Siete novelas cortas

Opinión:

En 1951 Carmen Laforet estaba en pleno apogeo literario. La publicación de su primera novela, "Nada", todo un clásico de las letras españolas, la había elevado al pedestal de los escritores más importantes de mitad del siglo XX, en un momento en que las mujeres apenas destacaban y en que los hombres ocupaban las librerías del país. Por entonces conoció a Lilí Álvarez, periodista que había hecho historia por ser la primera mujer española en participar en las Olimpiadas. Lilí profesaba a la sazón un profundo catolicismo hondo y complejo, motivado por la muerte de su único hijo. Carmen Laforet, quien se había mostrado muy pesimista con el país y poco voluntaria con la religión, pasó por una transformación interna que la hizo ser más beata. La amistad, además, les ayudó a superar esa sensación de que vivían en un mundo de hombres: la escritora, como comentábamos, era de las pocas que destacaban, junto a otras escritoras como Ana María Matute o Josefina Aldecoa. Ese mundo literario supuso para Laforet un mundo opresor y terrible, que posteriormente la empujaría a dejar de escribir y a esconderse del mundo.

Estas novelas cortas, publicadas entre 1952 y 1954, supusieron ese proceso de conversión religiosa que finalmente confirmaría con el lanzamiento de la obra "La mujer nueva". En palabras de la propia autora, en 1970, esto expresaba ella a propósito de esa época y de esas novelas cortas: <<(...)así comprendió que hasta las beatas más tópicas, defensoras de ciertas formas enmohecidas de religión y de una moral anquilosada, tenían algo bueno y difícil de encontrar (...): el deseo de colaborar al bien.>>. Las siete novelas presentadas aquí constituyen un aire fresco de optimismo para los personajes y para el lector/a. Ambientados en la posguerra (salvo Los emplazados), los variopintos personajes que desfilan viven sumidos en un mundo opresor y deprimente, acuciados además por el hambre, la falta de ilusiones y el control de los hombres sobre las mujeres. Éstas son las protagonistas absolutas, maniatadas, pero conservando un rayo de luz en la esperanza y en la ilusión a través de la fe. En ellas se respira un aire de rebeldía y de desacato, en un deseo interno y viviente de ser libre, algo muy propio de la autora.

Carmen Laforet es una maestra de la literatura. Estas novelas constatan su gran capacidad por narrar historias vívidas y palpables sin la necesidad de alargarse en eternas descripciones psicológicas o paisajísticas. Sus narraciones son austeras, sin grandes pomposidades ni adornos, pero mágicas y estupendas. Son historias muy visuales, además, que facilitan la imaginación al lector/a, quien empatizará con todas esas mujeres y hombres que sufrieron los estragos de una guerra y de un franquismo terribles.

Son tramas muy cercanas, muy próximas a tantas y tantas personas que no han sido ricas y que han sufrido ilusiones perdidas. Carmen Laforet sabe conectar con el pueblo, con la sociedad media-baja, empleando una situación atrayente, absorbente e interesante. Empleando también un vocabulario accesible y entendible, que no se suma en tecnicismos. También contienen unos finales sorprendentes, poco esperados, que rompen con toda la introducción y el nudo, lo que convierten estas novelas cortas en bellas piezas de arte.

Ella nació en 1921 en Barcelona. En 1944 causó una gran sorpresa por ser la vencedora del primer Premio Nadal, con la novela "Nada", que resultó ser muy transgresora y que iniciaba una literatura marcada por el desánimo y de la desilusión de la posguerra. No ha publicado muchas obras, ya que la presión mediática y literaria la impulsó a dejar de escribir y a vivir fuera de los focos mediáticos. En 1956 fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura y en 2002 fue candidata al Premio Príncipe de Asturias de las letras, que al final se llevaría Arthur Miller.

El libro incluye un prólogo sentido de Álvaro Pombo, fiel admirador de la escritora barcelonesa, y una nota de uno de sus hijos que descubre un prólogo de la propia escritora en 1970.

Cristià Serrano