El último día de la vida anterior

Opinión:

Lo inesperado, quizá incluso podríamos decir lo sobrenatural, está presente desde las primeras líneas de "El último día de la vida anterior". De la misma forma que ocurre en los relatos más famosos de Henry James o de Shirley Jackson, dos maestros de la novela de fantasmas, Andrés Barba sitúa en el punto de partida de la narración la primera de las imágenes fantasmales que se enquistará en el relato. En este caso se trata de la aparición repentina de un niño de aspecto embobado, vestido con uniforme, que espera sentado en una silla de la cocina. Pese a lo extraño de la situación -pues la casa está vacía, es su primer día de venta-, la protagonista de la novela se da cuenta de que no se trata de una entelequia, sino que el niño es tan real como la balda, el fregadero o como ella misma. La aparición del niño se le revela, pues, como una señal de que la casa no se venderá nunca, condenada al olvido no por la presencia de fantasmas, sino por su diseño refinado y poco práctico, como de otra época. Cuando al día siguiente regresa a la misma casa y entra en la cocina, no ve allí al niño, sino que se ve a sí misma, de espaldas, con el mismo vestido que llevaba el día anterior. Ese otro cuerpo, ese reflejo de ella, lleva a cabo las mismas acciones y los mismos gestos, y pronuncia las mismas palabras que ella había dicho cuando se encontró con el niño. Así empieza una novela que se irá complicando en las sucesivas visitas a un hogar ajeno a las leyes de la lógica y al orden temporal.

La figura de un niño enigmático, la problematización de la familia como institución emocional y afectiva o los desencuentros de una pareja en crisis son algunos de los elementos temáticos que comparte esta novela con el resto de la producción narrativa de Andrés Barba. No obstante, resulta evidente el cambio que ha experimentado su escritura, pues el autor parece haber agotado las posibilidades de la literatura documental (recordemos la magnífica biografía literaria que fue "Vida de Guastavino y Guastavino") y de las narrativas del yo. En oposición a estas tendencias contemporáneas, Barba parece mirar hacia el pasado, hacia los recursos de la novela gótica -no olvidemos que él ha traducido a Melville, a Henry James y a Thomas de Quincey-, que parece constituirse al menos uno de los modelos en los que puede haberse inspirado este novela tan peculiar. El otro, cómo no, hay que situarlo en Latinoamérica, en esa tradición tan rica de relatos fantásticos y sobrenaturales que iniciaron Borges y Cortázar y que llega hasta nuestros días con la prosa de Mariana Enríquez.

Lo cierto es que esta retahíla de referentes ya apunta algunos de los derroteros por los que transitará este relato de fantasmas, como los bucles temporales o la extraña ambientación de época. En un principio no puede el lector ni siquiera intuir la conexión entre el niño y esa especie de doble que parece atascado en una repetición enloquecida, pero conforme la narración avanza y se estrecha la relación entre ambos personajes, el relato empieza a encaminarse hacia un lugar común dentro de su género. La protagonista consigue, por medio de juegos y caprichos, ganarse la confianza del niño hasta el punto de penetrar en su mundo, una realidad paralela donde la misma casa no está vacía, sino amueblada y habitada por una serie de personajes enquistados en la anodina repetición de acciones banales. Andrés Barba ha sabido recuperar la precisión y la concentración de recursos que habían puesto en práctica los primeros escritores del género; ahora bien, si algo diferencia a esta obra del resto de novelas de fantasmas es la profundidad emocional que el autor le confiere, situando en el plano de los sentimientos las explicaciones y justificaciones de todo lo irracional.

Sin ser una obra maestra ni una novela demasiado ambiciosa, creo que "El último día de la vida anterior" logra los cometidos de toda novela de fantasmas: construir un ambiente de misterio, explorar lo inesperado sin caer en el cliché y, por encima de todo, entretener al lector con una historia sencilla y bien elaborada.

Darío Luque