"LIBROFOBIA"
Álvaro Bermejo
El regreso del ex presidente Nicolás Sarkozy a
la conquista de la UMP comenzó a interesarme cuando lo vi en la
portada de Paris Match con un par de novelas bajo
el brazo. Hasta entonces, tanto aquí como allá, literatura y
políticos parecían cifrar un oxímoron imbatible. De repente me
encontraba ante uno muy señalado que, en páginas interiores, se
confesaba rendido admirador de Sartre y Dumas, hasta el punto de
compararse con aquel Napoleón que, la víspera de Austerlitz epataba
a la tropa citando a Corneille, Sófocles y Voltaire.
Al otro lado de los Pirineos la comparación movió a la parodia
nacional. Aquí ni nos planteamos la posibilidad de que un prócer
intente significarse por sus excesos literarios: sabemos que los
nuestros rozan el analfabetismo funcional, aunque eso no les impide
publicar, una vez que se apean del poder, sus puntuales libros de
memorias firmados con su nombre, pero rara vez escritos por
ellos.
Slavoj Zizek habla de la doble desafección
ciudadana, hacia los libros y hacia la política.
Queda por explicar la desafección mutua entre políticos y libros,
salvo cuando hablamos de libros de cuentas.
De aquellos tiempos en que se nos decía que un libro ayuda a
triunfar hemos pasado a su antítesis posmoderna. La literatura ha
dejado de ser un signo de status, rara vez encontraremos a un
triunfador en el cementerio de los libros olvidados.
En el lejano siglo XX los líderes europeos se señalaban por sus
lecturas. El hoy presidente de la república italiana,
Giorgio Napolitano, citaba los libros que habían
cambiado su vida, entre los que incluía El Quijote.
Mitterrand nunca salía de casa sin leer algo de
Malraux, Helmut Khol no ocultaba su debilidad por Mann, y hasta
Mijail Gorbachov se atrevió a manifestar en
público que estaba leyendo a un poeta escocés como Kenneth
White.
Aunque el libro haya dejado de ser un objeto de prestigio, no es
difícil establecer una cierta relación entre el desprestigio de
nuestra clase política y su
librofobia manifiesta. ¿Carecen de cultura porque
carecen de liderazgo, o es a la inversa?
Bertrand Russell dijo una vez que la cultura es
lo que permanece en un hombre cuando lo ha olvidado todo. Daba por
cierta una obviedad harto dudosa en nuestros días: para olvidar
primero hay que leer. Un buen relato incluye una lectura del mundo.
Quienes dirigen el nuestro siquiera saben ya leer la realidad, y,
sin embargo, consiguen vivir en la más perfecta de las ficciones.
Qué gran novela la suya. Aunque sea en formato twitter.
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