Nuevas leyendas aragonesas

Opinión:

Una leyenda suele ser una historia que ocurrió hace muchos años y ya sea de forma oral (la mayoría de las veces) o escrita, va pasando de generación en generación hasta que casi se da como hecho verídico. Y suele ocurrir que en cada uno de los pasos que va dando, cada versión da un pequeño giro que se adorna al estilo del que la cuenta. En una tertulia literaria en la que participan estos autores (que ya daría para leyenda) se sembró la semilla y fue creciendo de lo que ha acabado siendo esta publicación por parte de Mira Editores. Y espero que con el paso del tiempo, quién sabe, sean de verdad esas nuevas leyendas que mis tataranietos contarán a sus hijos.
 
Voy a ir describiendo por riguroso orden de aparición los relatos. Pero antes, decir que hay 6 historias y como la región de Aragón consta de tres provincias: Zaragoza, Huesca y Teruel, los autores han repartido los relatos entre ellas (situando la acción en un lugar de ella), así pues, hay dos de ellos por cada provincia. 
 
Óscar Bribián abre fuego, y nunca mejor dicho, con un relato (La leyenda de Escriche) situado en un pueblo de Teruel llamado Escriche. Allí, en la época de la Guerra Civil, vamos a vivir el enfrentamiento entre los dos bandos y las correrías de los soldados cuando deben enfrentarse a una vieja leyenda que mora en una casa noble de la zona cuando entran en ella a "requisar" todo lo que pueden. Un relato con muy buena descripción en cuanto al entorno que rodea al destacamento y que en la parte final se vuelve más tenebroso conforme avanzamos en el hilo de la leyenda, ya que la primera parte se centra en describirnos el camino que llevan hacia la toma de Teruel y diversas escenas de enfrentamiento entre ambos bandos. 
 
David Jasso sitúa su relato (Hijos del hielo) en Fuendetodos (provincia de Zaragoza), cuna del pintor Goya. En torno a un neverón y una época más lejana en el tiempo, donde en dichos neverones se fabricaba el hielo que posteriormente se vendía en la capital maña y en diferentes poblaciones, se cuenta una historia de amor y terror que congela la sangre de quien la lee. Al más puro "estilo Jasso", sus personajes sufren, y cuando piensas que ya está todo, aún hay más. Lo cierto es que la parte final cierra de manera brillante lo que nos ha ido contando, y cuando parece que ya ha terminado, este último capítulo deja las cosas más inquietantes si cabe. 
 
Roberto Malo sigue fiel a su estilo, y en cierta forma desengrasa la angustia que nos han provocado los dos anteriores con un relato rayano entre la ciencia ficción y gotitas de humor (El rayo rojo). Paseando por las calles aledañas a la plaza del Torico (situada en la ciudad de Teruel) el protagonista es abducido por un rayo rojo. Las consecuencias y peripecias que deberá pasar una vez vuelva a su casa son la parte donde Roberto despliega todas sus armas, y como no podría ser de otra manera, de nuevo da la sensación de que es algo que le ha ocurrido a él, porque el protagonista es un escritor que tiene problemas literarios parecidos a los de Roberto y que ya ha utilizado este recurso, por ejemplo, en su novela "Maldita novela". 
 
Fermín Moreno con Señor del Moncayo, sitúa la trama entre la ciudad de Zaragoza y las faldas del Moncayo, con Tarazona como parte importante, ya que la figura del Cipotegato tiene buena parte protagonista en la historia. Fermín nos lleva a un futuro algo apocalíptico, con las calles de Zaragoza inundadas en ciertas épocas del año, con sectas religiosas que tienen el terreno sembrado con esta situación y con un circo de "monstruos". Y esto es algo que el autor ya ha utilizado en anteriores ocasiones y que de nuevo se reinventa en este relato. Me encanta cómo dibuja los personajes, cómo los hace actuar durante su parte de papel en el relato y cómo los "humaniza". 
 
José María Tamparillas nos acerca con Los hijos de Caín a un relato que ahonda en las raíces de las personas de un pueblo de la provincia de Teruel, pero que bien podría ser cualquier otro, e intenta dar una explicación al fenómeno de los pueblos abandonados, algo que tenemos muy presente en esta región. Para ello, de buenas a primeras, en la plaza de este pueblo va aparecer una roca de unas dimensiones considerables y que nadie sabe ni ha visto como ha surgido allí. No es algo que importe al lector, lo que de verdad es importante en esta trama es cómo surge lo peor de nosotros mismos, nuestros miedos, nuestros errores... Y si encima el autor lo adorna con la prosa de la que suele hacer gala, pues tenemos ante nosotros otro ejemplo de buen relato con inquietud, temor, y misterio. 
 
Juan Ángel Laguna Edroso nos lleva de la mano hasta la zona de Santa Cilia de Jaca, zona pirenaica y ya desde el título, Tierra de brujas y endemoniados, ya nos avisa de qué va a tratar su leyenda. Conocedor de esa zona, describe su atmósfera neblinosa, rodeados de montañas, de viejos caserones donde por circunstancias de la vida, un hombre y sus tres hijos pequeños deben volver a sus raíces y vivir de nuevo en el pueblo donde pasaba sus veranos. Allí irán sucediendo una serie de cosas que nos despertarán sentimientos encontrados, porque pasaremos del miedo, del terror a otro momento más tierno con una belleza sin igual.
 
Conozco a todos y cada uno de ellos en diferentes lecturas de otros de sus trabajos y reconozco en sus relatos cada una de sus virtudes (y algún defecto pero que lo disimulan muy bien) como contadores de historias. Tienen su estilo propio y han intentado volverlo a demostrar con estas leyendas. Añado que al final de cada una de ellas, los autores han añadido una pequeña explicación del porqué de su historia.
 
Sin duda, la semilla que se gestó, se plantó y se fue cuidando en aquella primera charla, ha dado un fruto fresco, exquisito y lleno de sabor, y como no podría ser de otra manera con denominación de origen de Aragón.
 
Fernando Martínez Gimeno