Un mes en Siena

Opinión:

La exploración del arte pictórico de la escuela de Siena de los siglos XIII, XIV y XV, sirve a Hisham Matar como excusa para un recorrido íntimo, personal, que le sirve de distancia emocional con una violencia en el mundo que afecta a su espacio familiar, para poder situarse en el mundo, sentirse que forma parte de algo colectivo, de la posibilidad de compartir emociones, y normalizar las relaciones personales incluso en momento de especial dificultad personal.

Esta obra es un canto al ser humano, a su complejidad y diversidad, capaz de realizar formidables obras de arte y a la vez de la crueldad y la violencia, a la indiferencia y la soledad, a la alegría y el gozo de la comunicación.

Siena es sin duda un decorado perfecto para este esfuerzo literario, porque combina el poso de la sabiduría gracias a su larga historia, erigida sobre la diversidad de emociones humanas, poblando cada rincón, cada piedra, una calle estrecha o el espacio privilegiado de la contemplación de una obra de arte, con una realidad cotidiana donde la condición social, el origen, el idioma, la cultura, el color de la piel o la religión, pueden ser a la vez espacios de encuentro y discriminación, de alejamiento, de separación, o de identificación.

La prosa elegante del autor se pone al servicio de una narración que sitúa al lector enfrente de su propio espejo, como individuo dotado de valores, creencias y prejuicios, condenado a una realidad que también le permite un amplio abanico de reacciones y actitudes en absoluto neutrales, formando parte indisoluble de su tiempo.

Precisamente Hisham Matar desnuda esa realidad compleja, dando rienda suelta a sus propias percepciones, dejando que fluya su pensamiento mientras deambula por las viejas calles de Siena, mientras contempla una antigua obra de arte, escribe en su austero y circunstancial alojamiento, o penetra en ese mundo marginal y a la vez vivo del inmigrante que aspira a una seguridad y felicidad que sólo parece encontrar muy lejos de su origen.

Este libro es un hermoso reconocimiento a la hermandad del ser humano, recurriendo al arte como excusa perfecta para poner en valor su capacidad para lo bueno, porque es en la cultura donde se desata la posibilidad de crear, donde no operan las convenciones ni los ritos, donde se expresa la individualidad absoluta en una comunicación ligada a su contexto, a menudo eludida por una apresurada percepción, o en el indeseable protagonismo de la dimensión más oscura del ser humano. 

Como escribe el propio autor, "cada día iba paseando hasta sus lindes -norte, sur, este, oeste- y muchas veces tenía la impresión de estar rastreando los límites de mi propia persona. Siena era tan variada y compacta, tan pequeña e inagotable, que durante los días que viví allí me parecía no tener fin".

Gracias a Hisham Matar podemos trazar una línea de mirada distinta a nuestro propio entorno, tan sobrecargado de excitación cotidiana que nos hace despistarnos de los realmente importante, aprendiendo a reconocer lo que vemos pero no miramos, a volver a dar importancia a lo que realmente lo merece, porque el ser humano ha demostrado saber hacerlo muchas veces en su pasado. Gracias Hisham Matar por recordarlo en este espléndido libro.

Jorge Riet