las buenas intenciones y otros relatos

Opinión:

Creo que la palabras derivadas de “encantamiento” deben reservarse para ocasiones tan especiales como esta y poder decir, después de leer los cuentos del primer libro de Ángel Zapata (recuperado ahora por la incansable editorial Páginas de Espuma), que me han encantado estos catorce relatos, porque dejan la sensación de que cada uno de ellos es un ente orgánico, donde no pasa nada porque lo que pasa precisamente es el propio cuento. Zapata crea artefactos narrativos que respiran y se levantan y echan a andar ante nuestros ojos. Como autora no puedo dejar de admirar lo sencillo que parece en sus manos hacer que esto suceda, dejar que los cuentos se cuenten, sin obstáculos ni curvas descendentes, porque sé lo complicado que en realidad es conseguir encontrarle el pulso a los personajes, el tono a los diálogos, el humor a la pequeña tragedia cotidiana, los objetos y correspondencias que procede hallar diseminados aquí y allí, los secundarios que deben hacer los coros a los actores principales de cada historia. Qué otra cosa puede encontrar en su plato el niño de Ecuador, que no sea ese fémur triste, me pregunté, tras leer el relato. Es muy complicado construir este edificio de hallazgos y misteriosas relaciones insustituibles, donde el lenguaje, el brillo poético que desprenden las palabras es tan necesario, aunque en una lectura despreocupada no se tome conciencia de ello. Pienso en cuánto me gustan este libro esférico y el desaliento, la incertidumbre anonadada con que muchos de los personajes asumen una revelación que se manifiesta de pronto, y para la que casi nunca se está preparado. Los seres que nos rodean son extraños, adversarios que engañan, prohíben, acosan. Estar en el mundo ya es una forma de desasosiego, y ello se percibe a pesar del humor y la inteligencia con los que Zapata ha sabido capear el derrotismo, o afrontarlo, en el caso de Mitades, por ejemplo, como un ejercicio de heroísmo cotidiano: sobrevivir implica, en ocasiones, que hay que rendirse y aceptar que un moratón en el hombro de tu novia es justo eso que parece, el mapa explícito de una traición que ni siquiera se lamenta.

Las buenas intenciones y otros cuentos es un libro heterogéneo en cuanto a la extensión de los cuentos, que en ocasiones no superan la carilla, como en el caso del ya mencionado Ecuador, tan potente como breve gracias a la imagen del hueso alimenticio que se convierte en eje simbólico de la cubierta del libro. Hay un buen número de cuentos que fluyen a lo largo de dos o tres páginas, con un uso de diálogos en los que la irrupción del absurdo es  recurrente y puede que el texto que más choca encontrar en este volumen sea Lo bueno siempre es poco,  mucho mas extenso que el resto de los cuentos y en el que creo resuenan ecos del realismo mágico hispanoamericano, eso sí, adaptados a un entorno y personajes inconfundiblemente peninsulares. El Macondo ideado por Zapata es un lugar asolado por los incendios donde habita el matrimonio formado por Marcos Antolín, el gigante bueno y un poco corto de entendederas y Paula, la panadera indomable que baña a su esposo cada sábado, en un barreño que coloca en el jardín. Bajo ese envoltorio amable, casi podría decirse que naïf, en el relato late una historia cargada de frustraciones, de amenazas implícitas, desde la crítica sibilina a la autoridad política y religiosa que encarnan el marqués y el cura, al fuego que persigue a Marcos como una fuerza estéril que el grandullón no puede controlar o el trato maternal que Paula dispensa a su marido  y que parece aludir a la espera infructurosa de un  hijo que no acaba de llegar. En definitiva, un libro que nos hace sonreír con los ojos brillantes, una carcajada que amenaza con ponernos al borde de las lágrimas si pensamos un poco que en sus páginas se intuyen, siempre en clave literaria, muchos de esos momentos en los que el ser humano se da de bruces con el enigma turbador de estar vivo y rodeado de otros, igualmente desconcertados. Igualmente perdidos.

Patricia Esteban Erlés