Remedios para la vida

Opinión:

Parece un anacronismo hablar de autoayuda en el año 1366, cuando Francesco Petrarca termina en Milán la redacción de los 254 diálogos en latín que titulará "De remediis utriusque fortunae" (literalmente, "Sobre los remedios contra la buena y la mala suerte"). En esta edición, a cargo del poeta y profesor José María Micó -responsable, por cierto, de una excelente traducción de la "Comedia" de Dante-, se nos ofrece una selección de treinta y cinco de estos diálogos; una selección que, por diferenciarla de la obra original, se ha rebautizado con el título de "Remedios para la vida", totalmente acertado y quizá más comercial que el que decidiera el poeta de Arezzo. Si hablo de autoayuda no es, en cualquier caso, porque haya en estas páginas un discurso similar al que el lector puede encontrar en la literatura 'new age', sino más bien por su parentesco con los tratados de filosofía práctica que tanto nos han hecho reflexionar en época contemporánea, desde John Stuart Mill hasta Nietzsche. Es el sentido utilitario y pragmático de estos textos lo que nos permite clasificarlos como autoayuda, incluso mucho antes de que este género existiera como tal.

Hacia el final del libro segundo del "Secretum", cuando el poeta y San Agustín reflexionan sobre el tema de la fortuna, el primero nos dice que se extenderá más sobre esta cuestión en otro lugar. Esta primera mención al proyecto cobrará mayor relevancia cuando Petrarca le escribe a Jean Birel a propósito de un libro que ha de aliviar las pasiones del alma. A partir de su extenso epistolario y de las notas de sus contemporáneos, Micó nos ofrece numerosos datos sobre el proceso de escritura del libro, que se extendió a lo largo de una docena de años vividos a caballo entre Milán, Padua y Venecia. En este misma introducción, Micó nos ofrece una de las claves de lectura del libro: su inspiración en el "De remediis fortuitorum", uno de los muchos tratados atribuidos a Séneca, cuya lectura fue muy popular a lo largo de la Edad Media. En verdad, la obra forma parte de una tradición de filosofía práctica y moral que puede rastrearse hasta las "Moralia" de Plutarco, los opúsculos de Luciano de Samósata o el "De consolatione philosophiae" de Boecio, sin excluir tampoco las tan leídas "Meditaciones" de Marco Aurelio.

Como muchos otros tratados filosóficos renacentistas, los capítulos de "Remedios para la vida" se articulan por medio de diálogos en los que las pasiones humanas (el gozo y la esperanza en el primer libro, y el dolor y el temor en el segundo) exponen los aspectos positivos y negativos que les suscitan una serie de temas, y reciben las respuestas meditadas de la Razón, que lleva la voz cantante en toda esta estructura dialogada. Los temas que se problematizan en estas páginas son muchos y muy diversos, como la belleza corporal, la salud, la memoria, la sabiduría, la libertad, la fama, la felicidad, la guerra civil, la envidia y la muerte, entre tantos otros. A lo largo de las páginas, la Razón se apoya en las enseñanzas y teorías de autores clásicos -como Platón, Séneca, Terencio u Horacio- para reforzar la autoridad de sus planteamientos.

De esta forma, la Razón advierte a sus interlocutores del carácter fugaz de la belleza y de la poca confianza que el hombre puede depositar en la libertad. También reprocha conductas banales, como el juego de pelota y la posesión de bienes -incluso de libros- o la altivez de quien presume de tener amigos importantes. Cuando se trata de cuestiones claramente negativas, como el hecho de tener una casa pequeña o el de haber nacido en una familia pobre, la Razón sanciona las quejas e impone una visión profundamente estoica, marcada por la imagen de la muerte.

Así pues, los lectores encontrarán entre los diálogos de "Remedios para la vida" instrucciones, sentencias y consejos que muy posiblemente arraigarán en el pragmatismo de la sociedad contemporánea.

Darío Luque