Lo que aprendemos de los gatos

Opinión:

Cuando los felinos nos dejan espacio en sus vidas, es un viaje sin retorno y Paloma lo sabe perfectamente. Sus evocaciones sobre Tris-Tras nos confirman esa sensación: cada recuerdo, cada huella dejada por ella, es perpetuada desde la nostalgia, con una dulzura que nos hace pensar en que ese amor incondicional que nos brindan los animales no es una fantasía alucinada de los que abogan por sus derechos constantemente, es una realidad palpable.

A lo largo del ensayo Paloma acaricia el "suave bosque de seda" que es la tripilla de Tris-Tras, y nosotros con ella, empapándonos de su memoria, de la estela dejada a su paso en la vida de la autora. Pelitos que se convierten en embajadores de la gatita allí donde Paloma va, marcaje de territorio con sus morritos en cada esquina de la casa, sus juguetes, sus escasas pertenencias que se convierten en un largo listado que parece no acabar… Como el recuerdo y la añoranza que emana de cada una de las palabras de Paloma.

Porque lo inadvertido se vuelve presencia en cuanto asumimos que existe, de esta forma se establece un diálogo entre la autora y sus felinos: en el primer caso desde la ausencia, en el segundo, desde su arrolladora presencia, hablan los gatos a través de ella, analizan al humano que les ha tocado en suerte e incluso elucubran enfermedades propias de éstos que los hacen diferentes y más limitados que ellos, pequeños dioses peludos, que están en nuestras vidas porque lo han decidido así, como relata la historia que inserta la autora en su escrito..

Así Tris y Tras, ese ying y yang felino, aparecen en la vida de la autora para observar y ser observada, porque los gatos son curiosos, incluso dicen, que mueren por ello. Pero nosotros más, nos pierde mirarlos ir y venir en su búsqueda incansable de sensaciones y texturas a analizar, cual expertos astronautas recién aparcados en un nuevo planeta: sus bigotitos se mueven al son del registro de aquello que van olisqueando, porque es el delicado ingenio con que Madre Natura les dotó para cumplir esa función de "olisqueador oficial" y andar de aquí para allá mientras nosotros, sus incautos cautivos, nos dejamos hacer. 

Incluso cuando juegan, lavan, comen o duermen, que son las actividades básicas de un minino de buen ver, todo es un aprendizaje para el humano que cae en sus zarpitas, aprendizaje de eso que nosotros llamamos "presente", en este "aquí y ahora" que nos cuesta dejar fluir, pero que para ellos es lo usual, fluir, vivir el instante, sin aplicar el modelo razonable, sin pensar en nada más que en el chispazo constante que es la vida.

Porque los gatos lo saben, flexibles de cuerpo y alma, se balancean por el delicado equilibrio entre el ser y el estar, filósofos felinos son, qué duda cabe!

Y nosotros, como aplicados discípulos vamos aprendiendo de ellos, quieras o no, porque dicen que su mirada hechiza o que su ronroneo sana, porque odiados o amados, es una especie única, libre, curiosa y cautivadora. ¡Y ellos lo saben! 

Carol Inabé Barba