El hijo de Brian Jones

Opinión:

Siempre que se habla del Club de los 27, ese nefasto grupo formado por músicos muertos a tan temprana edad, la gente recuerda a la Joplin, Hendrix o Morrison, pocos mencionan al ex Rolling Brian Jones que tuvo el dudoso honor de inaugurar la lista. Quizás por su corta permanencia, que no aportación, en la banda británica, quizás porque todo quedó eclipsado con el asesinato de el integrante de la banda rival, The Beatles, John Lennon. Lo que es indudable es que la muerte de Jones significa el principio del fin del sueño pop tal y como se le conocía, la fragilidad había terminado por romperse en una piscina de Sussex y se imponía la dura realidad. Por eso "El hijo de Brian Jones" supone un retrato de esa generación que lo tuvo todo y que bajó de su nube de un golpe tremendo.

Analizar el SwingingLondon de finales de los años sesenta, en el siglo XXI y por medio de personajes que viven en los años noventa es lo que se propone Jesús Ferrero en su última novela hasta la fecha, todo ello personificado en la figura del desaparecido músico. Y es que Brian Jones se debatía entre el genio y la locura, la fragilidad y la crueldad extremas, la gloria y la miseria en que convierten las drogas a las personas, Jones era un digno representante de su época, un época que tenía auténtico terror a envejecer y que vio en la autodestrucción una manera de aletargarse ante la imposibilidad de capturar el momento eternamente, aunque tardó décadas en darse cuenta del precio a pagar.

Mediante la ficticia figura de Alexis (aunque el músico tuvo hasta seis hijos ilegítimos) se construye una tragedia con tintes Bergmanianos que termina por desmitificar los años 60 con una fuerza tremenda, en la que la inocencia de la juventud es eliminada a golpes emocionales totalmente destructivos, e impregnada de una falsa nostalgia ya que no se añora el tiempo pasado argumentando que fue mejor, más bien se echa de menos que no fuera de otra manera, que ese despertar a la realidad no fueran más suave y menos brutal, que el sexo, drogas y Rock´n Roll no terminaran, casi siempre, con la muerte.

Una trama envuelta en un pesimismo a ritmo de los Stones en la que todo se quiere pintar de negro, una ópera pop decadente que baja del trono de la inmortalidad a una juventud que pensaba que la vida era una fiesta perpetua, en la que cada uno es reflejo de aquello que busca en sus progenitores y que pone de manifiesto que el hombre es bueno por naturaleza pero la circunstancias (o la fama, los fans, las drogas) le pervierten.

Una historia que desnuda la psicodelia mediante un retrato generacional en el que dos generaciones se dan la mano unidas por el nexo común del desencanto, una por haberlo tenido todo y no saber aprovecharlo, y la otra por vivir a la sombra de algo tan grande que es imposible olvidar, aunque muchos de sus mitos buscaran un suicidio lento, o precisamente por eso mismo.

Los 60 con su amor libre, música, drogas, potencial infinito, dio a luz a más de uno que se convirtió en "El hijo de Brian Jones", el problema es que muchos comprobaron en sus carnes lo que se preguntaba Bob Dylan: qué se sentía al vivir como un desconocido, sin hogar al que pertenecer, como un canto rodado.

Patricia Rubiera