Princesas
Título: Princesas
Título Original: (Fürstinnen, 1917)
Autor: Eduard von Keyserling
Editorial:
Nocturna
Colección: Noches Blancas
Copyright:
© Eduard Von Keyserling, 1917
© Nocturna Ediciones, S.L., 2010
Traducción: Carlos ForteaEdición: 1ª Edición: 2010
ISBN: 9788493739669
Tapa: Blanda
Etiquetas: romance costumbrista intimista literatura alemana novela novela sentimental nobleza relaciones personales
Nº de páginas: 255
Argumento:
Eduard
Graf von Keyserling (Castillo de Paddern, hoy Letonia, 1855-
Munich, 1918), es un escritor alemán, de una antigua y noble
familia germano-báltica y primo del filósofo Hermann Keyserling.
Inició sus estudios en Dorpat, pero se vio obligado a abandonarlos
por un incidente social. Marcha, Con 23 años marchó a Viena a
estudiar filosofía e historia del arte. A finales de siglo se
trasladó con sus hermanas a Munich, posteriormente quedó ciego como
consecuencia de la sífilis que padecía. Se le considera un
exponente del impresionismo literario.
La novela discurre como un río atravesando un llano: lento, cantarín, inmerso a la vez en el paisaje que le circunda: naturaleza pura. La princesa viuda von Neustatt-Birkestein, retirada en un pequeño principado en la campiña, lejos de la vida cortesana y ciudadana, vive plácidamente entre ensueños y la dulce admiración contenida que le ofrece el conde Streith, su solitario vecino y consejero, que, por ser de un nivel inferior, nunca podría ser admitido como su igual. Vigilante de sus tres hijas, Roxane, Eleonore y la pequeña Marie, para que su educación, lejos de la corte, se pueda realizar sin tropiezos y su futuro matrimonial pueda arreglarse adecuadamente, como es de esperar en una familia principesca. Es la joven Marie la que concentra el interés del autor; la dulce niña, ingenua, inocente, y mantenida entre algodones por una supuesta delicada salud; lo que más desea es vivir como el resto de jóvenes, disfrutar de correr y saltar, perderse entre los bosques y comer fresas salvajes. Irradia amor por todos sus poros, cualquier presencia la inmoviliza, la atrae, la enamora. Ha de luchar contra su deseo constante de vivir y el mantenimiento del protocolo, las convenciones, la vida regulada y el sendero trazado en el que se ve aprisionada, como en una jaula de oro. Pero no sólo es ella la que vive en jaula dorada: pronto vemos que su madre, la princesa viuda, así como el amable y contenido conde Streith, están todos enjaulados, limitados socialmente y por sus propios vínculos del honor y la dignidad. Valores nobles condenados a desaparecer, y que nos muestran su crepúsculo, como el canto del ruiseñor en la noche.
Opinión:
El autor estaría, pues, en la línea de Hugo van Hoffmanstahl o de
Stefan Zweig;
de Baudelaire y Verlaine; o de Selma
Lagerloff, por dar unos breves toques que nos sitúen
literariamente. Prima en esta obra la manera como está escrita que
la narración, propiamente. Porque apenas si hay acción en ella, es
un leve discurrir, absorber olores, sonidos y colores del paisaje
maravilloso que rodea a los personajes, que viven
plácidamente en un mundo decadente abocado a la desaparición brutal
tras la Gran Guerra. Según la definición del insigne filólogo J. A.
Pérez-Rioja, el gusto de lo incompleto; el recrearse con una
realidad evocada sensorialmente antes que profundizada y objetivada
en sus relaciones espirituales; y, en fin, la captación de lo
fugaz, de la luz, del color o del sonido son otras tantas
características típicas de ese modo o actitud permanente que se
llama impresionismo, concepto que podría aplicársele como
estilo literario a este autor. Este estilo supone una reacción
frente al frío academicismo así como al romanticismo sentimental.
Utiliza, pues, una sencillez de lenguaje para describir lo
cotidiano, tanto en las escenas humanas como en el paisaje, que nos
evoca con pinceladas muy coloristas, y con breves trazos emotivos y
sensuales. La sensualidad es uno de sus rasgos más destacados.
Incluso las escenas más dramáticas, están descritas con tal
delicadez que apenas suponen un sobresalto, las leemos como lo más
natural del mundo: el movimiento de las finas cortinas con el aire
vespertino, el olor de los tulipanes, la enumeración de las rosas
del jardín...y la visión del amado en brazos de otra, haciendo
añicos los sueños y las ilusiones que cada una ha imaginado en
soledad.
Tras una primera parte de cotidianeidad, donde podemos impregnarnos de la vida campestre y relajada de los nobles protagonistas, en la segunda parte el conflicto se desata, después de verlo venir como un pequeño navío en la distancia, que de un punto minúsculo en la distancia pasa a convertirse en una gran embarcación que finalmente se estrella en las rocas ante nuestros ojos sin que nada podamos hacer salvo observar, entristecidos, cómo se dirige a su final anunciado.
Conmovedora es la escena de la
excursión al ruiseñor: recuerda la merienda campestre de El
Gatopardo, obra muy similar en algunos aspectos, aunque
superior, lógicamente. El ruiseñor sólo canta al anochecer, y en
esos momentos en que la hora se vuelve azul es cuando, ante el
silencio del crepúsculo campestre, vibran los trinos. Cuando
todo está silencioso y tranquilo a nuestro alrededor, -dice un
personaje- suele venirnos a la mente una idea en la que podemos
pensar una y otra vez.
La edición es cuidadísima, la prosa elegante y una traducción
impecable, como no podría ser de otro modo con Carlos Fortea. Una
deliciosa lectura de tarde primaveral, para leer en una terraza
ajardinada o cómodamente relajados en nuestro sillón
preferido, mientras el olor a azahar nos impregna y el run-rún del
mar se escucha a lo lejos. No es lectura de metro.
Ariodante
Abril 2010
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Comentario de los lectores:
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