The Gold Medals. Los grandes premios internacionales del fotoperiodismo

Opinión:

Este libro es oro. No me extraña que se titule "The Gold Medals" (Las medallas de oro) porque cuando lo cierras sólo ves eso, oro puro, o diamante, o la piedra preciosa más valiosa que puedas imaginar. Esa sensación es la última, la definitiva, pero mientras estás curioseando las fotos son varias las emociones que sientes.

A cada fotografía le acompaña el nombre de su autor, el premio que se llevó, y un texto -ni muy grande ni muy pequeño, para mi gusto perfecto- sobre el autor y la fotografía. Texto e imagen hacen una simbiosis perfecta.

Y las emociones ¿qué voy a deciros de las emociones? Algunas las conocía, son increíblemente famosas (por ejemplo Nick Ut, con la foto de la niña del napalm -que corría desnuda huyendo de las bombas de napalm-; o la de Manuel Pérez Barriopedro, con Tejero, mano alzada y pistola en la otra mano, imponiéndose en el Congreso de los Diputados; o la de la joven que se quedó sin nariz por la agresión con ácido (lo siento, soy incapaz de parar en esa página a mirar el nombre del autor porque me asusta enormemente), o aquella que realizó Charlie Cole en Pekín donde un manifestante anónimo en la revuelta de estudiantes chinos, se quedó de pie, parado, ante una fila de tanques)

No os miento si os digo que he llorado o casi he llorado con algunas, como la de Anthony Suau y la madre que se aferra llorando al escudo de un policía en Corea del Sur en 1987, que me ha sobrecogido, pero la que más me ha emocionado y me ha hecho llorar es la que le hizo Frank Fournier a la pequeña Omayra Sánchez, víctima de la erupción del volcán Nevada del Ruiz, en Colombia (1985), que quedó atrapada entre ruinas, maderos y agua, y acabó muriendo ante las cámaras. Yo vi aquellas imágenes en televisión, por lo que me la ha traído de vuelta con toda la tristeza del mundo. Esta es de las pocas que la fotografía es en color, y ahí acertó el autor, porque el brillo de su mirada no tiene precio: si la miras (y te mira directamente a los ojos) y recuerdas cómo murió desfalleciendo, se te hace un nudo en la garganta y lloras.

Lo malo, quizás, es lo mucho que puedes llorar si eres sensible porque este libro está repleto de imágenes -no tan famosas- que tocan lo más profundo de tu ser. Te remueven por dentro, te provocan dolor, asombro, pocas veces felicidad (es mucho más profundo el dolor), sorpresa, sobrecogimiento, miedo y curiosidad, pero mayormente dolor. El motivo es que cada vez aparecen más imágenes de guerra, de víctimas infantiles, de sangre y muerte en cuerpos pequeños, y el estómago se encoge.

No me extraña que fueran premiados, entre lo que provocan con una sola imagen, y lo que muestran éstas, las sensaciones son casi palpables. Es la magia del fotógrafo, aunque te haga llorar, aunque te provoque sobresaltos, aunque te ponga triste. Una imagen capaz de provocar todo eso ¿cómo no premiarla?

Otras no proporcionan sensaciones especiales pero sí muestran momentos históricos memorables como la de Rudi Frey con Lech Walesa hablando al pueblo e impulsando la huelga general en la Polonia de 1981.

Abundan las imágenes en blanco y negro que sin duda son mucho más efectivas que las de color (exceptuando algunas como la de Omayra, que son puro acierto) y desde luego recorren todo el planeta, desde los países árabes hasta la América más profunda, los mares congelados de los inuits o las playas de cualquier costa, desde países latinoamericanos a países orientales, desde España hasta cualquier rincón de Europa.

Es un libro de oro encuadernado con una gran calidad, igual que sus fotografías y todo su contenido. Un libro de matrícula de honor.

Anika Lillo

Foto homenaje: