La Emperatriz

Opinión:

Estamos ante una nueva interpretación de Isabel de Baviera (y que Netflix está llevando a la pantalla desde el 29 de septiembre) más conocida como Sissi, uno de los personajes de la historia más familiares para la mayoría de los lectores de mediana edad, no por lo que hayamos podido conocer de ella en los libros de historia, pues ni se estudia…, sino por las películas protagonizadas por Romy Schneider, donde se nos mostraba a una Sissi dulce y cándida, y enamorada de Francisco José, emperador de Austria; y por la cantidad de leyendas que han surgido alrededor de ella siempre con un halo de enfermedades, depresiones y tristeza que la acompañaron a lo largo de su vida, a pesar de ser considerada como la "última gran emperatriz de Europa". En "La Emperatriz", a la dulce Sissi la conoceremos en una versión modernizada del clásico comenzando la historia en el momento en que su hermana mayor, Elena, se va a comprometer con el joven Francisco José en un matrimonio concertado por ambas familias.

Desde ese mismo momento ya observaremos una reinterpretación de su carácter. Para nada se nos presentará como una joven pusilánime, sino reivindicando que la llamaran por su nombre, Isabel (así me referiré a ella a partir de ahora), y en contra del afán de su madre de buscarle un duque casadero que ella se encargaba de rechazar uno a uno sin contemplaciones. Isabel poco sabía del amor, pero sí tenía el ejemplo del matrimonio de sus padres y si algo tenía claro es que: 1) "ella tomaría sus propias decisiones"; y 2) "tendría un gran amor, o no tendría ninguno". No estará dispuesta a seguir el encorsetamiento de la sociedad ni de su madre, que vendría a ser lo mismo. Se decía a sí misma que jamás se convertiría en una chica sin esperanza, sin sueños ni sin amor. Ella no era como su hermana Elena que se iba a comprometer con un hombre, por muy emperador que fuera, a quién hasta el momento nunca había visto.

El otro gran protagonista es Francisco José, que, en contraposición a la fachada de seguridad que Isabel aparentemente muestra, él se nos presenta como un personaje atormentado tras el atentado que sufrió que casi le costó la vida, inseguro, débil, poco capaz de tomar grandes decisiones a pesar de que Austria está sumida en un ambiente crispado contra el imperio, y latente el conflicto entre Rusia y Francia con una decisión a tomar sobre el bando a adoptar por Austria. Tras él, la sombra alargada de su madre, la archiduquesa Sofía de Habsburgo quien, al contrario, se muestra con una imagen imponente, pragmática y estratega, y especialmente dura con las debilidades de su hijo; ella era la "maestra de ajedrez" y el resto sus piezas. A todo esto, el matrimonio que le habían concertado era otra losa más, una obligación añadida a las que tenía ya que soportar. Pero según su madre, el matrimonio serviría para congraciarse y recuperar la confianza con su pueblo. Como tantas veces, la obligación va antes que la devoción y la alianza con Baviera garantizaría el futuro del imperio. 

Tras el relato de presentación de los protagonistas, llegamos a su primer encuentro. La primera vez es durante la estancia para los eventos previos a la celebración del cumpleaños de Francisco José, que sería cuando se anunciaría su compromiso con Elena. Un encuentro con una atracción inmediata mutua sorprendiendo a ambos, como si abriera una puerta cerrada hace tiempo para Francisco José, y una puerta a un nuevo mundo de sensaciones para Isabel. A este le sucederían los siguientes, estos ya en medio de los fastos, que lo que hacían era erizarles la piel cada vez que sus miradas se cruzaban sin poder remediar lo contrario. Pronto Isabel empezó a llamar la atención despertando admiración entre el público masculino allí presente, aun sin pretenderlo, y Francisco José no iba a ser menos. Su interés en ella fue in crescendo, y sus encuentros y conversaciones casuales al principio y furtivos después, hicieron que la relación cada vez fuera más estrecha y la atracción entre ambos casi imposible de resistir. Sin embargo, las ataduras "reales" les apretaban cada vez más y comienzan las dudas. Por parte de Isabel entre su atracción hacia él y la culpa por entrometerse en el destino de su hermana. Por parte de Francisco José, ¿podría ceder y permitirse enamorarse de Isabel? Lo cual supondría traicionar al imperio y a su familia, pero la otra opción sería ¿traicionarse a sí mismo? Estaba claro que obligación y deseo no iban de la mano.

No sería fácil para Isabel sobrevivir entre aquellos muros en su aterrizaje en el palacio imperial, en medio de la archiduquesa que criticaba continuamente sus hábitos y aludía a la escasa preparación que tenía para ser la futura emperatriz. Aun así, conservaba la inocencia de asumir sus obligaciones para con el imperio, pero sin dejar de ser fiel a sí misma. Sin embargo, el peso de la obligación era demasiado grande, así como las múltiples y rígidas normas que hicieron doblegar su jovial e inicial carácter hasta el punto de hacerla dudar sobre si ese era el destino que ella quería. Empezaba a darse cuenta de que quizá no fuera a ser feliz en esa jaula de oro y las más de cien personas dispuestas a coartar su personalidad y, en alguna ocasión, hasta su dignidad.

Junto a los dos grandes protagonistas, una breve mención a los antagonistas, cada uno de ellos oponiéndose de una forma u otra al final feliz que les esperaba a Isabel y Francisco José: Max, el hermano pequeño de Francisco José, insolente, maleducado y en antigua rivalidad con él; y Elena, a quien su destino frustrado engendrará en ella un gran resentimiento, amargura e irá abriendo una brecha entre las hermanas que llegaría a ser casi insalvable y a punto estuvo de destruirla. 

Para finalizar, no hacemos spoiler si decimos quién se convertirá en la emperatriz de Austria. Inevitablemente, Isabel aceptará que su gran amor venía con la mochila de una gran obligación y puede que con una constante lucha. Pero, tal y como nos lo han contado, lo haría por Francisco José, por ella misma, y por Austria.

Belén Flores