Anika entre libros

Honrarás a tu padre y a tu madre

Ficha realizada por: Lidia Casado
Honrarás a tu padre y a tu madre

Título: Honrarás a tu padre y a tu madre
Título Original: (Honrarás a tu padre y a tu madre, 2018)
Autor: Cristina Fallarás
Editorial: Anagrama
Colección: Narrativas Hispánicas


Copyright:

© Cristina Fallarás, 2018

© Editorial Anagrama, S.A., 2018

Edición: 1ª Edición: Febrero 2018
ISBN: 9788433998514
Tapa: Blanda
Etiquetas: crisis muerte franquismo guerra civil española literatura española novela sagas familiares memoria histórica posguerra española
Nº de páginas: 224

Argumento:

Cristina, la protagonista de este relato, echa a andar tras una grave crisis personal, y sus pasos la llevan hasta una vieja urbanización de lujo en la que veraneó en su infancia. Ese reencuentro entre el pasado y el presente marcará el periodo catártico que pasará en esa casa en la que fue feliz y de la que yo solo quedan ruinas de la vida que vivieron allí, cadáveres de los momentos felices y de los secretos que escondían.

 

Opinión:

 

Cuando más pienso en este libro, ahora que tengo que escribir su reseña, más corroboro la sensación que tuve mientras lo leía: este es un libro de contrastes. Y me explico.

El primer contraste nace de la pregunta que surge poco después de comenzar a leer: ¿la protagonista es la autora? Ambas se llaman Cristina, el padre de la protagonista se apellidaba Fallarás… ¿Es, entonces, verdad lo que me está contando? ¿Es su vida? ¿Es una ficción basada en hechos reales? ¿Qué parte de realidad y qué parte de ficción hay en la obra? Esa es una de las cuestiones que sobrevuela toda la lectura, propia del género denominado autoficción en el que el propio autor se introduce en la trama de su novela y va mezclando hechos históricos con otros idealizados o reconstruidos o imaginados.

A pesar de que este contraste entre ficción y realidad marca buena parte de la lectura y golpea una y otra vez la mente del lector mientras avanza en la trama, lo cierto es que no interrumpe ni obstaculiza la lectura. Quizá todo lo contrario: le da el valor del testimonio, de la crónica periodística o el relato histórico frente a la novela y la ficción.

Fruto de este contraste, nace el segundo: la mezcla entre subjetividad y objetividad que podemos encontrar en la novela. Hay fragmentos (los que corresponden con la reconstrucción del pasado familiar de la protagonista) más objetivos, en los que podríamos decir que predomina esa crónica histórica o periodística de la que he hablado antes, mientras que hay otros más subjetivos (los que se corresponden con el presente de Cristina) que resultan más intimistas, más reflexivos, incluso, poéticos por momentos, que se acercan más a una novela. La introducción de fotografías familiares refuerza esta sensación y aumenta el valor de la parte histórica como testimonio de una época. Lo mejor de ambos es, por supuesto, que aparecen juntos, que dialogan, que varían el ritmo y el estilo de la obra, que rompen la lectura y la convierten en una suerte de caja sorpresa de la que no sabes qué va a salir en la siguiente página.

Ya he apuntado el tercer contraste al hablar de este segundo: el pasado y el presente. Y este es uno de los más interesantes en cuando al contenido de la obra. Cristina, la protagonista, va al encuentro de sus muertos para que estos le cuenten sus historias. De este modo, ese contraste entre el presente y el pasado, entre el tiempo histórico y el tiempo actual, se solapa, se mezcla, de manera que el segundo se impregna del primero y, hasta cierto punto, hasta le da sentido.

Esta es una de las cuestiones más interesantes de la obra de Fallarás: lo que hicieron nuestros padres y nuestros abuelos, lo que les pasó, nos condiciona, forma parte de nuestra identidad. Y ese podría ser un cuarto contraste: el salto entre la identidad personal y la identidad familiar, entre lo que somos y la parte de lo que somos que depende de quienes fueron los que nos precedieron. Es una de las preguntas que con más frecuencia se hace la protagonista de la novela, que al final descubre que no podemos desligarnos de la parte de la Historia que se coló en nuestras familias, en nuestra propia biografía.

Y he ahí otro de los contrastes que he encontrado en la novela: el de la Historia con mayúscula (los grandes hechos históricos que aparecen en los libros) y la historia con minúscula, eso que Unamuno llamaba intrahistoria, y que nos habla de las vivencias de los hombres y mujeres normales, de sus experiencias cotidianas, de sus pequeños días que van tejiendo la urdimbre del devenir de la humanidad. En este caso, la parte histórica (de la Historia con mayúscula) nos sumerge en el estallido de la Guerra Civil, en la posguerra y en el Franquismo. Esta parte de la trama me ha parecido maravillosa y me ha hecho pensar (y mucho) en las jugarretas del destino, en los secretos familiares, en las humillaciones que nos guardamos y en las pequeñas y grandes victorias y derrotas del día a día, esas que no aparecerán en los manuales pero que marcan nuestras trayectorias y nuestras vidas.

Leyendo esto último que he escrito está claro cuál es sexto contraste que he encontrado en la novela: el que separa a vencedores y vencidos. Es otro de los grandes temas de la novela y el que genera (creo yo) más sentimientos en el lector, más emociones y más reflexiones. Fallarás nos habla de las paradojas del destino, de las diferencias entre un bando y otro y de las consecuencias que el final de la guerra tuvo para unos y para otros.

Hay, también un contraste entre el silencio y el saber, entre ese secretismo que, como dice la propia narradora, infecta las heridas y el conocimiento que sana, que nos hace entender determinadas cosas, que pone a cada uno en su lugar. Este silencio no solo afecta a las personas o a las familias, sino que también podría extrapolarse a un país entero que, como siente Cristina, ha callado demasiado y ha hecho que el recuerdo llene de pus nuestro presente.

Y hay un último contraste que, creo, recorre todos los demás y da estructura y cuerpo a la obra: el contraste entre los vivos y los muertos. Cristina (viva) sale al encuentro de sus muertos porque en ellos está la verdad, en ellos está su historia, la propia y la de su familia. Ellos le susurran lo que ocurrió y rompen el muro que separa el secreto del conocimiento, la especulación y la realidad. Los muertos ponen paz en la vida de la viva y la viva lleva la paz a los muertos a través de su recuerdo y, de alguna manera, de poner sus acciones y decisiones en claro.

Todos estos contrastes se reflejan en una novela construida a base de retazos, de hilos de memoria que tan pronto surgen como se desvanecen; de nombres que trenzan vidas y de vidas de recorrido desigual que marcan el pasado y el presente. Como si la protagonista tuviera el don de guardar dentro de sí la memoria de toda su familia, las diferentes escenas que se van plasmando en la obra aparecen fragmentadas y deslavazadas. Pero todas van adquiriendo sentido a medida que las vamos uniendo, que las vamos confrontando y vamos extrayendo el auténtico significado de lo que se nos quiere contar.

Una novela, pues, profunda y necesaria que nos habla sobre la necesidad de romper el silencio y llenarlo de verdades, de sacrificar los secretos en pos de la verdad y la identidad y de conciliar Historia e historias, vivos y muertos, presente y pasado.

Lidia Casado

 

 

 

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