Sánchez

Opinión:

La prosa de la malagueña Esther García Llovet (Málaga, 1963) brilla cuando se sumerge en la noche madrileña y esos submundos entre hampones y colgados que tanto le atraen. Este "Sánchez" de escueto título es parte de una trilogía a la que pertenece su referencia anterior, "Cómo dejar de escribir", novelita (tan breve como la que ahora reseño, poco más de cien páginas) que fue considerada obra de mérito por el premio Herralde de 2016, aunque no se le fuera concedido el galardón. Pude reseñarla en su momento para este portal, y el gusto que dejan ambos libros es muy parecido, aunque conviene decir que "Sánchez" supera a su antecedente en armonía y acabado.

Una trama hasta cierto punto inverosímil recorre las páginas: el Sánchez del título es un protagonista que siempre anda falto de dinero y con muchas ganas de encontrar problemas. La ocasión será propicia cuando aparezca la posibilidad de vender un buen galgo de carreras a una italiana. Nikki, narradora de la historia, será su socia en la carrera para encontrar a Cromwell, ese apreciado galgo que puede generar dinero.

Esther García Llovet parece especialmente interesada en perseguir lo instantáneo de la vida. Sus personajes siempre están en movimiento, de una manera u otra. Muchas acciones transcurren al aire libre, en coches, son acción a la vez que diálogo. Heredera clara de las propuestas del cine, la literatura de García Llovet, a lo que puede verse en ambos libros, es como una de esas personas que sabe tener estilo colocándose encima prendas raídas e informes que a cualquier otro sentarían francamente mal. Si uno lee un par de páginas, ya se da cuenta de que los materiales empleados para componer "Sánchez" son bien pobres: sintaxis simple, vocabulario básico, personajes de serie B, un Madrid más soñado que vivo. Sin embargo el conjunto compone una novela agradable entre la bohemia y el noir, narrada por Nikki, una chica que tiene un imán especial para ser testigo de lo que no debe y atraer a quienes no debería acercarse. Historias urbanas que pretender entrar en esos inframundos que todas las grandes ciudades albergan.

Rafael Ruiz Pleguezuelos