Las cien voces del diablo
Título: Las cien voces del diablo
Título Original: (Las cien voces del diablo, 2011)
Autor: Ana Cabrera Vivanco
Editorial:
Grijalbo
Colección: Narrativa
Copyright:
© Ana Cabrera Vivanco, 2011
© Random House Mondadori, S.A., 2011
ISBN: 9788425345647
Tapa: Blanda
Etiquetas: romance amor Cuba literatura cubana novela sentimental realismo mágico romántica
Nº de páginas: 280
Argumento:
La trama gira en torno a Jacinto, un personaje que representa al
típico conquistador, un amante mujeriego e irresponsable, que huye
sin explicación cuando llega el momento de estipular un acuerdo
amoroso, que retrasa sin disimulo alguno, aprovechándose de ese
encanto que le caracteriza.
La historia de una población que se puede resumir en base a las
vivencias que acontecen en el interior de sus villas. Años que
serán testigos de secretos y pasiones, así como de los varios
disfraces que adoptan los buenos que no son tan buenos, y los
malos, que tampoco lo son tanto.
Mediante un marcado lirismo, Ana Cabrera Vivanco nos ayuda a
reflexionar sobre nuestros propios demonios y nuestras partes más
amables, el hecho de que todos poseemos ambos, y la facultad de
elegir que poseemos las personas para que la balanza se incline a
favor del bien o del mal.
Navegamos de un extremo a otro, y somos susceptibles de encallar
en cualquiera de ellos, dependiendo de las circunstancias del
momento.
Opinión:
Esta es la segunda novela en narrativa de Ana Cabrera
Vivanco, periodista y escritora cubana que reside en
Tarragona. El eje de Las cien voces del diablo (2011) es
el realismo mágico, el eje alrededor del cual gira esta novela, del
que encontramos huella a lo largo de toda la narración.
Me llama extraordinariamente la atención esa manera de rescatar el
lenguaje que tiene Ana Cabrera Vivanco, lo que
sólo puede darse en alguien que posea un exquisito manejo del
vocabulario. Esto es evidente, y por poner un ejemplo,
rescataré la impresión que tuve de reconocer a los personajes desde
las primeras páginas, gracias a una sorprendente unión de
palabras que describen sin que el lector se percate; no
resulta rebuscado, ni pesado de leer, porque tampoco se trata de
descripciones predecibles a base de adjetivos, sino de un
encadenamiento de situaciones, percepciones que nos descubren
nuevos aromas, texturas, sabores.
La novela se sostiene a la perfección dentro de este difícil
género, sólo superado por unas pocas voces de la literatura, y no
es en vano que se la haya comparado con grandes de la escritura y
del mismo género, como García Márquez (personalmente,
le encuentro cierta familiaridad con Isabel Allende, quizás por ser
mujer).
Ana
Cabrera Vivanco juega con el lenguaje de un modo
grácil. El lector conseguirá entender los cubanismos
que aparecen en la narración, un conjunto de palabras y expresiones
que producen el ritmo y la musicalidad necesarios para que la
novela en su conjunto goce de una atrayente armonía, sin
la necesidad acuciante de frenar la lectura para consultar el
diccionario. A través del contexto se adivina el
significado de esos cubanismos, detalle esencial para que
no nos atasquemos en la lectura y podamos proseguir al ritmo
marcado.
Los amantes de la prosa lírica estarán encantados de tener en sus
manos esta novela en la que no faltan situaciones o personajes con
características inverosímiles, como puede ser alguien que es capaz
de adivinar el futuro por el aroma que flota en el aire, u otro que
siente cómo el propio diablo invade su cuerpo, justificación manida
cuando uno no es capaz de controlar sus instintos
carnales.
En esta novela hay pasión y hay también mucho lirismo. Los
rasgos de la mayoría de los personajes que aparecen en
Las cien voces del diablo están sin duda alguna
retratados a base de sufrimiento y deseos ávidos, de secretos
que se consumen en la mazmorra que supone una promesa, ya sea en
forma de hábito o de la propia confianza depositada en otro. Porque
todos los personajes tienen su lugar en la obra, desde el padre
Teodoro, o el médico, Horacio Malapata, la criadita Marcela, o
Cheché, la sirvienta que huele a canela, vainilla y esencia de
limón.
Los Tres Soles, El Hijo del Diablo, Villa Veneno, son los
tres títulos en los que se divide el conjunto de la
novela. Dos de ellos dan nombre a las villas que se mencionan
en la narración, mientras que la lectura del tercero nos mostrará
el nudo de esta trama.
Los sucesos que se desarrollan en esta obra desprenden un halo de
inspiración lírica, ya sea a través de la imagen que nos supone un
chiquillo amamantado por un chivo, del modo en que articula las
apariencias, tratando de justificar ciertas reacciones que se dan
en los personajes, o de la explicación psicológica de los
sentimientos, que en un momento dado se atribuyen -de manera
categórica- a un simple tacón. Un tacón que representa el amor
y el odio, la pasión y la aversión, a un mismo tiempo.
En cuestiones de erotismo, Las cien voces del
diablo suma varias escenas explícitas en las que se
conjuga de nuevo imaginación, poesía y vehemencia. La
sensualidad es un denominador común de la obra, que podemos
integrar sin dificultad de un modo natural.
Los personajes son tan creíbles
como lo pueda ser la propia imaginación del lector, guiado por una
narración que envuelve desde el primer capítulo, porque se trata de
elementos universales que derivan en los temas principales que se
tratan en esta novela. La muerte con mayúsculas, la vida en
todo su esplendor y en toda su oscuridad.
Los opuestos consiguen centrar al lector en el mundo de los
sentimientos, y es por tanto capaz de descubrir pasiones
desbordadas en personajes que parecían representar a alguien
anodino en apariencia, y viceversa.
El bien y el mal que coexisten en nuestro interior luchan por
ocupar el sitio que les corresponde en el realismo mágico de
Las cien voces del diablo. Y sin duda Ana Cabrera
Vivanco lo ha conseguido.
Saray Schaetzler
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Comentario de los lectores:
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