Mira a esa chica

Opinión:

La chica, Miriam Dougan, 17 años, y una experiencia dramática: una mano que le agarra por la cintura; luego otra; tres manos; cuatro; una jauría de manos.

Antes de lo ocurrido: acoso escolar, insultos, risas, humillación, incomprensión; un animalito de circo, un camión de la basura; sin amigas, soledad, invisibilidad; poco atractiva, respeto y autoestima, ¿hola?, ¿qué es eso?; los chicos ni la miran, todo lo contrario, alguien con quien dejar la sensibilidad a un lado; le gusta un chico, mariposas en el estómago; "llora con los finales felices porque sabe que nunca va a experimentar lo mismo"; Tinder, fiestas, alcohol, música, baile. 

Después de lo ocurrido: el hospital, muestras, análisis, medicación; policía, denuncia, declaración; televisión, noticias, reacciones, debates en los que todo el mundo parece sufrir y entender más que nadie, hipocresía, repulsa pública; desgarro del alma, sordidez, vergüenza, asco; culpa, autocastigo, soledad, silencio, nada; miedo, tristeza, lágrimas, ansiedad, insomnio, pastillas para dormir, terapia; de nuevo, la nada; críticas, más humillación si cabe, chismorreos, morbo; disociación del cuerpo, desvanecimiento del mundo, la realidad desdoblada en desenlaces alternativos. 

Un juicio: interrogatorio, declaración, consentimiento expreso, autodefensa, solicitud de auxilio, uso de la fuerza, uso de violencia física; provocación, conversaciones salidas de tono, número de personas, número de veces, resistencia, actitud activa o pasiva; peritos forenses, informes psicológicos, trastorno de estrés postraumático; resolución, sentencia, apelación, libertad provisional, falsos testimonios, diferentes versiones; vuelta a empezar. 

El lector: rabia, asco, indignación, odio, hipocresía, injusticia, dolor, lágrimas, pena, mucha pena. Seamos esas personas que se agrupan y chillan en una manifestación lo que Miriam no se atrevió a gritar, al menos para que a ninguna otra chica le ocurra lo mismo. 

¿Quién es esa chica?, ¿no os recuerda a alguien? Es Miriam Dougan, el nombre ficticio de, quizá, tu amiga, tu compañera de instituto, la hija de tus vecinos, la hija de tus amigos, tu prima, tu sobrina, tu propia hija. Una historia de ficción sin embargo demasiado real y tristemente conocida por TODOS nosotros. Hace poco leí una entrada en Instagram sobre la promoción de este libro que decía: "¿Cuántas agresiones viviremos a lo largo de la vida?, ¿cuál será la peor?, ¿estamos preparados para ello?, ¿deberíamos estarlo?". Por supuesto que nadie debe prepararnos para este tipo de agresiones, tampoco de otras, pero de esta menos porque no deben de existir. No me puedo imaginar tener que preparar a una hija mía de que algo de esto puede sucederle y cómo debe gestionarlo. ¿Estamos locos o qué? Flaco favor hacemos a nuestras niñas si en las redes sociales soltamos este tipo de preguntas para reflexionar. Preparemos a nuestras niñas en la autoestima, en la libertad de vestir, ir, decir lo que quieran y cuando quieran (claro está sin hacer daño a los demás), pero no en cómo superar en el caso de ser agredidas… 

No podemos ponernos una venda en los ojos porque los hechos y las diferentes conversaciones que envuelven la historia es un fiel reflejo de, sí, nuestra sociedad. Ojalá las adolescentes tengan la oportunidad de leer esta historia. Estoy segura de que a más de una podrá ayudarle a concienciarse, reclamar y reconocer determinadas situaciones. Si esta historia puede ayudar, aunque sea a una sola chica, habrá merecido la pena el esfuerzo de su autora, su publicación y el premio otorgado por Tusquets. Poco más se puede decir, solo, leedla. 

No mires a esa chica, sino, escúchala, compréndela, ayúdala, abrázala, defiéndela, acompáñala.

Miriam se hace esta tremenda pregunta: "¿Seré capaz de sobrellevar esta carga toda mi vida?" Te lo debes, la sociedad te lo debe. Os lo debemos.

Afortunadamente, tras mucho tiempo, la llamada a la vida.

Belén Flores