Tan difícil como raro

Opinión:

"Si la salvación estuviera al alcance de la mano y pudiera conseguirse sin gran trabajo, ¿cómo podría suceder que casi todos la desdeñan? Pero todo lo excelso es tan difícil como raro". Con estas palabras se cierra la "Ética" de Spinoza, una de las obras más ambiciosas de la filosofía moderna, y con ellas cierra también Juan Vilá el primer capítulo de su última novela, dejando clara su inspiración y el origen del título. Si en su anterior novela, el autor nos situaba en 1980 para presentarnos a un elegante burgués catalán que en adelante habría de ejercer como su padre, en esta ocasión nos lleva a principios de los años noventa y a la facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, donde coincidió con otros jóvenes estudiantes que se adentraban en el mundo del pensamiento con ambición, pero no exentos de dudas e incertidumbre. Allí, el narrador de estas páginas empezó a relacionarse con personas de inquietudes muy diferentes, y tejió una red de amistades que poco a poco iría desmoronándose, a medida que también sus integrantes se desintegraban ante la llegada de una vida adulta muy distinta a la que habían imaginado.

En cualquier caso, hablar de "Tan difícil como raro" en términos de autobiográfica es difícil, pues el protagonismo del yo-narrador es escaso, en contraste con la presencia del resto de personajes. Como mucho, podría hablarse de una autobiografía fragmentaria, construida a modo de rompecabezas a partir de las relaciones, los encuentros y los desencuentros entre una serie de piezas que son los personajes de la novela. Como adelantaba más arriba, la pieza central, la más importante de todas, es Roberto, un compañero de estudios del narrador con gran afición por la pintura y el dibujo. El imprevisible suicidio de este personaje será la primera consecuencia, y acaso la más real y dolorosa, del desencanto que sufrieron muchos de los jóvenes que, nacidos en los años setenta, crecieron guiados por las promesas de un tiempo de bonanza y progreso. La muerte de Roberto ha de verse, por lo tanto, como un principio y un fin al mismo tiempo: es el final devastador de una emoción generacional, pero es también en principio de una desolación, de la constatación de que nada en la vida es seguro ni estable, ni siquiera la propia vida.

Ante este acontecimiento, cada uno de los personajes actuará de una forma diferente, sin ignorar tampoco que sus reacciones a la muerte de Roberto habrán de condicionar las relaciones que mantengan entre ellos en adelante. Con un estilo intimista y analítico, el narrador dedica grandes esfuerzos a estudiar la mente de sus compañeros, tratando de diagnosticar sus errores y de encontrarle sentido a los pensamientos y a las decisiones de los demás. Así opera con Gloria, que abandona los estudios para entregarse a la única certidumbre posible, la empresa privada, y también con Manuel, que abraza el camino del estudio y el conocimiento para enfrentarse a sus pasiones insaciables. Quizás el caso en el que más se detiene el narrador es el de Ana, íntima de Roberto y también de él mismo, que se entregará a la destrucción del propio cuerpo -por medio de vicios y trastornos- para paliar los efectos de la cruel realidad.   

Pienso ahora en las muchas novelas generacionales que empieza a haber en el mercado literario español, la gran mayoría centradas en esta generación nacida en torno a los setenta y los ochenta, y me doy cuenta del excelente trabajo que ha hecho Juan Vilá. El autor ha logrado recrear las ansiedades y la incertidumbre de sus personajes sin necesidad de caer en tópicos y, sobre todo, sin tener que contraponer la decadencia a un primer momento de esplendor y exuberancia. Pero "Tan difícil como raro" no habla solo sobre un grupo, también habla sobre las vivencias del narrador y sobre la evolución y el análisis de sus propios sentimientos. La obra de Juan Vilá es excelente como novela generacional, pero también lo es como novela intimista, introspectiva y autobiográfica.

Darío Luque