Las reinas del mar

Opinión:

Hay en la prosa de Mauricio Wiesenthal algo que lo emparenta con Thomas Mann, y quizás también con Rainer María Rilke. No es solo una cuestión estilística, sino más bien una visión del mundo, e incluso una postura autorial que no esconde una gran herencia de la tradición cultural europea, especialmente del siglo XIX y de las primeras décadas del siglo XX. Esta visión nostálgica y poética del pasado, presente en las obras de su "Trilogía europea" ("Libro de réquiems", 2004; "El esnobismo de las golondrinas", 2007; "Luz de vísperas", 2008), se hace también patente en las páginas de "Las reinas del mar", última obra del escritor, emparentada con el emblemático ensayo "Orient-Express". De forma similar a lo que proponía en aquel libro, el autor vuelve ahora a deleitarnos con una prosa que mezcla autobiografía ficcional y una elegía, ahora ya no al mítico tren que recorría Europa, sino a los grandes trasatlánticos que surcaron los océanos antes de que los aviones se convirtieran en el medio de transporte más frecuente. Lejos del enciclopedismo en el que podría caer un ensayo sobre estos temas, Wiesenthal se embarca en un viaje literario a través de sus recuerdos, anécdotas y reflexiones, consolidando su posición como un maestro en el arte de evocar tiempos pasados con elegancia y sensibilidad.

Lo cierto es que no resulta nada fácil revelar el contenido de un libro como "Las reinas del mar", pues el discurso del autor oscila entre pasajes memorialísticos y ficcionales, muchos de ellos extraídos de los diarios escritos a bordo de diversos transatlánticos entre los años sesenta y finales de los ochenta. Otros pasajes parecen más propios de una novela de E.M. Forster, en especial aquellos que nos cuentan la historia novelada del romance entre el autor y su esposa, aquí evocada bajo el exótico nombre de Sarah Melbourne. Este personaje femenino, de ambientación claramente aristocrática, nos lleva desde Londres hasta la India, donde se esconde una finca familiar en la que el autor hallará los diarios del comodoro Edward C. Melbourne, que había navegado en el Carpathia, el barco que recogió a los supervivientes del Titanic. De igual manera, otros pasajes de carácter metanarrativo sitúan en el diálogo entre Wiesenthal y Sarah el origen del propio libro, revelando así el proceso creativo y su maduración a lo largo del tiempo. Entre los diarios del comodoro Melbourne y los del propio Wiesenthal, en este palimpsesto de memorias ficticias, cobran relevancia las descripciones -casi diría recreaciones- que se nos forecen de algunos de los barcos más famosos, como el Queen Mary, el Andrea Doria, el Normandie, el Britannic y el Olympic, entre muchos otros, a menudo frecuentados por grandes escritores, por aristócratas y por estrellas del cine.

Como en sus anteriores libros, Mauricio Wiesenthal hilvana un relato personal y erudito, de ambientación muy elitista, por medio de una prosa tan elegante como ese pasado al que nos invita desde su escritura. De esta forma, "Las reinas del mar" constituye un glorioso testamento para una vida aventurera y nómada; y representa también la confesión de un amor sincero al mar, a la libertad y al conocimiento, así como a un glorioso pasado que la modernidad no puede ignorar. Así pues, no puedo más que recomendar este libro, que aspira a convertirse -como el resto de sus ensayos- en una auténtica joya bibliográfica, de lectura imprescindible para todo erudito de corazón nostálgico.

Darío Luque