Los ilusionistas

Opinión:

Con "Los ilusionistas", Marcos Giralt Torrente consolida su lugar como una de las voces más lúcidas e incisivas de la narrativa autobiográfica contemporánea. Después de haber frecuentado los senderos de la ficción con excelentes resultados (pienso en la belleza de su "París" y los excelentes relatos recogidos en "El final del amor" y en "Mudar de piel"), el autor regresa al sustrato que había alimentado a su novela más aplaudida, "Tiempo de vida" (que, no en vano, fue galardonada con el Premio Nacional de Narrativa y con el Premio Strega Europeo). Igual que aquella, esta nueva obra se adentra en el territorio movedizo de la memoria familiar para ensayar una imposible pero necesaria autopsia emocional. Ahora, lejos de los fuegos artificiales del morbo o la confesión impúdica, el autor articula una meditación honda y contenida sobre la transmisión afectiva, la herencia emocional y el incierto mapa de causas que configuran a un individuo.

El foco de la investigación -porque más que una novela, "Los ilusionistas" es una indagación narrativa- es la familia materna del autor, y en particular sus abuelos Gonzalo Torrente Ballester y Josefina Malvido, así como los cuatro hijos que tuvieron. A través de correspondencia familiar (parafraseada con finura), así como documentos de archivo y un uso elegante de la elipsis, Giralt Torrente reconstruye un pasado tan elusivo como determinante, en el que el desclasamiento y la desatención paterna marcan de forma indeleble a los suyos. Uno de los mayores aciertos de la obra reside en el retrato del abuelo, figura totémica de la literatura española contemporánea, pero aquí presentada sin indulgencias: un hombre ambicioso, pasional, egoísta, capaz de eclipsar a los suyos con el brillo de su talento y su impulso de fuga permanente. Lejos de desmontar su figura con recelos, el autor la enfrenta con una lucidez sin rencor, en tanto que señala tanto su altura intelectual como sus carencias afectivas. Igual de compleja resulta la evocación de su tío Gonzalo Torrente Malvido, personaje trágico y fascinante, cuya vida transcurre entre la literatura, la bohemia y el delito y que, como ha demostrado la reciente biográfica que le ha escrito Munir Hachemi ("Arqueología del fracaso", en Zut Ediciones), acabó convertido en la más clara imagen del escritor maldito, decadente y venido a menos.

Pero quizá el verdadero corazón del libro sea la figura de la madre, María Luisa, narrada con una ternura que nunca cae en el sentimentalismo. Su capacidad de encontrar sentido en la narración y sostener a los suyos en medio del derrumbe la convierte en la verdadera artífice de sentido en un mundo marcado por la dispersión y la falta de asideros. En este punto, "Los ilusionistas" se transforma en algo más que una genealogía: es una meditación sobre el poder de la escritura para ordenar el caos, para comprender sin justificar y, sobre todo, para resistir sin condenar. La prosa de Giralt Torrente -densa, elegante, cargada de precisión emocional e intelectual- consigue el difícil equilibrio entre el análisis frío y la conmoción.

En definitiva, "Los ilusionistas" se erige como una obra que trasciende la mera evocación personal para convertirse en una poderosa reflexión sobre la fragilidad de los vínculos familiares, el peso de la herencia y la capacidad de reconstrucción a través del recuerdo y la escritura.

*Publicada por Anagrama.

Darío Luque