Los dragones del Edén

Opinión:

Carl Sagan (1934-1996) necesita poca presentación, pues se trata de uno de los divulgadores de ciencia más populares de la historia, junto con Isaac Asimov. Ambos fueron responsables directos de que el mundo occidental conociera más y mejor el cosmos, y de que más de una generación perdiera el miedo a lo científico y reconociera que hay mucho que uno pueda aprender sin ser especialista en la materia. La popular serie Cosmos pudo ser su obra más difundida y popular.

Sus libros son inextinguibles, eternos, por eso es comprensible que más de veinte años después de su muerte todavía haya interés editorial en su legado. Crítica nos pone ahora en librería "Los dragones del Edén", ocasión en la que este astrónomo abandona el espacio y se centra en el conocimiento de nosotros mismos, de manera concreta en la evolución de nuestro intelecto, y las distintas fases por las que ha pasado nuestra mente a nivel evolutivo hasta llegar a lo que es actualmente.

Para presentar la obra en toda su repercusión, basta recordar que en su momento (1977) fue galardonada con el prestigioso premio Pulitzer. El tiempo no ha pasado por ella, y se lee con todo interés y frescura. Los nombres de algunos de los capítulos pueden darnos una idea bastante directa de lo que encontramos en el volumen: Genes y cerebros, El Edén como metáfora. La evolución del hombre, La evolución futura del cerebro. Todos se disfrutan, pero a mí me ha interesado especialmente la explicación bien medida y plenamente divulgativa de la manera en que las distintas fases de la evolución de nuestra especie provocaban una superposición de estructuras mentales en nuestro cerebro, desde el punto de vista fisiológico y funcional. También hay un apartado que me despertó mucha curiosidad, el último de ellos, dedicado a especular sobre una posible inteligencia extraterrestre, que vuelve a estar de moda ahora que tanto se habla sobre la posibilidad de encontrar vida en otros planetas. Una de las ideas que aparece de manera constante en el libro, y que aún no tenemos suficientemente aceptada, es que probablemente llevamos toda una vida subestimando la inteligencia verdadera de los animales, algo que los etólogos nos reclaman desde hace mucho tiempo.

La pregunta que algunos se hacen en torno a libros como este, sobre si pueden estar o no plenamente actualizados (al tratarse de una obra de 1977), me parece estéril. Aunque obviamente hay centenares de publicaciones y revelaciones posteriores, el valor de la pieza como antesala del conocimiento sobre este tema se mantiene intacto. Eso sí: los lectores deben tener en cuenta que lo ahora editado es una nueva presentación de lo que ya estuviera en circulación en 1993 en la misma editorial, y que incluso conoció una tirada en aquella mítica biblioteca de divulgación científica de RBA.

Como todos los buenos divulgadores, Carl Sagan sabe que la base de un texto verdaderamente difusor de conocimiento es el apoyo constante de ejemplos, analogías, comparaciones, ilustraciones, para que el lector se encuentre siempre acompañado. "Los dragones del Edén" es una fiesta al respecto, de modo que es una apuesta segura para quien quiera saber más sobre la evolución de nuestro cerebro, y las peculiaridades del mismo como consecuencia de ese viaje milenario.

Rafael Ruiz Pleguezuelos