La profundidad del mar Amarillo

Opinión:

A veces tenemos tendencia a buscar historias donde triunfen los héroes, donde se pueda diferenciar perfectamente el bien del mal. Pero el mundo, lo que nos rodea, normalmente no tiene una línea divisoria que pueda hacer una distinción tan estricta; el mundo que nos rodea suele moverse entre tonos de grises, entre matices, soledades, traumas y luchas internas. Quien busque héroes, aquí no los encontrará, pues Nic Pizzolatto lo que retrata es el gris en estado puro, y a veces extremo. Un gris que distancia la antología del concepto que tenemos de novela negra, pero que nos acerca a otros géneros.

Entre las páginas de "La profundidad del mar Amarillo", encontramos un elenco de personajes pintoresco, pero a la vez muy realista: retratos de perdedores, de jóvenes que han sido borrados por el recuerdo de un hermano muerto, personas incapaces de comunicar o de abrirse a los demás, con miedo a que el mundo los vea o de verse a sí mismos. Y junto a estos personajes, encontramos un paisaje que los acompaña a la perfección, pues transmite la misma soledad que sienten ellos, una sensación de bastedad y opresión al mismo tiempo, que ahoga y hace soñar, que te invita a volar pero te amarra a la tierra, e incluso te clava en ella. Se trata de retratos de campos inmensos, de colores recalentados, carreteras interminables, ciudades que más que ciudades son aparcamientos, almacenes de vidas, donde deambular sin estar del todo vivo… Espacios llenos pero vacíos, donde la libertad podría ser la bandera, pero es la soledad y la sensación de que nos han lanzado al mundo sin previo aviso la que triunfa

Antes de ahondar en cada uno de los relatos, hay que tener en cuenta dos cosas. Primero de todo, el Mar Amarillo al que hace referencia el título de la antología, y que es también el título de uno de los cuentos, no tiene nada que ver con "El Rey de Amarillo", de Robert W. Chambers, ni con Carcosa, dos referentes claros para aquellos que hayan visto la serie True Detective. También es cierto que, aquellos que busquen personajes e historias como las de la primera temporada de dicha serie, no las encontrarán. La complejidad psicológica y de la trama de aquella serie no existe aquí. Los paisajes y la sensación de crisis existencial sí que palpitan entre sus páginas, pero no hallamos esa densidad, esa solidez que vimos en pantalla. También hay que recordar que son dos géneros muy distintos y que no se le puede exigir lo mismo en cada caso, pero es algo que se debe tener presente antes de enfrentarse al libro, porque uno se puede llevar una sorpresa si va esperando algo similar. Aquí no hay grandes reflexiones o grandes misterios; no hay crímenes sórdidos ni policías incansables. Aquí nos topamos con almas extraviadas en la bastedad del mundo, cada una con su mochila de emociones rotas, cada una con una historia plagada de tristeza, infortunio o soledad; perdedores sin brújula que deambulan por los caminos trazados por el autor, intentando sobrevivir.

La recopilación empieza con un curioso relato, «Pájaro fantasma», una historia con toques poéticos que se adentra en la soledad de aquellos que temen amar porque han perdido y que buscan sentir algo saltando al vacío. El vacío es un tema recurrente, a nivel real o simbólico, pues muchos personajes saben que tienen un vacío en su interior. Por ejemplo, el protagonista de «Dos orillas», un hombre que no puede sentir, descubre que podría ser padre de una criatura, y, aunque sabe que nunca podrá cuidar de ese niño, el no saber, esa incógnita que nadie le sabe contestar, hace que entre en una espiral extraña, como si de repente hubiera un vacío nuevo en su interior que no sabe cómo llenar; un vacío que incluso podría no ser real, pero lo atrapa. Relacionado con ese vacío de la paternidad, Nic Pizzolatto se adentra en la visión de las relaciones paterno-filiales en varios relatos donde ahonda en esos huecos, en esos desiertos emocionales que producen los abandonos, los desplantes, el desarraigo. Desde el padre humillado en «1987, en las carreras» hasta el padre que intenta buscar a su hija en ese curioso road trip de «La profundidad del mar Amarillo», pasa por diversos conceptos de relación, demostrando que nadie tiene la clave para saber amar o para comprender al prójimo realmente.

Quizás uno de los mejores relatos sea, para mí, «Busca y captura», donde se retrata la decrepitud de la vejez y la soledad, la locura de ser borrado del mundo por un recuerdo de un fantasma… Los paisajes físicos y emocionales de este relato desprenden una belleza poética especial, algo que también ocurre en «Tierra acosada», donde el existencialismo y la conciencia de finitud de la vida humana se hace más patente.

Si bien es cierto que, como admiradora de la primera temporada de True Detective, esperaba algo distinto en este libro, también es cierto que es un buen retrato de las profundidades en las que habita el ser humano, bastante más pantanosas y opresivas, desoladoras y tristes de lo que uno quiere reconocer. A veces es tan pantanoso que uno se pierde y se satura, pero en general, son historias que saben mostrar tonalidades de realidad.

Inés Macpherson