El fin de la novela degenerada
José Carlos Somoza
Somos cada vez más los que creemos que no debemos seguir unas
reglas específicas para escribir novela de género, y que vale
también mezclar los géneros en la coctelera de la imaginación o
pasarlos por la trituradora. Sin embargo, paradójicamente, la
crisis del libro como objeto de consumo está haciendo cada vez más
difícil que un autor cualquiera, consagrado o no, publique novelas
de según qué géneros o donde los géneros no están claros.
No hay que sorprenderse por esto: el mercado se impone. Las
editoriales son empresas, y en este mar tempestuoso se asemejan a
balsas de goma pinchadas, llenas de parches y remiendos (fusiones
con otros grandes grupos editoriales), pasajeros a los que se
expulsa al azar (empleados despedidos) y supervivientes que solo
esperan el hundimiento, tarde o temprano, de la particular balsa en
la que les ha tocado naufragar. Ello ha provocado que, si antes la
fórmula "esto reclama el lector = esto es lo que le damos" era la
regla de oro de cualquier gigante editorial, hoy se ha convertido
en ley absoluta de todo lo que se publica. Y los primeros
perjudicados somos, irónicamente, los propios lectores: se acaba la
variedad, se extinguen las diferencias, se minimizan los riesgos
hasta extremos microscópicos, se apuesta sobre (casi) seguro. Por
la misma puerta de mercado que se cuela un novelista sueco con una
trilogía de novela negra social penetran en tropel cincuenta
novelistas también suecos (increíble pero cierto) que escriben
otros tantos clones. Si una autora triunfa con una novela de
softcore de temática sadomasoquista, ahí llega como un río
torrencial la publicación de novelas de similares características
firmadas (naturalmente) por autoras.
Esta carrera desesperada por la supervivencia ha perjudicado
seriamente un aspecto de esa variedad que estaba empezando a
despuntar en nuestro país: la mezcla de géneros, la exploración de
nuevos caminos en la narrativa del thriller o la ciencia ficción.
Los libros que se publican, como los orientales para el occidental,
se parecen peligrosamente entre sí. La "degeneración" ya no tiene
salida editorial en el mainstream. Llega la hora de ser iguales
para poder optar por existir.
Espero que los últimos mohicanos de la degeneración que nos
reunimos este finde en Valencia en la Hispacón 2013 podamos
discutir este y otros puntos, y nos sintamos iguales, al menos, en
el hecho de ser diferentes.