Desde el amanecer

Opinión:

Si algo caracterizaba a Rosa Chacel, era la pasión que tenía por vivir. Y es en "Desde el amanecer" donde explica esa pasión, su origen y sus primeros contactos con el mundo. Es aquí, de hecho, donde Chacel noveliza su vida y nos cuenta por qué llegó a ser la persona que fue, de dónde venía ese carácter que tanto destacaba en ella, así como sus pretensiones y voluntades.

Su testimonio y su voz, sin embargo, no son los hilos conductores de la novela. "Desde el amanecer" se estructura especialmente a través de la mirada chaceliana, esa mirada que contempla la vida con asombro y análisis, como si nada hubiera pasado en vano frente a sus ojos. Analiza cada detalle y así crea una madura relación con sus padres, con sus amigas e incluso con los muebles y objetos que la rodean.

Sorprendentemente, en ese recordar -que juega sistemáticamente con el monólogo interior-  yace un trabajo minucioso por la perfección y el detalle del propio recuerdo. Y es que asombra cómo Chacel recuerda detalles de cuando tenía diez años -pasaba ya de los setenta al escribir la novela-. Así, nos describe colores, formas, olores, sensaciones y palabras casi literales que parecen fosilizadas por el tiempo. En cierta manera, recuerda a esos monólogos de personas mayores que, con mucho esfuerzo, van extrayendo las historias de los recovecos de la mente.

Todo ello, a su vez, viene teñido con un aire filosófico (de filosofía vital y metaliteraria, me refiero) que recuerda a los postulados de Ortega y Gasset y a los de Bergson. En esa línea, Ortega nos remite a la ausencia de acción -lo cual anticipa el Nouveau roman- y Bergson ese uso especial de la temporalidad.

De todas formas, Rosa Chacel, además de un ejercicio literario, parece que en "Desde el amanecer" ejerce también un ejercicio de autoconciencia. Y es que, a su modo, intenta equilibrar esa domesticidad que se le exige desde su círculo familiar con unas ansias de artistas que buscan la ruptura y la libertad. ¿Son ambas cosas compatibles? Rosa Chacel, tras una vida como artista, diría: "Non serviam".  

Darío Luque