Anika entre libros

pequeño, grande

Ficha realizada por: Patricia Rubiera
pequeño, grande

Título: pequeño, grande
Título Original: (little, big 1980)
Autor: John Crowley
Editorial: La Factoría de Ideas


Copyright: © John Crowley, 1980
© La Factoría de Ideas, 2011
Traducción de Rebeca Ruedas Salaices
1ª Edición, Noviembre 2011
Premio World Fantasy ISBN: 9788498007237
Etiquetas: autores dimensiones dimensiones paralelas elfos escritores estadounidenses fantasía fantástico gnomos hadas hechiceros literatura americana literatura estadounidense literatura norteamericana magia magos mundos paralelos norteamerica

Argumento:


Esta es la historia de la familia Drinkwater y de lo que los aconteció durante los años que estuvieron en el mundo visible. Es también la historia de los prodigios que pudieron contemplar y de cómo nos quisieron enseñar a verlos con nuestros propios ojos, y es el relato de Smoky Barnable, un chico triste y prácticamente invisible que perdió el anonimato el día en que Alice Drinkwater le hizo visible para el mundo enamorándose de él.

Opinión:


Pocas veces nos paramos a mirar con detenimiento aquello que nos rodea, generalmente nos limitamos simplemente a ver sin observar, dejando que sólo una mínima parte de las maravillas que nos rodean se rebelen ante nosotros. Supongo que es por eso que la mayoría de los mortales seríamos incapaces de encontrar Edgewood y contemplar el universo maravilloso que se esconde tras sus paredes y se extiende a los confines del universo.
 
Pequeño, Grande” es una obra maestra de la literatura fantástica, la novela que redefine el género con sutileza e inteligencia porque, sin dar un papel muy extenso a las criaturas mágicas, cada página del libro está impregnada de ese polvo de hadas que puede hacerte volar si crees en su existencia. Crowley firma una magnífica historia que tiene muchos datos en común con la excelente obra de Gabriel García Márquez “Cien años de soledad”, hasta el punto de poder afirmar que los Drinkwater son, en cierto sentido, los Buendía de la literatura fantástica; aunque sin duda el nexo más acusado  entre ambas novelas sea el realismo mágico, esa concepción de un universo mundano al que se le dan unas pinceladas de magia llegando a crear un mundo paralelo, el microcosmos al que hace referencia el título de la historia que nos ocupa: un pequeño mundo, dentro de uno grande. Ese título que se convierte en la primera metáfora de esta extensa novela que se degusta de principio a fin como un delicado manjar pese a la complejidad que la rodea: complejo es el mágico mundo de Elementales que rodean la prodigiosa Edgewood, complejos son los lazos familiares que los Drinkwater han ido creando a lo largo de los años, compleja es la simplicidad que parecen poseer todos los personajes, y complejo es crear una mundo extraordinario sin llegar a convertirlo en un cuento de hadas clásico.

La introducción del elemento fantástico en este caso es paulatina y sutil, es esa duda que todo ser humano tiene cuando va creciendo, por una parte el saber si aquel hecho fascinante que recordamos es sólo fruto de la imaginación infantil, o por el contrario sucedió realmente aunque lo recordemos entre las brumas de lo que parece ser un sueño muy lejano, y por otra la incertidumbre al pensar que hay algo que se nos escapa, algo que parece ser percibido por el rabillo de nuestro ojo pero que no puede ser tangible. Esta característica, este “Ver para creer” que Crowley introduce en la historia poco a poco, se convierte en el motor interno de la misma hasta que estamos sumergidos en un universo fascinante en el que todo es posible y todos estamos abocados a un Destino no necesariamente grandilocuente porque, una vez más, una pequeña acción puede traer grandes consecuencias, así que el predeterminismo no es lo que rige nuestro fin, somos nosotros mismos una vez que nos quitamos la venda de los ojos.
 
Para conseguir transmitir todo el peso de la novela el autor crea a Smoky, que en realidad es todos y cada uno de nosotros, el ser gris, normal, racional, que termina aceptando la realidad al darse cuenta de que no hay una sola, hay varias o, por el contrario, ninguna y cada uno nos creamos la nuestra propia, o decidimos vivir en aquella que perciben las personas que amamos. Esa otra realidad, la mundana, crece paralela en la historia, vemos como Nueva York se transforma ante nuestros ojos a lo largo del siglo pasado pero, por obra y gracia de esos diminutos seres y los humanos que los rodean, la percibimos atemporal, casi irreal, un mundo en el que los teosofistas tienen mucho que decir con sus logias, sus intrigas y sus misterios, con ciertos toques Dickensianos. Una Nueva York que pasa por las cuatro estaciones: desde el esplendor primaveral, hasta aquel famoso invierno de nuestro descontento en el que los hechos alcanzan su punto álgido,todos los puntos confluyen y donde Edgewood recupera toda su magnificencia para señalarlos con el dedo mientras nos dice que nosotros, al igual que muchos de sus protagonistas, no supimos ver lo que siempre estuvo ante nuestros ojos.
 
Acompaña a esta riqueza argumental una excelentísima prosa, elegante, inteligente, pedante en ocasiones, llena de metáforas preciosistas y de descripciones lánguidas sin ser aburridas; una prosa que se adapta como un guante a cada personaje y a cada estación que azota los muros de Edgewood, con notables influencias de Lewis Carroll y del “Peter Pan” de J. M. Barrie, con un regustillo a “El Viento en los sauces” de Grahame muy agradable, la argamasa perfecta para una historia que esconde una fábula para los adultos que siguen encerrando un niño dentro.
 
Pequeño, Grande” eleva a los altares el género fantástico, dignificando una temática que ha sido devorada por su propia fama y en el que, muchas veces, el fondo pesa más que la forma, nos regala un lugar fabuloso como Edgewood que sigue en pie esperando a que alguien se decida a encontrarlo aunque sea una vez, en un sueño, y en el que no es necesario aplaudir si creemos en las hadas porque, en realidad, quizás existimos porque ellas creen en nosotros.
 
Patricia Rubiera

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