Los campos de concentración de Franco

Opinión:

No es casual que hasta la página 55 no leamos al propio autor, porque este nos sorprende al principio de su obra con un listado de cárceles olvidadas del franquismo, presentándonos con brutal eficacia una verdad demasiados años silenciada.

Pero esta obra no es un mero ejercicio de datos, ubicaciones y cifras, sino que es un imprescindible ejercicio de salud democrática porque nos arroja un cúmulo de verdades incómodas, sobre todo la del penoso olvido de tantas víctimas, al mismo tiempo que señala el pavoroso terror provocado por tantos verdugos desparramados por la geografía nacional. Pero un olvido que no se queda en el mero recuerdo ahora oportunamente traído al presente, sino porque nos zarandea en nuestra propia memoria personal de los que vivimos algunos años en la dictadura franquista y ya aquellos lejanos balbuceos democráticos de la Transición. Porque hacía años que no recordaba eso que precisamente ahora relata el autor de esta obra, aquello "de esas cosas no se hablan", que nos decían nuestros abuelos en la dictadura, cuando los niños preguntábamos curiosos por las hazañas bélicas que nos asaltaban una y otra vez, en los ecos de las guerras que protagonizaron el siglo XX, alguna tan trágicamente cercana como la mal llamada guerra "civil" española. Esas mismas historias que nos susurraban nuestros abuelos mencionando el apellido o el mote de aquellas familias que habían sido los derrotados de la guerra y pagado con creces durante décadas su pecado original ideológico.

Es extraño que cuando se habla de memoria histórica no se introduce nunca en el debate la desmemoria histórica deliberada, porque este asunto no trata de un mero ejercicio de recuerdo histórico más o menos incómodo para algunas personas, sino porque también trata de una esforzada desmemoria que se ha depositado sobre España durante décadas como una pesada lona bajo la que se ha ocultado la violencia masiva, la persecución sin respeto a los derechos humanos más elementales, como un juicio justo, la revuelta ilegal que venció a un Estado constituido en democracia parlamentaria. Esa esforzada desmemoria que el autor, citando con acierto a esa víctima que así lo señaló, nos muestra España como una Gran Casa de Bernarda Alba dominada por ese obligado silencio nutrido en las entrañas del miedo.

El autor acierta cuando señala que aquellos que se oponen a la recuperación histórica de nuestro pasado de nuestro país, o incluso peor cuando manifiestan su oposición o desdén con quienes quieren recuperar los cuerpos de sus familiares enterrados en fosas colectivas escondidas o en simples cunetas de carretera, o lo ridículamente pero a la vez simbólica dificultad de cambiar nombre de calles y remover símbolos en forma de monumentos, que incluso hasta hoy persiguen sus detractores nostálgicos con acciones legales contra legítimos representantes democráticos del pueblo, forman parte de una actitud voluntaria y decidida por escoger el bando de esa desmemoria deliberada.

Este libro recupera la voz oculta de las víctimas de la represión franquista, denunciando la amnesia, la ausencia de recuerdo, ese paisaje camuflado por un poso de años que olvida una terrible injusticia, esa desmemoria peligrosa porque suaviza actitudes y comportamientos que supone un riesgo para cualquier democracia.

Una obra que con una exhaustiva información, brillante  resultado de una gran labor de investigación, con innumerables datos de interés que consiguen una visión precisa de todos las campos de concentración que se ubicaron por todo el territorio nacional, nos da pistas de cómo la sociedad civil ha avanzado en este trágico asunto con hercúleas dificultades y trabas en una senda que el propio Estado democrático, con todas las instituciones de los tres poderes, debían haber actuado al unísono. Este país tiene aún una gran cita pendiente con su historia, y este libro imprescindible viene a recordarlo, aportando una información tan preciosa, clarividente, bien argumentada y escrita, como necesaria.

Jorge Riet