El último monstruo mecánico

Opinión:

"El último monstruo mecánico" comenzó como una webserie en blanco y negro que fue nominada dos años consecutivos al Premio Eisner al mejor cómic digital. Está pensado como la secuela, muchos años después, de un capítulo de la serie de dibujos animados de Superman de 1941 "Los Monstruos Mecánicos", ya que el villano y los monstruos quedaron libres de derechos allá por los años 60.

En la parte final, donde hay una entrevista y material especial, se nos cuentan muchas cosas sobre el origen de esta novela gráfica y del proceso creativo, incluyendo una gran vuelta de tuerca que se le dio al argumento cuando llegó a la página 100, que le hizo volver a empezar la historia de cero. La edición está muy cuidada y es de las que es un gusto tener en las estanterías.

La historia, que ha salido en papel a todo color (en tonos muy brillantes y saturados, estilo Cartoon Network), es la de un villano fracasado y olvidado por todos. Ha pasado la mayor parte de su vida en prisión y, ahora que sale, está más decidido que nunca a volver a su plan inicial y reivindicar la gloria. Está muy amargado e incluso apunta en una lista a todo el que es amable con él para acordarse de matarle cuando llegue a su guarida y reconstruya a una de sus máquinas.

El tipo tiene su gracia no solo porque se tiene que desenvolver en un mundo que no comprende pero en el que quiere dejar huella, sino también por su ceguera: sus inventos son brillantes y podría alcanzar la gloria fácilmente patentando sus creaciones, pero se dedicó a usarlos para robar joyas y dinero, cosa que nunca hubiera igualado lo que ganaría de forma legítima ni aunque hubiera triunfado.

Desde que sale de la cárcel, se cruza con una cajera de supermercado dispuesta a agradar, un autobusero amable dispuesto a hacer una parada especial para él en medio de la nada, una bibliotecaria entregada a su profesión y una ingeniera que tiene una tienda que nadie visita y quiere aprender de su genio. Todos le tratan con gran amabilidad a pesar de que él no les corresponde, y además, su monstruo resulta ser demasiado cortés para el trabajo que tiene que hacer, lo que le complicará la vida y generará situaciones divertidas.

Poco a poco, todo esto, y que ya no es un jovencito, hace mella en él, pero sigue cegado por su obsesión, deseando reivindicar su genialidad y dejar huella en el mundo a través de su obra maligna. No diré cómo acaba para no chafar la historia, pero la verdad es que me ha encantado el final.

Déborah F. Muñoz