provocación surrealista de "Los cantos de Maldoror". Al igual que en otras narraciones  fundacionales de la literatura moderna, como la Odisea o el Quijote, la poderosa influencia de este relato nace también de su condición viajera. En cierto modo, la quijotesca odisea de Alicia, niña eterna detenida en la edad de la inocencia, transmite la melancolía de esas almas mal enterradas que vagan por el mundo en busca de reposo. Algo que nunca sucederá, dada su condición inmortal. Pero, por contra, mientras nos llevan de la mano en su incesante viaje interior,  tanto ella como su creador han acabado por enseñarnos a atravesar el espejo del tiempo. El suyo comenzó con un apacible paseo en barca, hasta que se cruzaron con la enigmática sonrisa del gato de Cheshire. Un golpe de remo, una página más, y ya se abrió para ellos ese laberinto mágico de todos los veranos,  donde todavía pervive el niño que somos y que fuimos. 

 

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Álvaro Bermejo 

 

 

         

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Encuentro en Eleusis

 

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"ENCUENTRO EN ELEUSIS"

Álvaro Bermejo

 

 

Fiel a su costumbre, Fernando fue el primero en subir a acostarse. Poco le importó a Jorge. La noche bajo las estrellas invitaba a soltarse a cantar. Afiló su perfil de tenor wagneriano y entonó un Marechiare que hizo bajar a las chicas al patio. Antonio alistó su cámara: noche de san Juan, comienza el verano en Castilfrío. Con gin-tonics, pero también con mantas. La risa se nos contagió a todos. Parecíamos un remake de la rabelesiana abadía de Thelema -"haz lo que quieras"-, cruzado con las liturgias de Eleusis, en honor a los viejos dioses.

 

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Cuando Fernando Sánchez Dragó concibió la idea de replicar en el alto llano numantino el legendario círculo hermético fundado por Hermann Hesse y Carl G. Jung en Montagnola, sabía que emprendía un viaje hacia lo desconocido. Avanzó un epígrafe cargado de resonancias iniciáticas, Encuentros en Eleusis, y convocó a sus amigos para hablar del autoconocimiento. Su viaje hacia lo desconocido implicaba un viaje a la Gnosis, pero también una utopía.

 

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Desde entonces cada encuentro se salda con un lleno total colmado a partes iguales por el nivel de las ponencias y el entusiasmo de los asistentes. Entre lamas tibetanos y expertos en Shiatshu, por aquí han pasado maestros de meditación como Ramiro Calle o Francisco Seivane,  librepensadores como Luis Racionero, indagadores esotéricos como Javier Sierra, trovadores de la talla de Aute. Si la Soria mágica marca su epicentro, sus capítulos pueden desplazarse hasta Xauen o Camboya. El próximo nos llevará hasta el corazón de la Gran Pirámide, pero lo esencial de estas citas no son tanto sus coordenadas como esa atmósfera de fraternidad donde nadie es más que nadie y todos aprendemos.

 

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No dejo de preguntarme si aquello que debatimos -los relatos griálicos, el enigma de los cátaros-, nos retrataba como una familia de prófugos felices, a semejanza de los protagonistas del Decamerón, o tal vez como unos heterodoxos buscadores de las raíces del sentido del mundo en un paraje apartado de él, y, sin embargo, cien veces más vivo que el que discurría en las capitales del vértigo a esa misma hora.

 

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El  carnaval de imputados,  el ruido de las batallas por el poder, ¿aportan algo a nuestra vida? Fernando Sánchez Dragó, magister ludi de su loca Eleusis, segrega una sonrisa de gato. Conócete a ti mismo, decían los sabios de Delfos. En el silencio de la madrugada no podemos dejar de mirar ese cielo cuajado de estrellas.  Así es el misterio de la consciencia, un astro errante en busca de algún mar.

 

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 Álvaro Bermejo

 

 

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