Snuff

Opinión:

Las películas snuff son, para algunos, un mito y para otros, una realidad. Los que no creen en ellas no se han parado a pensar que en este mundo existe gente perversa y un internet donde los usuarios normales no llegamos a menos que estemos bien enterados de cómo acceder a la Deep  Web. Muchos policías trabajan en ese submundo infernal porque es ahí donde se puede acceder a información que para otros está vetada: terrorismo, asesinos a sueldo, pedófilos, drogas, armas… y películas snuff. Por eso Iván Mourin, criminólogo entre otras cosas, ha decidido sacar a la luz algo que está basado en hechos y situaciones reales por mucho que cueste creer. Y ojo, no es que nos cueste creer por falta de veracidad, sino porque nos da miedo. Nos aterroriza -¿o no es verdad?- que exista ese inframundo donde la depravación incluye niños y niñas y adolescentes (etc) filmados en vídeo mientras se les viola y / o tortura, contenido que luego se comparte con otros depredadores degenerados. Un negocio de tortura y voyeurs que pagan por ello. Y unos verdugos que no tienen ningún escrúpulo ni lo han conocido jamás.

Por suerte, dado que el tema es tan duro, Iván Mourin ha escrito una novela que puede llegar a mucha gente sin herir excepcionalmente sensibilidades. Es cierto que se habla de torturas y se viven momentos en que te puede hervir la sangre, pero lo ha hecho de una forma en la que el lector no sufre en exceso: evita el gore, no se regodea en las torturas, son cosas que salen a la luz pero no se recrea en ellas. Muestra, mucho más, la desesperación de los que la sufren, a veces la víctima, y en otras las víctimas colaterales, como es el caso del periodista Héctor Langarela, cuyo hijo fue raptado con solo 5 años y aparece en uno de esos vídeos. Su dolor y su sed de venganza sí llega al corazón, sí remueve conciencias, porque te preguntas si no harías tú lo mismo si te pasara. Venganza, aunque con ello te conviertas en un asesino.

La novela está diseñada para que sea facilísimo engancharse porque los capítulos son muy cortos y salta de unos personajes a otros (personajes que como decía en el argumento, terminarán por juntarse). Los principales son Héctor, el subinspector Félix Bataraz, y el hacker DarkBit, imprescindible para lograr algunas cosas que ellos solos jamás podrían hacer.

Sería muy fácil coger a unos simples degenerados demenciales y convertirlos en los malos -lo que seguramente ocurre en la vida real- pero Iván Mourin introduce un elemento que hace atractiva la lectura porque así te descubre otro aliciente para seguir con la investigación: el origen de todo. ¿Quién empezó todo esto y cuándo? ¿Por qué? Vienen a mi cabeza imágenes de Cuarto Milenio en un programa dedicado a las ferias de monstruos.

Lo único que sabemos al inicio es que estos malditos torturadores tienen ciertas deformidades o malformaciones físicas, y que coinciden con tatuajes donde un lobo es el protagonista. Tirando del hilo llegarán a un origen mucho más tremendo, más horroroso, un pasado terrorífico y un presente que sigue en activo -por desgracia- ya que el asunto tiene demanda.

Todo lo que ocurre no puedo ni debo contarlo, esto son unas pinceladas, pero es bastante más: aparecen más personajes, casi hay hasta niveles de maldad pero todos son igual de reprochables e infames, vemos en activo al depredador y a una joven víctima jugando (esto al inicio), o eso cree ella, que está jugando a provocar a un pardillo, tenemos la historia del matrimonio entre Héctor y Eva, que llevan de diferente forma el duelo, y un justiciero que encantará a todo el mundo: el hacker, especialmente por quién es y por lo que hace con sus pesquisas. Y por supuesto habrá quien caiga por el camino. La pregunta ¿podrá Héctor vengarse? Hay que leer la novela para conocer el final.

Una novela muy dura pero contada con delicadeza, huyendo del morbo y los detalles que puedan provocar pesadillas, y con el acierto de hacer capítulos muy cortos que dinamizan la lectura. Algo horrible, pero bien contado para que conozcas lo que se cuece ahí abajo pero sin dejar de atreverte a salir al mundo. Eso sí, hacia el final -a partir de que Héctor y Félix entren en la boca del lobo- y se encuentren con el tipo del garfio, es para ponerte los pelos de punta.

Recomendada.

Anika Lillo