Un Sartre muy distinto

Opinión:

¿Hasta qué punto coinciden los posicionamientos públicos de un autor con su postura personal, con su discurso en la intimidad o con su pensamiento más sincero? ¿Hay acaso una concordancia completa en algún caso o, por el contrario, debemos aceptar que cualquier texto, incluso los relatos autobiográficos, es producto de una estrategia de autodefinición? Con la revolución de la figura del intelectual en el siglo XX (a la que, por cierto, Sartre contribuyó con su propuesta del intelectual 'engagée') y con la progresiva modernización de los medios de comunicación, los escritores se convirtieron poco a poco en auténticas autoridades, en figuras públicas de tanto respeto e importancia como los políticos, y sobre ellos recayó la responsabilidad no sólo de construir y argumentar un discurso, sino sobre todo de opinar y dirigir a la sociedad. A la luz de este cometido público que debieron asumir los intelectuales en época contemporánea, cobran especial relevancia los estudios de Bourdieu sobre sus relaciones y, más recientemente, los trabajos de Jérome Meizoz y de Dominique Maingueneau sobre la postura que adoptaron los autores en relación con sus obras y con el discurso público. En esta línea habría que situar el original enfoque que adopta François Noudelmann, profesor en la Universidad de Nueva York y en la Universidad París VIII, para ofrecer una perspectiva inédita de Jean Paul Sartre.

En "Un Sartre muy distinto", Noudelmann trata de acercarnos a las vicisitudes que problematizan la construcción sartreana de su figura pública como intelectual. Además, sirviéndose de materiales inéditos confiados por Arlette Elkaïm, hija adoptiva del filósofo francés, también aporta una mirada novedosa a otras facetas menos conocidas de Sartre, en especial aquellas que él mismo relegó a un segundo plano o al ámbito de la intimidad, como la sexualidad o las adicciones. Sin despreciar su amplia obra teatral o sus manifiestos por una literatura comprometida, esta obra pone el foco en otros textos menos conocidos del autor, sobre todo en aquellos que permiten extraer conclusiones sobre su visión de sí mismo a partir de su relación con la obra y con la imagen de otros autores. Es el caso de las monografías que dedicó a Charles Baudelaire, a Gustave Flaubert y a Jean Genet, tres autores bien distintos que le proporcionaron la posibilidad de aplicar un método de análisis propio en el que se sintetizaban saberes tan distintos como la psiquiatría, la historia, la sociología, la lingüística y la poética. A ello cabe sumarle los textos que escribió sobre Tintoretto o sobre Mallarmé, también útiles para valorar las simpatías y antipatías del filósofo antes los distintos autores.

Pese a que los capítulos que más pueden interesar al lector contemporáneo son los dedicados a la relación de Sartre con la sexualidad (con las mujeres, por un lado, y con su propia identidad de género, por otro), son de especial interés las páginas que François Noudelmann dedica a la postura política del filósofo, que oscila entre el aburrimiento y la pasión, entre el desinterés y el compromiso. La atención que Sartre prestó a las guerras de Corea, de Argelia y de Vietnam, a la revolución cubana, a la guerra húngara, al conflicto palestino-israelí, al mayo del 68 y al maoísmo, así como sus relaciones sentimentales -con Lena Zonina, su traductora rusa, o con Michelle Vian- permiten al autor guiar un apasionante recorrido por las apariciones públicas del autor y por sus contradicciones sociopolíticas, sobre todo en lo que concierne al comunismo y al anticolonialismo. De igual interés son las páginas, hacia el final del libro, dedicadas a la sensibilidad musicológica de Sartre, cuyos gustos musicales van desde la música culta hasta el jazz y la canción.

Así pues, "Un Sartre muy distinto" es un ensayo de gran relevancia y originalidad, tanto por su contenido como por su planteamiento metodológico, y por ello supone una gran vuelta de tuerca en los estudios académicos en torno a la figura de Jean Paul Sartre, el intelectual comprometido por antonomasia.

Darío Luque