Las devoradoras

Opinión:

"Las devoradoras" es un libro que ha sido comparado con "El club de la lucha" pero, aunque el concepto de un club subversivo que cada vez lo es más y que hace que sus miembros se desaten y acaben haciendo cosas ilegales sí que tiene alguna relación, las temáticas que tocan son muy diferentes. En este caso, las participantes del club buscan liberarse no de un capitalismo alienante, sino de la infinidad de restricciones y complejos que tenemos las mujeres por nuestra condición femenina. Se tocan así temas como la soledad, el miedo a no agradar, la ansiedad, la timidez, el abandono, los traumas, las relaciones tóxicas...

No me ha parecido, sin embargo, un libro que se pueda calificar como feminista. Ese concepto de empoderamiento a través de la comida y de ocupar espacios me ha parecido fantástico, pero en el libro se hace todo a escondidas, nunca en público, lo que hace que pierda todo el poder reivindicativo. Al final, para los personajes el club se reducía a momentos puntuales de liberación en el ámbito privado, y a seguir con la vida "normal" el resto del tiempo, eso sí, sin acomplejarse por haber engordado.

Al menos, eso es lo que se intuye, pero poco podemos saber de verdad porque, salvo Roberta, y por extensión Stevie, el resto de miembros del club están desdibujados. Apenas tenemos unos pocos datos sobre algunas de ellas, desde luego no los suficientes para conocerlas, y no sabemos cómo las cambia el club ni apreciamos ninguna hermandad en sus quedadas, más allá de que se ponen ciegas a comer, se emborrachan y se drogan juntas.

De hecho, el club es más anecdótico que otra cosa, siendo el desarrollo de Roberta lo principal, y creo que los puntos principales en dicho desarrollo no tienen que ver tanto con el club como con el hecho de conocer a Stevie y a su posterior relación con un antiguo compañero. Todas sus relaciones, por cierto, me han parecido muy tóxicas, incluyendo sus amistades femeninas.

La novela va alternando capítulos de presente, desde que Roberta conoce a Stevie y forman el club, y del pasado universitario de Roberta, donde le ocurrieron cosas que hicieron que su forma de ver el mundo cambiara por completo y se encerrara en un caparazón del que asoma la cabeza poco a poco. Se alternan también recetas que te cuenta la propia Roberta, ya que ella es la narradora y encuentra refugio en la comida. De este modo, la vamos conociendo muy íntimamente y entendemos sus traumas y algunos de sus comportamientos, aunque debo decir que me ha resultado difícil empatizar con ella.

En definitiva, el planteamiento está muy centrado en un personaje y no en el gancho del club, que era lo que tenía más potencial si hubiera habido desarrollo de cómo dicho club cambiaba las vidas de sus miembros, a las que sin embargo apenas conocemos. Eso hace que no haya encontrado lo que iba buscando, quizás es un libro más interesante para gente que se siente perdido al borde de la treintena y busca una protagonista en su misma etapa vital y con problemas para conectar con otros.

Déborah F. Muñoz