Nosotros

Opinión:

En 2012, Maeva publicó "No hay más preguntas", de David Nicholls, una entrañable historia que nos mostraba las dificultades de hacerse mayor, de definirse a uno mismo. En esta nueva novela, "Nosotros", hace algo similar, pero de una forma más intimista y personal, a través de un personaje, Douglas, que desgranará su personalidad y la historia de su vida y sus relaciones sin pudor. Con un toque de humor típicamente británico (algo ácido pero acertado), expone la crónica de su vida, de su relación y de su futuro, sin ocultar los malentendidos, sin endulzar el pasado ni malgastar excusas.

Narrada desde el presente y en primera persona, esta historia se inicia en el momento en que el todo parece romperse. Son adultos, han conseguido formar una familia, el hijo va a independizarse porque va a la universidad y parece que ya se ha hecho el trabajo. ¿Y ahora qué? Con una premisa como esta, el autor consigue hacerse y hacernos varias preguntas respecto a las relaciones y a esa edad adulta en la que, supuestamente, sabemos hacer mejor las cosas. Pero, ¿es cierto? ¿Sabemos expresar nuestros sentimientos? ¿Aprendemos de nuestros errores? ¿Somos conscientes de cómo afecta el tiempo y la rutina a nuestra vida personal y amorosa? Por lo que se extrae de la novela, parece ser que no.

Sin embargo, esta no es una simple comedia romántica agridulce. Se trata de una historia con varias capas, pues más allá del examen a la vida personal de los personajes, también hay una exposición de las diferentes sensibilidades que habitan en las personas. Hay quien es más sensible, hay quien es más racional y hay quien prefiere ser más metódico en lugar de fluir con lo que venga. En general, las características de los personajes permiten ver estas diferencias claramente, aunque el autor cae en unos cuantos tópicos al hablar de Douglas. Su personaje es un científico fascinado por su trabajo, pero incapaz de mirar más allá de la razón. Lo hace incapaz de expresar sus emociones, obsesionado con los triunfos académicos y la inteligencia, incapaz de comprender el arte… Es posible que haya científicos cien por cien racionales, pero resulta algo tópico y excesivo que todas las incapacidades emocionales y sensibles estén en una única persona y de forma tan exagerada. Probablemente David Nicholls lo haya hecho para contraponerlo a los personajes de Connie y Albie, más sensibles y más decantados a la expresión artística, pero quizás se haya excedido un poco en su frialdad y en su incomprensión del género humano y sus emociones.

Más allá de esa caída en los tópicos, la contraposición entre razón y sensibilidad, entre ciencia y arte tiene momentos interesantes, como el momento en que Connie insiste en que el arte tiene que hacerle sentir algo, porque de eso se trata. Douglas contesta que lo único que siente es que es idiota porque no sabe qué debe sentir. De esta manera, sutil y certera, parece que Nicholls hace una pequeña crítica al arte, que se ha convertido en muchas ocasiones en algo que se eleva tanto que parece que haya que tener una opinión concreta y que si no se tiene esa, se está equivocado. Quizás esta parte sea un poco tediosa para aquellos que no están interesados en los recorridos por los museos

Pero volvamos a la historia. Ante ese invierno que parece estar a punto de romperlo todo, Douglas y Connie deciden seguir adelante con un viaje que tenían programado con su hijo, Albie, por Europa. Un viaje milimetrado, con la ruta y los hoteles ya escogidos… Pero que acaba siendo un total desastre, pues los hoteles no eran como esperaban y la relación entre los tres es cada vez más tirante y desagradable. Esa certeza, hace que Douglas reflexione sobre sí mismo, sobre su relación con su hijo… Y eso permite al autor hablar de las expectativas paternas, de la incapacidad de algunas personas de comprender que a veces es mejor dejar volar y que el hijo se caiga para volverse a levantar, que atarlo a un árbol para tenerlo controlado y marcarle cada paso a dar.

Mediante esta voz personal e íntima, que salta del presente al pasado y nos muestra un cuadro bastante detallista de lo que ha sido su vida y sus relaciones, realizamos una especie de viaje a la edad adulta. Pero dicho viaje no solo ocurre en el hijo, sino en la pareja, que deberá comprender qué ha ocurrido por el camino para que su matrimonio y ellos mismos se hayan marchitado; qué ha ocurrido para que ellos se hayan olvidado de quiénes son.

Una novela sencilla, amena y con un toque de humor bastante equilibrado que nos permite adentrarnos en el retrato de las relaciones de pareja y en las que se establecen entre padres e hijos.

Inés Macpherson