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la luz en casa de los demás

Ficha realizada por: Lidia Casado
la luz en casa de los demás

Título: la luz en casa de los demás
Título Original: (la luci nele case degli altri, 2010)
Autor: Chiara Gamberale
Editorial: Seix Barral


Copyright: © Arnoldo Mondadori Editore, 2010
© Editorial Seix Barral, 2012
© Isabel González-Gallarza, 2012
Traducción de Isabel González-Gallarza ISBN: 9788432209727
Etiquetas: autores book ebook e-book escritores italianos libro electrónico literatura italiana narrativa

Argumento:


Si las reuniones de las comunidades de vecinos suelen ser largas y estériles a pesar de discutir problemas tan tontos como el color de los toldos o la ubicación exacta del aire acondicionado en la fachada, imagínate una comunidad que tuviera que ponerse de acuerdo sobre el futuro de una niña de seis años. ¿Y si decidieran hacerse cargo de ella entre todos los vecinos, convirtiendo cada uno de los pisos en un hogar para ella? Entonces… ¿cuánto durarían las reuniones de vecinos?

Opinión:


Bajo la anécdota, este libro esconde mucho más. La trama es sorprendente ya desde el comienzo: Mandorla es una niña de seis años cuya madre, Maria, acaba de morir en un accidente de moto. Ambas vivían solas en el 315 de Grotta Perfetta, en Roma. Solas… en su piso, porque todos los vecinos del inmueble sienten una gran admiración y cariño por Maria y, por extensión, por Mandorla. Por eso, cuanto la primera fallece, convocan una reunión de vecinos urgente y extraordinaria para decidir qué hacer con la niña. Por eso… y por la carta que Maria escribió en su día en la que confiesa que el padre de su hija es uno de los vecinos del edificio. El silencio de los hombres y el miedo de las mujeres a tener que enfrentarse a una situación así hace que los vecinos aplacen la prueba de ADN que podría darles respuestas y tomen una decisión muy poco común: harán del edificio el hogar de Mandorla, turnándose para cuidar y educar a la niña.

Así es como Mandorla pasará su infancia cambiando de piso y conviviendo con familias muy dispares entre sí: desde el tradicional matrimonio con dos hijos, hasta la pareja gay, pasando por la solterona, la familia que acaba de tener descendencia o la pareja que prefiere tener perro a tener niños. Así descritas, las familias pueden parecer típicas, prototipos familiares en la sociedad actual. Y, en cierto modo, lo son. Pero más allá del cliché, permiten a Mandorla (y al lector, con ella) descubrir las diferencias y semejanzas, las frustraciones y las pequeñas dichas cotidianas que todos sentimos tras cerrar la puerta de nuestra casa. Por eso decía que este libro es mucho más que la anécdota: porque ofrece una galería de personajes variopintos, diferentes, que se completan y se construyen mutuamente, investigados literariamente no en su individualidad sino (y ahí está la diferencia con otros libros y otros autores) en su condición de miembros de unidad familiar. Una unidad familiar cambiante, no sólo por la influencia que cada uno de sus componentes ejerce sobre los demás, sino por la llegada temporal de un nuevo integrante, en principio ajeno al núcleo familiar, al que hay que tratar, querer y cuidar como si fuera miembro de pleno derecho.

Quizá porque cada uno queremos ver reflejado en los libros una parte de nosotros, La luz en casa de los demás me ha parecido un elogio a la diversidad, a un sociedad dinámica en la que muy pocos se atreven a decir qué es una familia y qué no… y quienes lo hacen suelen equivocarse, agarrándose a modelos trasnochados que no responden a una realidad mucho más rica y fructífera para cada uno de los miembros de esas familias y para la sociedad en su conjunto.

Mandorla tendrá la oportunidad de saberlo de primera mano. Convivir con familias bien diferentes entre sí le permitirá abrir su mapa del mundo, aceptar la diversidad social como algo natural y romper los férreos esquemas bajo los que algunos tratan de encasillarnos. Pese al misterio que recorre la novela y que planea sobre el día a día del edificio (¿quién será el padre de Mandorla?), reina un clima de entendimiento, de fraternidad, de unión en la crianza de la niña.

Pero Mandorla, ya adolescente, se mete en problemas. Será entonces cuando un recién llegado al bloque se plantee el éxito o el fracaso del modelo elegido por los vecinos para educar a la niña. Será quien cuestione la formación sentimental, ética, moral, escolar, cognitiva… de Mandorla, quien crea (no desde el conservadurismo, sino desde el espíritu crítico) que andar de acá para allá no es lo mejor para el desarrollo como persona de un ser humano, precisamente en años vitales para su configuración como tal: entre los seis y los diecisiete. Ejerciendo de abogado del diablo (y también legal), forzará a Mandorla a revistar sus once años siendo hija del edificio, siendo hija de todos y de ninguno, a hacer balance y a hallar una conclusión final que le permita seguir adelante.

Precisamente, éste es el punto del que parte la novela: el balance que hace Mandorla. Por eso, conoceremos los detalles de su infancia desde el futuro (o sea, con una narración en pasado) y en primera persona. Una exposición, pues, narrativa y descriptiva… pero también analítica. A este narrador en primera persona se une un segundo narrador, omnisciente, que completa las vivencias, las experiencias y el pasado de los habitantes del inmueble, completando así el cuadro que permite descubrir por qué cada uno es como es en la actualidad y qué influencia tiene sobre Mandorla.

El perspectivismo conseguido con el cambio de narrador (marcado tipográficamente con el uso de cursiva) se refuerza con los continuos desplazamientos temporales a los que ambos nos invitan; saltos cronológicos que abarcan un amplísimo arco temporal (en algunos casos, retratan la infancia de varios de los vecinos) y conceden un gran dinamismo, rompiendo la linealidad del relato y ayudando a entender a los personajes.

Inevitablemente, surge la reflexión sobre el peso del componente genético y del componente ambiental en la educación y desarrollo de una persona. Y, pese a la convivencia en sociedad, la soledad que todo ser humano siente en alguna ocasión. Una soledad convertida en agujero en el medio de su cuerpo en el caso de Mandorla, un agujero que se traga todos sus sentimientos, que no deja que concilie el sueño por las noches, que tiene su raíz en la pérdida de su madre (¿hay algo más triste y doloroso que un niño al que sólo responde el silencio cuando llama a su mamá?) y hará que durante toda su vida desee (y elabores oraciones para ello) convertirse en objetos incapaces de sentir. Mandorla, que ha visto cómo su madre era sustituida por un pedazo de papel, por la materia de la carta que le escribió, también reza por convertirse en cosa, por dejar de ser una persona, cargada de historia y de sentimientos. Por eso, en el fondo, siempre se sentirá una impostora. Mandorla sabe que no es como los demás, que hay algo en ella que hace que tenga que esforzarse para parecerse a los que la rodean, sobre todo, a sus compañeros de clase, con los que no tendrá muy buena relación. Pero, ¿qué es lo que la ha hecho diferente? ¿La muerte de su madre? ¿Su propia personalidad? ¿Su variable educación? Y, lo que es más importante, ¿qué consecuencias tendrá para el futuro?

La luz en casa de los demás  es, pues, una novela que, bajo su aparente sencillez, esconde reflexiones vitales y sociales muy importantes. Y lo hace de una forma natural, integrando estas preocupaciones en una narración bien armada, que entrelaza, además, la descripción de las costumbres familiares de los vecinos del edificio y de las experiencias individuales de Mandorla con ese misterio sobre la identidad del padre. Además de esa naturalidad, el gran éxito de la obra es su tono. A pesar de la profundidad de mucho de lo que se cuenta (y se insinúa) en esta novela, el tono en positivo en la mayoría de las ocasiones, claramente humorístico muchas veces (a pesar de los latigazos que la cruda realidad siempre pinta en nuestras vidas) y con los toques de inocencia propios de una niña de seis años. Una novela, pues, muy fácil de leer, muy entretenida pero que siembra semillas muy diversas y muy productivas en la mente y en el corazón de quien la lee. 
  
Lidia Casado

Frases de esta opinión pueden utilizarse libremente en otros medios para promoción del libro, siempre que no se varíe y se mencionen al autor de la misma y al medio anikaentrelibros.com

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