Una boda en Lyon

Opinión:

Es fascinante cómo el pequeño formato de los Cuadernos de la editorial Acantilado desprende una delicadeza similar al contenido de sus páginas, sobre todo si quien las habita es Stefan Zweig. En la portada de "Una boda en Lyon" nos encontramos con una pequeña corona de flores, algo lleno de vida y color que destaca, solitario, sobre un fondo liso. La imagen hace referencia al principal relato de esta pequeña recopilación, el que le da nombre al libro: una historia que se mueve entre el amor y la muerte, un pequeño impasse que nos da aire ofreciéndonos lo más hermoso y lo más cruel de la humanidad.

Zweig nos sitúa en Lyon, en la época del Terror jacobino, marcada por las ejecuciones ordenadas por Joseph Fouché, de quien el autor escribió una biografía, "Fouché. Retrato de un hombre político", publicada por Acantilado en 2011. Con ese trasfondo histórico, nos hunde en una oscuridad dolorosa de la que emerge una pequeña luz que hace que la espera de la ejecución de los condenados se impregne de una calidez humana difícil de encontrar en un momento como ese.

La forma en que Zweig retrata la actitud de los que aguardan en el sótano, cómo se observan con indiferencia, cómo mantienen el perímetro del espacio que creen suyo, aunque sea un lugar de muerte, aunque no haya nada que les pertenezca ya porque ya ni siquiera su vida es suya, hace que la pequeña transformación que sufren ante la historia de los dos enamorados sea todavía más extraordinaria. Vemos una pequeña luz de esperanza en la oscuridad; un pequeño milagro en una noche aciaga… Pero los milagros no duran para siempre, y menos cuando la parte más siniestra del hombre tiene el poder de destruir al otro.

El segundo relato, «La caminata», nos propone un viaje que nace de la necesidad de encontrar y comulgar con una fe que tiene como bandera la compasión y la generosidad. Un joven, movido por el deseo de conocer en persona al hombre que ha llenado de palabras bondadosas su mundo, va a buscarlo, casi obsesionado, temeroso de no llegar a tiempo. Una historia con apuntes religiosos y comportamientos muy humanos que, para aquellos que hayan leído los cuentos de Ray Bradbury, podría llevarlos a recordar, salvando las distancias, «El Hombre», de "El hombre ilustrado".

En la tercera historia, Zweig nos ofrece la visión de la parte más hermosa de la conducta humana. La generosidad, la honestidad y la gratitud que habitan en «Un ser humano inolvidable» hacen que podamos imaginar qué pasaría si hubiera personas que no se rigieran por la acumulación enfermiza de propiedades, movidas por un capitalismo salvaje que lo devora todo sin importar nada. Narrado en primera persona, hay algo cercano, fresco y vital en esta historia donde la caridad se convierte en algo distinto.

Por último, el cuento «Dos solitarios» expone una escena sencilla, la de unos obreros saliendo de una fábrica, que bajo la mirada de Zweig se convierte en un retrato sobre la condición humana. El compañerismo del grupo destaca frente a la soledad de dos figuras, dos seres distintos, que han sido siempre repudiados y abandonados por esas diferencias. La crudeza y la dulzura que desprende esta historia sirve como reconciliación, una intimidad que Zweig nos regala, convirtiendo estas narraciones en algo parecido a cuatro pequeños tratados humanos en forma de cuento. Y es que, a menudo, en la ficción podemos observarnos mejor que ante un espejo.

Inés Macpherson