la chica mecánica

Opinión:

Fue Ferrán Marimón quien me incitó a leer “La chica mecánica”. Me dijo que era el mejor libro de ciencia ficción que había leído en mucho tiempo y, cuando le pedí más información, me comentó que aunque era difícil entrar en la historia, cuando la terminabas echabas de menos a los personajes. Esa es una buena definición de la novela de Paolo Bacigalupi, pero hay más que contar o explicar.
 
“La chica mecánica” esconde una novela de personajes y de crítica bajo una apariencia de thriller. Diría que no es un thriller al uso, ni siquiera la forma de dirigirse al lector tiene mucho de ortodoxo. Bacigalupi tiene su propio estilo. Entrar en la novela es, sobre todo para el lector poco acostumbrado al steampunk, un poco difícil, pero no imposible, y cuando el autor ya te ha ido dosificando la información conforme avanzan las páginas te das cuenta de que tienes ganas de conocer la historia hasta el final. La dificultad desaparece porque ya has entrado en el mundo del reino de Tailandia en el s. XXII, algo nunca antes visto, un nuevo panorama en la ciencia ficción, a gusto del autor: con cierto toque post apocalíptico, la inclusión de la genética y la robótica conviviendo con cosas y métodos tan básicos que parecen chocar continuamente (un neoser frente a una fábrica que funciona no con energía eléctrica por cableado si no por el uso de animales o plantas que hacen ese trabajo, por ejemplo; o la vuelta del pasado de los dirigibles frente a nuevos inventos como las armas sin balas o radios que hay que accionar manualmente para darles energía, como si fueran muñecos de cuerda...); una pandemia tras otra han cambiado el mundo de los tailandeses y las jerarquías ahora están más afianzadas: tarjetas amarillas (chinos), camisas blancas (una especie de policía), farangs (extranjeros, normalmente empresarios) y thais conviven con animales creados genéticamente (como los megodontes o los chesires) e incluso con los fantasmas de los muertos que aún no han encontrado un cuerpo físico o ambiente adecuado en el que reencarnarse.
 
Pero aunque se trate de un thriller o así lo presenten, lo cierto es que lo que más me ha atraído, al margen de esta nueva ambientación, son los personajes. Los farang empresarios y los poderosos son lo que esperamos (como siempre, se encargan de buscar su éxito personal cueste lo que cueste), en Hock Seng –un tarjeta amarilla que trabaja legalmente en el reino- encontraremos un superviviente que se cuestiona constantemente qué hacer, en los camisas blancas descubriremos a un verdadero líder (convertido también en mártir) y una digna seguidora de su obra (estos son dos de los personajes que más me han gustado: Jaidee y Kanya), en Emiko –la chica mecánica- conoceremos a la verdadera superviviente, la víctima perfecta y, también, el arma ideal. Y con ellos entraremos en un mundo de corrupción, chantajes, miseria y dolor, y constataremos algo muy humano: las inevitables ganas de sobrevivir a pesar de todo.
 
Una de las cosas que más me ha llamado la atención durante la lectura de la novela es que mientras lo leía pensaba que podía haber llevado otro título, puesto que Emiko, la chica mecánica, no parece tener tanta importancia, sin embargo entiendo por qué al final ella es la protagonista de la novela. No obstante es una novela coral, muy coral, y tendrás oportunidad de encontrar a tus favoritos (como yo tengo los míos) dentro de este nuevo mundo viejo.
 
Quizás ante adjetivos como “hermosa” o “arrebatadora”, el lector profano en este tipo de lecturas que beben de Ballard, Dick o Gibson, no sean las que mejor definan a “La chica mecánica”, pero sí es cierto que una –es mi caso- agradece haberla leído. Ferrán Marimón tenía razón: a los personajes puedes echarles de menos. Y como dice un lector en la contrasolapa, yo también he viajado a un mundo en el que nunca había estado.
 
Anika Lillo