El ministerio de la muerte, vol. 2

Opinión:

La continuación de "El ministerio de la muerte" sigue con su recorrido con esas peculiares oficinas ministeriales, donde tanto funcionarios como "clientes" están todos muertos. He remarcado lo de clientes, porque es así como tratan a los muertos recién llegados, de manera que, si comparamos con nuestros conceptos, más que un ministerio sería una empresa casi de tipo religioso, sin que estuviese adscrita a ninguna congregación.

La estructura del volumen sigue la normal lectura oriental, agrupando los capítulos 6 a 10 de la serie completa, a los que añade otro, titulado, al igual que en el primer volumen, "El papeleo diario", donde aparece la figura caricaturizada de Kishi Azumi, que, en una primera página sin numerar comenta cómo fue el desarrollo del presente volumen, mientras que en las siguientes, numeradas, se muestra en su vida cotidiana, con sus cuitas y algunas dificultades a las que ha tenido que enfrentarse.

También son recurrentes algunos de esos personajes, los funcionarios del ministerio que trabajan allí y que se van haciendo familiares, con alguna nueva incorporación, que irá completando esa plantilla con sus propios rasgos distintivos.

No obstante, un detalle que me pasó desapercibido en el primer número es la manera que tiene Kishi Azumi de mantener la continuidad dentro de la serie de volúmenes. Allí sólo había alguna pista en las dos últimas páginas, algo que ahora se repite también, sobre los personajes del siguiente número. Pero además, en las dos primeras aparecen los empleados del ministerio, al menos los más significativos, junto con los clientes del tomo uno, completados con una imagen reducida de una de las páginas de su historia.

Así, por una parte, sitúa en el tomo anterior, por si acaso se había saltado la lectura y ofrece un pequeño anticipo de lo que vendrá en el siguiente.

En este volumen en concreto, los dos primeros forman una historia, mientras que los otros tres son independientes. Esa primera historia, con un título algo raro, tiene un ingrediente especial, basado en el hecho de que el muerto es un mangaka y que uno de los funcionarios es muy aficionado a los mangas.

En las siguiente llega un hombre que enviudó un año antes y que acaba confirmando un dicho sobre esa situación. Luego el protagonismo recae en uno de los funcionarios, que cuenta cómo llegó hasta allí, tras lo cual hay momentos emocionantes. En el último, es una adolescente rebelde y disconforme con su destino.

Este segundo volumen de "El ministerio de la muerte" resulta una muy buena continuación de una serie que muestra algunos aspectos de la cultura japonesa, como los relacionados con la muerte, que lo más seguro es que resulten inhabituales al lector occidental, a la vez que le subyugarán con esas historias, también muy humanas aunque estén desarrolladas en un entorno poco corriente.

Selin