Noche de tahúres

Opinión:

Esta reedición de la novela de Raúl del Pozo, 25 años después de su primera publicación, confirma la extraordinaria capacidad narrativa de este periodista, curtido en mil batallas y sucesos, para describir la realidad con un enorme talento descriptivo.

Su brillante uso del lenguaje, su magistral recurso a la riqueza de la lengua castellana, se ponen al servicio de la literatura en esta obra que evidencia el enciclopédico conocimiento del autor del mundo del juego, de las timbas, casinos, garitos, apuestas y ese submundo de personajes dominados por las más bajas pasiones.

Esta obra es una buena aproximación narrativa al juego con dinero, porque el autor domina todas las suertes de ese mundo, y muy especialmente como privilegiado testigo de los efectos colaterales de pasiones y destrucciones humanas que a menudo habitan tan desolado universo.

En una novela en el que cohabita ese vicio, esa obsesiva pulsión, o en el mejor de los casos mero y esporádico entretenimiento, con otros fenómenos no demasiado extraños a su lógica existencial, como es la prostitución, las drogas, el alcohol, el engaño e incluso el crimen. Este último sirve de hilo conductor a la trama de esta novela muy negra, pero que afortunadamente no resta ni un ápice de importancia al gran protagonista de esta obra, el juego como centro gravitatorio sobre el que orbitan sucesos y tragedias humanos.

Una auténtica fortuna el rescate de esta novela, porque además de su evidente calidad literaria, precisamente ahora cobra especial significado porque el mundo de las apuestas goza de un inquietante y creciente protagonismo social con la excusa de los masificados espectáculos deportivos.

Es obvio que el juego del dinero, sea a una carta, un número, un resultado deportivo o un luminoso carrusel que se traga las perras, comparte una misma ley, una misma lógica, esa misma que explica cómo el juego llevado al exceso puede ofrecer la más horrorosa versión de la naturaleza humana. Ese que a veces salpica a quien se acerca demasiado, incluso de aquellos que lo persiguen o como mínimo aspiran a controlar, más interesados en sus efectos que en su naturaleza.

Con una descarnada descripción de la trastienda que hace negocio de la miseria humana, que se lucra con las obsesiones y dependencias, que cruza una y otra vez la línea de la razón y la vida, en un inframundo camuflado con moquetas, estridentes luces, sofisticadas maquinitas o seductores cantos comerciales de sirena. Una novela que, probablemente por el azar del destino, ese mismo que desprecian y niegan los jugadores, ahora resulta tan oportuna y conveniente, como interesante para lectores prevenidos que gusten de este género.

Jorge Riet