Huella jonda del héroe

Opinión:

En las primeras notas, antes de afrontar esta edición revisada de Montero Glez, mi insaciable curiosidad queda satisfecha con las primeras anécdotas que me transportan hasta el Festival de Montreux, donde Camarón de la Isla, Tomatito y Quincy Jones, ¡ahí es nada!, hicieron leyenda.

A partir de ahí me he dejado llevar por el autor en un viaje inesperado y del que da pocas pistas, no avisa de los destinos y procura que sus descubrimientos al doblar una esquina sean también los míos; es lo que tiene saber manejar las palabras, unir las frases y darles uno o mil sentidos, pues aquí también, deja que cada cual las interprete a su manera y que, en definitiva, el lector las haga suyas mientras va componiendo su propio recorrido.

En nuestra ruta, tan pronto podemos estar en Cádiz, en la Venta de Vargas, escuchando flamenco y degustando sus platos, como en Madrid, disfrutando de los azulejos del tablao Villa Rosa o Los Gabrieles. Pero también más lejos, adonde la imaginación nos quiera llevar, más allá de nuestras fronteras persiguiendo leyendas o relatos de la mitología griega donde poder soñar con las columnas de Hércules, el jardín de las Hespérides o la Atlántida.

Despacito, sin prisas, nos adentramos en el flamenco, en su esencia, pureza y mestizaje. Un análisis realizado de forma poética, sin tecnicismos ni nada que nos distraiga de lo esencial, del sentimiento y las historias que transmite a quién sabe escuchar; y en el caso de esta obra, a quien tiene la capacidad de leer entre líneas, sin separar flamenco de literatura, dioses de pícaros ni duendes de bailaoras: porque en el sur todo es posible, incluso las anécdotas más increíbles que uno pueda imaginar y de las que el autor no se olvida.

Relatos cortos con los que dejarse seducir por las palabras, alimentando el apetito viajero, gastronómico o cultural y atendiendo a la evolución del flamenco, capaz de fusionarse con el rock y el blues en los discos de Kiko Veneno y los hermanos Amador, o en cualquier otro estilo que se le ponga por delante. Porque el viaje no deja de estar acompañado de música, de cante o de baile por cualquier escenario, por pequeño que este sea, incluso el ilustrador Ceesepe está presente, llenando de color el flamenco a través de sus carteles, carátulas de discos e ilustraciones.

El poder de la palabra bien escrita se transforma, en definitiva, en una invitación a la escapada, con los ojos bien abiertos y escuchando cada susurro, porque nunca se sabe de qué sonido puede venir acompañado.

Porlomenix