La felicidad del lobo

Opinión:

Con su prosa austera, concisa, limpia, ajustada, Cognetti da un giro a su anterior libro sobre Nueva York, proponiendo un viaje a la naturaleza que en realidad es un viaje interior para un personaje con sus referencias vitales debilitadas.

Con inteligente eficacia narrativa, el relato nos sitúa el bosque, la nieve, la ruda vida de la montaña, el amor casual sobre los rescoldos de un persistente pasado, la simplicidad urgente y premiosa de un empleo precario, como asideros vitales con los que encontrar sentido a una vida desorientada en el ruido de la gran ciudad.

Un divorcio en Milán empuja al protagonista a reencontrarse, a identificar esas raíces sentimentales que le permitan encontrar sentido a la existencia. A reconocer cierto epicureísmo estoico en la simplicidad de la vida, sin innecesarios artificios tan del gusto de la sociedad de consumo, en el que una noche de sexo sin más compromiso que la verdad del momento, una botella de vino, una comida improvisada, o simplemente el amistoso calor de una pesada manta en una noche fría, sirven de razón total para vivir.

Pero no basta la soledad de la montaña, el grave sonido de la naturaleza, la presencia invisible de los lobos, la inapelable lógica del devenir de las estaciones, del frío y de la ausencia de certeza de futuro, porque son los visitantes ocasionales, los escaladores y esquiadores, los que traen una y otra vez el torrente de verdad incómoda que permite reconocer y valorar lo inmediato, lo propio, lo próximo.

La vida para Cognetti es estar y no estar, ir y venir, ver y escuchar, sentir y presentir, en el ruido de la ciudad o de la naturaleza, como si sus propias leyes obligaran al ser humano a reconocer su posibilidad de identidad y voluntad aprendiendo a sobrevivir en cada circunstancia. Una añoranza y reivindicación de la libertad entre tanto ruido de la sociedad contemporánea.

Vivir el momento, los sueños, la capacidad de pasar página, de reconstruirse en cada etapa de la vida, de sentirse libre y a la vez complaciente con los condicionamientos de la existencia, de la comunicación, de la soledad que aprende a convivir con la presencia del otro, eso y mucho más ofrece la cuidada prosa de Cognetti.

Un libro como la naturaleza que le sirve de decorado para el relato, elevada, feraz, limpia, certera, implacable, pedagógica y a la vez abierta a los avatares del destino. Un relato que nos reencuentra como seres humanos, con esa naturaleza como excusa perfecta.

Jorge Riet