Naturaleza muerta

Opinión:

Uno de los pasajes más macabros de la época moderna fue la taxidermia aplicada a seres humanos, que, en contraposición al embalsamamiento, socialmente mejor considerado y, sin duda, más considerado con el cuerpo de un finado, consistía en manipular un cadáver a partir de su calavera hasta convertirlo en algo parecido a un muñeco de cera. Una tarea que formaba parte de aquella vocación ilustrada, en la misma línea de los museos y pinacotecas, de mostrar objetos inaccesibles para la mayoría de personas.

Una fiebre cultural recorría las sociedades modernas, obsesionadas con proponer taxonomías que permitieran la clasificación de todo lo que acontecía en la naturaleza, hasta el extremo de cosificar seres vivos para su contemplación por espectadores ávidos y predispuestos a sorprenderse con esa exhibición.

Miquel Molina nos ilustra sobre esa vieja y afortunadamente olvidada costumbre, aportando un ameno recorrido histórico sobre esa cuando menos singular afición. Pero el autor va mucho más allá, ofreciendo un relato minucioso, a la vez que fascinante e incómodo para el lector, del famoso caso del llamado "Negro de Banyoles", ese atroz ejemplo de lo que llama "naturaleza muerta".

Incómodo por el asunto que trata, pero también porque representa un caso singular de polémica política, administrativa, legal, internacional, intelectual, ética, social, cultural e incluso antropológica, que llega hasta un pasado muy reciente.

Porque la ubicación y destino de ese personaje nacido en el 1800 en Sudáfrica ha sido protagonista de formidables contiendas y controversias, que alcanzaron instituciones y personajes de notoria importancia y diversa localización. Como se pregunta el autor de esta obra, esa pieza de museo, ubicado en una vitrina y despojado de los elementos más característicos del ser humano, salvo su piel y rostro, ¿puede considerarse un cadáver? ¿Acaso puede verse como una pieza más de museo? ¿Es un objeto de arte gracias a la obra del artista que "reconstruye un cuerpo humano? Incluso, alguien cuyos órganos internos han sido sustituidos por rastrojos ¿puede considerarse un ser humano muerto con derecho a la sepultura? Preguntas tan inquietantes como intelectualmente atrevidas, que Molina sirve en este libro, que acompañan como un cargado mar de fondo en la averiguación del origen y vicisitudes de tan singular personaje.

Uno de los elementos más interesantes de la obra es que muestra la predisposición humana al conflicto por los asuntos más inesperados e incomprensibles, materializado en esa agitación política y territorial, incluso de carácter municipal, que rodeó el debate sobre el destino final de tan infausto "elemento" museístico.

Una agitación indefectiblemente acompañada por otro asunto no menos controvertido, la responsabilidad moral e histórica de las naciones occidentales que cometieron grandes atrocidades en su aventura colonial, hasta el punto de disecar personas para mostrarlas en museos como si de otra pieza capturada se tratase para su exhibición.

Un libro que se lee como una obra de investigación periodística, a veces con ecos de una novela de intriga, en la que asoman escenas absolutamente surrealistas, que somete al lector a un fascinante viaje en el tiempo y por la geografía para conocer la historia del Negro de Banyoles.

Jorge Riet