Museo animal

Opinión:

Resulta de alguna forma poético que una confusión de identidad, la del autor, fuera la responsable de que "Museo animal" acabara en mis manos. A veces, no leer hasta el final las fichas de las editoriales puede tener consecuencias imprevistas. Y eso es lo que pasó aquí, cuando confundí a este Carlos Fonseca (costarricense con dos novelas publicadas) con el otro Carlos Fonseca (español, periodista y autor de "Trece rosas rojas", adaptada al cine, además de otras novelaciones de la Historia). 

Y digo que resulta poético porque la identidad, como realidad y como constructo social, es la reflexión que subyace en cada página de esta novela. La reinvención de uno mismo, la creación de segundas oportunidades para llevar la vida con la que soñamos basadas en máscaras. El poder de un nombre como forjador de lo que somos y lo que queremos ser. De cómo un mismo evento puede tener interpretaciones diferentes y conducir a realidades, e identidades, casi irreconciliables. Es una reconstrucción de una historia familiar, pero es también mucho más.

Porque si la trama principal nos habla de rehacer vidas y las elecciones que nos llevan a ello, Carlos Fonseca introduce también otras narraciones que nos llevan a explorar qué es el arte y cómo se convierte en otra cosa, cómo irrumpe en otros mundos como la economía y la política. De la amistad, del castigo de la soledad, de la literatura, de las mentiras que nos contamos a nosotros mismos para seguir viviendo, de la admiración por otros y la búsqueda de identificación con nuestros héroes. De las herencias no materiales y lo que hacemos con ellas.

"Museo animal" es una novela que, a medida que resuelve los interrogantes de sus personajes, introduce nuevos en la mente del lector. Un libro de los que te hacen pensar a cada capítulo. Un libro que pretende desmontar mitologías no tanto con hechos como forzándonos a una reflexión que ocurre siempre en segundo plano.

Una de las cosas que más me han llamado la atención de esta novela, y que ha hecho que termine considerándola más un ensayo sobre una realidad social que una historia de misterios a desentrañar, es la ausencia de diálogos. Es la voz interior del narrador la que nos va llevando de la mano, incluso cuando lo que se nos presentan son apuntes, notas o diarios de otros personajes. No hay en ella confrontación directa entre personas, solo reflexiones y juicios.

Corre así Carlos Fonseca un riesgo, ya que el uso de este tipo de narración, y de narrador, mal llevado, puede acabar saturando al lector y entorpecer el ritmo, haciéndolo más denso y más dirigido de lo deseable. Sin embargo, el costarricense sale airoso del experimento, aunque es cierto que en ocasiones, contadas, divaga un poco de más, y se recrea en exceso en algunos puntos, sufriendo la prosa las consecuencias, generalmente en forma de repeticiones innecesarias.

No son demasiadas las veces que esto ocurre, y el resto de la novela nos ayudan a perdonar estos pequeños fallos, que no restan el suficiente valor a la lectura como para dejar de recomendarla. "Museo animal" ha sido, en definitiva, una inesperada y agradable sorpresa.

María Martín