Versos de un joven poeta

Opinión:

La mejor puerta de entrada en el mundo de la poesía es la obra de Rilke, especialmente si uno es un joven poeta con aspiraciones de futuro. Rainer Maria Rilke, como todos los poetas, también fue joven, y "Versos de un joven poeta" es una muestra de ello: una obra que demuestra que la juventud también puede ser sabia, pero siendo al mismo tiempo imperfecta. Este es el camino que, poco a poco, llevaría hasta la colosal obra que catapultó a Rilke al panteón de los grandes poetas: las "Elegías de Duino".

En esta selección, realizada con mucho cuidado por Ignacio Echeverría, el primer texto que el lector encuentra es el más paradigmático. Se trata de "Carta a un joven poeta", la primera de un conjunto de cartas que Rilke enviaría como respuesta al desconocido poeta Franz Xaver Kappus. En esta carta, el poeta expone sus ideas artísticas, sus recomendaciones y sus ideas sobre la vida misma. La idea central, que me parece de una sabiduría infinita, plantea que todo poeta, en sus inicios, debe olvidarse de la proyección exterior de su obra -nada de enviarla a revistas o esperar críticas- y debe centrarse en entender qué es lo que le ha motivado la escritura.

Tras ello, la obra incluye un grupo de poesías juveniles donde el tema vuelve a ser la literatura, añadiendo ahora la creación artística y, sobre todo, interesantes reflexiones sobre la materia a la que da forma, las palabras. El texto central de la antología es un poema narrativo, el primero que tuvo gran repercusión de Rilke, que es "La leyenda de amor y muerte del alférez Christoph Rilke". En este poema, el autor narra la muerte de Christoph Rilke en Hungría, luchando contra los turcos, si bien el interés del poema reside en la descripción metafórica que hace de las etapas de la vida.

La verdadera joya de la obra se guarda para el final: "El libro de las horas". En estos poemas, mucho más maduros, Rainer Maria Rilke reflexiona sobre la vida en constantes referencias a la divinidad. Este libro fue motivado por Lou Andreas-Salomé, íntima amiga de Nietzsche y de Freud, y plantea un Dios muy alejado de la concepción clásica. Siguiendo la misma línea de los anteriores poemas, el Dios rilkeano es una alegoría de la capacidad creadora del poeta, pues todo Dios necesita a los poetas para ser expresado. En estos versos, cercanos al panteísmo que ya proponían Novalis y otros idealistas románticas, está condensada toda la filosofía estética que más tarde se reflejará en las "Elegías de Duino".

Darío Luque