Las Turquesas Mágicas

Opinión:

Es el relato histórico de los antepasados no muy lejanos (sólo dos generaciones) de la autora durante seis dramáticas décadas del siglo XX que nos llevará por Grecia, Egipto, Francia y Siria y que la sirven para rendir un homenaje personal a tantas familias judías cuyas vidas se vieron expoliadas, humilladas, asesinadas, y, empujadas en el mejor de los casos, al exilio durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial. Si bien estamos más familiarizados con el fatal destino de las comunidades judías de Europa Central, en este caso sabemos del drama de los judíos en Salónica (Grecia) y de aquellos asentados en los países árabes del Medio Oriente y Norte de África.

La historia comienza con la formación de la familia Benveniste, originaria de Grecia, concretamente en la ciudad de Salónica. Una amplia saga de 8 descendientes que llega hasta nuestros días, con la autora como descendiente en 2ª generación. A partir de aquí asistimos al relato de la historia de vida del clan familiar, y más extensamente, de 3 de los descendientes, aquellos que, en su huida hacia tierras más hospitalarias, lograron escapar de la deportación y exterminio que deparaba al resto tras la invasión de Salónica por los alemanes en 1941. El resto no tuvo la misma suerte. Un acogedor relato más sobre el antisemitismo que arrastró consigo la ocupación nazi, los saqueos, la hambruna, el miedo de sentirse perseguidos y todo el odio atizado por los alemanes.

La novela se divide en 3 libros: El libro I se centra en el comienzo del clan familiar y el exilio a París del hijo menor del clan en rebeldía por el antisemitismo cada vez más imperante en Salónica y su participación con la resistencia, el desembarco de Normandía y los acontecimientos ocurridos allá.

El libro II es la historia de Estrella (también llamada Stella), 3ª hija del clan tras su matrimonio y su exilio a tierras de Egipto, concretamente a Alejandría, donde allá por la década de los años 30 el fuerte nacionalismo árabe se convertirá en acérrimo enemigo de las minorías no musulmanas, particularmente, la judía. Aun así, logran sobrevivir hasta que se establece el fin de la guerra. Narra la descripción de su periplo en esas tierras, la creación de su propia familia con su hijo José, ya padre de la autora, con episodios muy agradables, especialmente durante los tiempos de "bonanza".

Y el libro III y último, prosigue con la vida de Maurice (el hijo menor del clan) y París desde 1946; y el nuevo éxodo ante la corriente antisemita que, hacia 1956, se desata en Egipto por la derrota que los árabes sufren en Palestina, de la familia de José, ya casado con Raquel, y padres de nuestra autora, desde Alejandría hasta Italia en una primera y corta etapa, y posteriormente a Venezuela, donde parece que, por fin, llegan a una tierra amiga donde su suerte comenzará a cambiar, no sin dificultades. En esta etapa es cuando conocemos la infancia y juventud de la autora. Sin embargo, según los protagonistas vivos se acercan a la vejez, vuelven a plantearse regresar a su tierra, a evocar los momentos felices de su infancia, y marchan a Tel Aviv, la "tierra prometida", a construir un futuro que les permita alcanzar la paz espiritual, donde, ya por algunos supervivientes saben que los judíos han podido encontrar su lugar.

Siendo imposible narrar la vida de tres generaciones en estas líneas, sí comentaré la belleza de las descripciones que la autora incluye de las tradiciones familiares de esta gran saga familiar con la matriarca Bienvenida Benveniste a la cabeza, y que cada uno de sus miembros irán manteniendo en sus futuras generaciones con ese sentimiento de pertenencia a la tierra, a sus orígenes, teniendo a la familia siempre en su recuerdo y viviendo por y para ese clan, a pesar de no poder estar todos unidos. Muestra de ello es cómo, tras terminar la guerra, José, hijo de Estrella y padre de nuestra autora, va en búsqueda de la suerte que corrieron aquellos que dejaron en Salónica. Y cómo, tras conocerla, sienten que solo les queda proseguir y llevar una vida digna para honrar su memoria para que su herencia vital no se pierda.

Tan importante es para ellos recuperar el pasado en el que estuvo el clan junto que Vera (hija de José), a través de las confidencias de una tía superviviente, se lanza a escribir las memorias de su familia, como un cordón umbilical que une a todos, y con ese sentimiento de que lo que no transmite se pierde hasta que alguien lo destape y le vuelva a dar vida, y esto es de lo que se encarga la autora. Es una exaltación del amor, a la esperanza en todas sus versiones porque, aunque hay episodios dramáticos, el anhelo de los exiliados por encontrar su sitio aun en tierras ajenas y renunciar a su propio pasado y las tradiciones familiares, es más fuerte. (Preciosas las fotografías incluidas al final).

Es una novela muy ágil de leer, un homenaje a las historias de tantas familias judías desarraigadas por la barbarie nazi.

Y qué mejor que finalizar con una cita del libro que refleja el aprendizaje extraído de años y años de esta parte de la historia novelada hasta el infinito en sus diversas versiones: "Las religiones no deben ser puntos de fricción, sino ocasiones de encuentro; no importa a quién se rece, sino cómo y por qué se hace".

Belén Flores