La trastienda de la ciencia

Opinión:

Que el mundo de la ciencia es un tanto complejo no es ningún secreto. Pero uno no llega a ser consciente de toda la complicación y de todas las ramificaciones de esa otra cara de la ciencia hasta que lee un libro como "La trastienda de la ciencia". Y es que te quedas anonadado cuando sabes que muchos científicos viven en la precariedad durante muchísimo tiempo mientras que otros se enriquecen a base de ganar premios por realizar trabajos más "populares". Unos premios que también tienen sus claroscuros y pecan de una parcialidad y una falta de transparencia inaceptable en muchos casos.

También entiendes la frustración de muchos científicos frente al gran negocio de las editoriales científicas, de las que depende en gran parte su prestigio y sus posibles promociones, pero cuyos criterios están lejos de ser del todo buenos, sino que se basan muchas veces en motivos editoriales y no científicos para decidir qué publicar. Por no hablar de que validan los artículos (a veces muy mal) mediante revisión de pares sin pagar a los revisores, pero luego cobran cantidades astronómicas por acceder a los artículos que les pertenecen de por vida.

Otro tema que se menciona es el de los enemigos de la ciencia, como los negacionistas o los ofendiditos que cada vez más impregnan las universidades e instituciones, haciendo que no se pueda publicar o hablar de ciertos temas sin levantar suspicacias o incluso arriesgarte a arruinar tu carrera. Aunque también hay enemigos internos, investigadores que sabotean a sus colegas por envidia o por tener la mente cerrada, aquellos que pretenden que el sistema sea inmutable...

En definitiva, Miguel Ángel Sabadell habla sin tapujos de todo lo que ocurre de puertas adentro, muchas veces en perjuicio de los propios científicos, sin olvidarse de los olvidados que fueron más que necesarios para realizar grandes descubrimientos, de los temas éticos y de la controvertida relación entre ciencia y religión.

Es por ello un libro muy interesante que te hace comprender mejor ese mundillo tan hermético como fascinante, pero sin idealizarlo.

Déborah F. Muñoz