Trilogía de la pasión

Opinión:

Escritura vigorosa, descarnada, la de Ariana Harwicz, que requiere de un lector al que le guste la expresión cruda, el afán por bucear en las profundidades de la mente, incluso en las que son menos agradables o pueden constituir un tabú. La autora cuestiona en las reflexiones vertidas en el libro instituciones mentales como el deseo de la maternidad o las relaciones personales, sin evitar la controversia. La idea de familia recibirá no pocas embestidas, de una manera tan sorprendente y vehemente que algún que otro lector puede sentirse escandalizado.

El tema recurrente en las páginas corresponde con una polémica que de alguna forma está de moda en la revisión de la tradición que se lleva a cabo en nuestro siglo. Me refiero a la maternidad no deseada o no disfrutada. Ariana Harwicz entra en esa corriente social que se pregunta qué ocurre si la maternidad no trae la felicidad que se espera de este acontecimiento, y se lanza en una prosa poética a establecer conexiones personales que nacen con la idea de mover opinión. Se detiene en lo brutal, lo polémico, le interesan sobre todo las mujeres que viven en zonas rurales y que son protagonistas o testigo de historias tremendas.

En numerosas entrevistas, la autora ha comentado que con frecuencia siente que escribe desde el autodesprecio, algo que acaba siendo patente en el texto. Para que se hagan una idea de hasta qué punto los temas que se incluyen pueden ser polémicos, uno de los libros aquí contenidos tuvo su episodio judicial en Francia.

En algún lugar he leído que Ariana Harwicz tiene una actitud kamikaze cuando escribe, y creo que es una comparación acertada. No hay espacio en su prosa para la complacencia y la convención social, lo suyo es más de francotiradora. En una entrevista a La Vanguardia afirmaba que la literatura tiene que seguir siendo peligrosa, alineándose con la literatura que busca el trastorno, la declaración insólita, el movimiento de ideas a contracorriente. Usa una especie de monólogo eterno, una descarga sobre el papel que parece mantener más de terapéutico o exploración propia que una pretensión de narrar.

Rafael Ruiz Pleguezuelos