La república

Opinión:

"La república" se abre con una cita de la obra de Don DeLillo "Ruido de fondo", y cuando uno ha leído una veintena de páginas se da cuenta de que la referencia al autor norteamericano no es ni mucho menos casual. La conexión es evidente en forma y contenido: uno conoce pronto que los protagonistas de "La república" trabajan el campo de los estudios hitlerianos, igual que el protagonista de "Ruido de fondo". Joost de Vries tiene contraída una deuda importante con Don DeLillo y su compatriota y amigo Paul Auster, especialmente en su aspiración a otorgar un tratamiento de misterio a los fenómenos sociales y políticos estrictamente contemporáneos.

Como Auster, a Joost de Vries parece gustarle jugar con la identidad, falsa o real, y la confusión que generan los juegos que se realicen con ella. Leyendo "La república" no cesaba de encontrar paralelismos con la técnica de construcción empleada por Auster en esa joya de la novela contemporánea que es "El libro de las ilusiones".

De Vries demuestra saber combinar bien la novela de campus con la de espías, y uno disfruta ambas vertientes de "La república". Además demuestra que conoce la materia de la que habla, de manera que las numerosas referencias culturales del texto (películas, ficción literaria, historiografía…) están siempre bien traídas y resultan enriquecedoras. La trama gira en torno a Friso de Vos, un joven académico que resulta atrapado en un complot por apropiarse del legado de su maestro, un historiador excéntrico que muere en extrañas circunstancias. En un momento de la novela, el protagonista comete el error de suplantar a su mayor rival, De Vries (nótese la similitud entre el nombre del propio autor de la novela y el de los dos protagonistas), lo que precipitará una serie de hechos violentos.

A De Vries le interesa especialmente denunciar cómo la figura de Hitler y el nazismo ejercen una fascinación sobre nuestra sociedad que genera una atención creativa que puede llegar a ser peligrosa, por banalizar el nazismo y acercarlo al nivel de cualquier otro icono popular. La reflexión que puede obtener el lector sobre la tremenda responsabilidad que recae sobre nosotros cuando manejamos nuestro pasado reciente es sin duda el material de más valor que aporta la novela. No ocultaré que hay momentos de la narración en los que el texto tiene un desarrollo algo confuso, y que podría haber ofrecido un final más conclusivo y ocurrente. Existen largos tramos de la novela en los que Joost de Vries no parece haber ajustado adecuadamente los faros de guía que el lector necesita para saber qué está ocurriendo y hacia dónde caminamos. En esos momentos, se necesita algo de paciencia para retomar el hilo y que la comprensión retorne, pero la espera suele merecer la pena.

Rafael Ruiz Pleguezuelos