Empieza el calor
Título: Empieza el calor
Título Original: (The heat's on, 1966)
Autor: Chester Himes
Editorial:
RBA
Colección: Serie Negra
Copyright:
© Chester Himes, 1966
© RBA Libros, S.A., 2012
Edición: 1ª Edición, Febrero 2012
ISBN: 9788490061749
Etiquetas: autores escritores estadounidenses género negro literatura americana literatura estadounidense literatura norteamericana norteamericanos policiaca policiaco
Nº de páginas: 224
Argumento:
En un Harlem peligroso y violento, los detectives "Coffin" Ed
Johnson y "Grave Digger" Jones investigan un extraño caso en medio
de un calor tórrido y sofocante.
En su investigación se cruzan con asesinos y delincuentes a la búsqueda de un tesoro que ignoran en qué consiste, pero lo suficientemente valioso como para que todos los personajes involucrados no duden en matar o morir para conseguirlo.
Opinión:
Jaci Alía Arreche
He leído pocas obras para las que resulte tan adecuado el calificativo de novela negra como Empieza el calor de Chester Himes. Aunque la obra discurre durante un par de días con sus noches, tienes la sensación de que todo se desarrolla en una noche perpetua, de que todo es en blanco y negro, con un desenlace con un humor tan negro como el resto de la narración.
El autor nos describe un Harlem lóbrego, violento y peligroso, lleno de vicio y corrupción, plagado de drogadictos y delincuentes, de personajes sin escrúpulos, astutos y despiadados, capaces de cometer las mayores atrocidades para colmar su inmensa ambición.
Los detectives "Coffin" Ed Johnson y "Grave Digger" Jones son dos "polis duros" curtidos en mil batallas que les han marcado con innumerables cicatrices. En ese Harlem que tan bien conocen son respetados por el temor que despiertan más que por ser policías; incluso han sido acusados de brutalidad policial. Los sobrenombres con los que son conocidos "Coffin" (Ataúd) y "Grave Digger" (Sepulturero) lo dicen todo sobre ellos.
Con una prosa cruda y descarnada Chester Himes nos sumerge en un mundo de pesadilla, claustrofóbico, con personajes que rozan el surrealismo como la Hermana Celestial, antigua prostituta que, tras la apariencia de una excéntrica curandera, se dedica al tráfico de drogas; o Pinky, un negro albino, grandote y un poco simple, drogadicto y delincuente habitual. Seguimos a los detectives en sus pesquisas por este submundo criminal, revolucionado por la existencia de algo de mucho valor, que nadie sabe exactamente en qué consiste pero que todos persiguen.
Chester Himes consigue mantenernos en vilo hasta el
sorprendente final.
Empieza el calor es una excelente y
emocionante novela negra de lectura más que recomendable para los
amantes del género. ¡No se la pierdan!
Jaci Alía Arreche
Manuel Márquez
Novela doblemente negra (por
su temática, y por el color de la piel de los personajes que por
ella transitan), Empieza el calor es una excelente muestra de las
indudables dotes de ese curioso personaje que fue Chester Himes
para contar unas historias y retratar unos ambientes en los que
sordidez y violencia se hacen tan connaturales como el aire que se
supone que respiran unos personajes que, si de alguna manera
hubiéramos de calificar, nos pondrían en una tesitura bastante
complicada, tal es el punto estrambótico que de ellos se
desprende.
Una prosa ácida, cortante y efectista, sin más concesiones a
lo escatológico que las que su propio "guión" impone, se convierte
en el instrumento del que Himes se sirve para desarrollar una trama
detectivesca tan endiabladamente enrevesada en su despliegue como
brillantemente resuelta en su desenlace: sin necesidad de recurrir
a estructuras narrativas de mayor audacia, el narrar de Himes se
atiene a un desarrollo lineal, pero el respeto a la convención más
clásica no priva a la misma de una eficacia muy
alta.
Obvio es decir cuánta importancia tiene en el relato el
cuadro de personajes: en primer lugar, dos protagonistas centrales,
puntales de la serie, Sepulturero Jones y Ataúd Johnson, dos
policías negros, duros, incorruptibles e inseparables, cuya cierta
propensión al exceso y al movimiento continuo y sutil a ambos lados
de esa delgada línea que separa la ley de sus aledaños, los
convierte en prototipos del héroe policial que constituye sustento
básico del género negro. Y, a su alrededor, toda una pléyade de
personajes casi fantasmagóricos, pobladores de un submundo
(magníficamente descrito desde todas las perspectivas sensoriales:
fino pincel, en ese aspecto, el del autor) en el que mugre, sexo,
droga, violencia y ambición terminan por teñir (a unos más, a otros
menos) a todo aquél que por él pulula.
En definitiva, un fresco tan rico como truculento de un
espacio y una época (los barrios negros del Nueva York de los años
cincuenta del pasado siglo) que, aunque tan lejanos nos puedan
resultar, en el tiempo y en la distancia, nos llegan vívidos y
palpitantes, para solaz y disfrute de cuántos gozamos con la
inmersión en esas historias bizarras y ambiguas. Tan fuertes como
la propia cruda y dura realidad. ¿O es que cualquier informativo
televisivo nos ofrece, a diario, un cuadro algo más amable de la
condición humana?
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Comentario de los lectores:
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