musicofilia. relatos de la música y el cerebro

Opinión:

En el prefacio del libro, para ilustrar el misterio de la relación y la importancia entre el ser humano y la música, el autor cita la novela “El fin de la infancia” de Arthur C. Clarke, en la que una raza de alienígenas supercerebrales asisten a un concierto de música en la Tierra. Para estos extraterrestres, que carecen de emoción, el concierto, aunque tiene inventiva, les resulta absurdo, ya que no guarda relación lógica con el mundo: la música no dispone de conceptos, ni de representación, ni elabora proposiciones. Y sin embargo es fundamental para el ser humano. Los alienígenas no la entienden porque carecen de humanidad.

De la misma manera, Oliver Sacks no aborda el libro desde una posición exclusivamente científica, fría y distante. De hecho, si por algo destaca esta obra, y es uno de sus grandes alicientes, es por el carácter humano de estas historias, esa cercanía que supone darle nombres y apellidos a la enfermedad. Porque el autor más que hablar de la enfermedad habla del enfermo, de un enfermo concreto del que nos cuenta su particular historia. Está más interesado en la vivencia humana insólita y personal de los pacientes que en la teoría psicológica. Por momentos, y sin perder erudición ni rigor por ello, Oliver Sacks se acerca a un narrador periodístico o literario, al utilizar recursos como el humor, la anécdota, el detalle o un ritmo ágil que impide que el interés decaiga en ningún momento.

Como suele decirse, la realidad supera a la ficción. De hecho, si muchas de estas historias nos las contaran en una novela, probablemente las acusaríamos de inverosímiles. Y sin embargo, son reales: desde el tipo que se convierte en musicófilo tras ser alcanzado por un rayo, hasta el enfermo de parkinson que sólo es capaz de moverse a ritmo de música, o aquellos que sufren un concierto imaginario en su cabeza las veinticuatro horas del día. O personas que son incapaces de hablar pero interpretan canciones a la perfección. Por no hablar de aquellos cuyo bajo cociente intelectual no les impide ser hipermusicales; o quienes son capaces de aprender decenas de canciones en un idioma que ignoran. La música como motor de partes de nuestro cerebro a las que nadie más puede acceder. Como tratamiento para enfermedades incurables. Como último nexo de unión con la humanidad perdida del enfermo. La música como rasgo diferenciador humano, como se contaba en la novela de Clarke.

Oliver Sacks nos habla no sólo de la compleja y misteriosa relación música-cerebro, sino también y sobre todo de la relación “razón/emoción”, si queréis hemisferio izquierdo contra hemisferio derecho, en suma, de lo que nos hace humanos.

Tanto para los aficionados a la música como para los amantes de las historias humanas, este libro supone una excelente lectura que a nadie dejará indiferente, ni siquiera a los aquejados de amusia.

Jorge Borondo


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