Pasteles de barro

Opinión:

Leerlo justo un año después de su salida, cuando se llevó el Premio de la Novela de Terror Ciudad de Utrera 2014, ha servido para deciros que acaba de ser nominada a otro premio, el Ignotus 2015 como novela corta de terror.

Uno de los personajes dice que les han llevado allí a morir de hambre. Esa es toda la explicación que encontraremos en la novela. No habrá secuestradores que abran la boca para decirnos qué puñetas hacen allí todas esas personas muriendo de hambre, cuál es el fin. Le toca al lector tratar de entenderlo, y no podrá hacerlo, porque es una de esas historias-paradoja que no puede tener explicación. Lo importante, pues, es la situación dramática y horrible que viven, y ese final de impacto que da lugar a que os diga que es una historia-paradoja (dicho sea de paso a mí me gustan estas cosas raras)

Una historia-paradoja es una de esas narraciones que acaban siendo como la serpiente que se muerde la cola, el principio y el final se unen a destiempo y no hay ningún sentido lógico a menos que hayas pegado un salto en el tiempo, en otra dimensión o vete a saber tú qué porque no puedes explicar qué fue antes, el huevo o la gallina. Sé que esto tira para atrás a muchas personas que buscan la lógica en cualquier narración -lo entiendo, quedarte con cara de pasmarote cuando acabas una novela no le mola a todo el mundo-, pero a mí me dura unos segundos y luego me nace la sonrisa. Posiblemente sea porque amo las paradojas. No pueden ser posible, pero están, y "Pasteles de barro" cierra con una (páginas 127 y 133).

Así pues, lo importante aquí es haber sabido transmitir la desesperación por el hambre, por el miedo, por la supervivencia, por la claustrofobia, por la miseria -la que les rodea y la del propio ser humano-, por la pena, por el dolor, por la pérdida. Carlos Martí Mezquita lo hace, si bien podría mejorarse, con bastante acierto. Transmitir lo transmite, lo consigue, aunque le falten tablas. Y también ha sido capaz de arrancarnos una sensación de tristeza al final -coincidente con las páginas antes mencionadas-, un pequeño detalle de un bracito que resbala que nos hace sentir pena, mucha pena. Es el toque final antes del cierre.

Deduzco que la elección de la portada viene dada a raíz de esa ausencia de comida, del hambre, pero a mí me había hecho pensar en otra cosa, me había dado falsas expectativas. Dicho de otra forma, creía que la historia iba por otros derroteros. El título está sacado de una escena que puede leerse en la novela.

Yo creo que si os gusta el terror y las novelas cortas deberíais leerla para ir conociendo a nuevos autores. Ahora mismo a Carlos Martí le avalan el premio y la nominación, quién sabe si más adelante recordáis de inmediato su nombre y su terrible historia de hambre y desesperación. Porque aquí el terror no viene con monstruos -a menos que los hombres sean monstruos-, ni con fantasmas, ni con alienígenas… el terror viene de la mano del encierro y una premisa: morirás de hambre como todos los demás. La tortura a la que son sometidos se amplía en su encierro con otros detalles, y lo más interesante es cómo reaccionan los demás secuestrados, pero todo esto, lo verdaderamente importante de la novela, deberéis leerlo, no esperéis que os lo cuente yo.

Anika Lillo