La piel del lagarto

Opinión:

En esta sociedad líquida en la que el relato vence a la realidad, es tarea ingrata rastrear la certeza, el amor, la vida, como se evidencia en esta piel del lagarto, que confirma lo mudable y frágil de las apariencias frente a la firme insistencia de la personalidad, la memoria, las debilidades, los anhelos, las dudas y la dudosa expectativa de un futuro atrapado en una inercia que aleja la promesa de novedad o cambio.

Un brillante viaje a la memoria, a la búsqueda de pistas que ofrezcan alguna guía, algún salvavidas para protegerse de la intemperie donde reina la mentira, donde la duda borbotea, donde la identidad resbala y el propósito flaquea, con la huidiza frontera que distingue la persona, su imagen y su contexto, que invita a un pasado a precipitarse sobre el presente como una sutil palanca que ampare el engaño.

Una afortunada y estimulante propuesta literaria, que nos invita a observar cómo, el ya olvidado temblor de la falsificación, cede su protagonismo a su invencible banalidad comercial, donde la identidad es subalterna de la veracidad, confirmando así el poder del contexto y su coyuntura sobre la realidad más cruda y cercana.

Esta novela es precisa, con cada momento narrativo perfectamente engarzado en el propósito del relato, con una notable eficacia en la construcción de personajes y ambientes, con un ritmo perfecto, que a cada párrafo despierta el hambre del siguiente, liberado de la servidumbre de los habituales atajos literarios en forma de sobresaltos o situaciones extremas, salvo un sorpresivo hecho al final del relato que en realidad no se necesitaba como recurso narrativo, porque la historia tiene tanta fuerza que podía prescindir del mismo.

Da en la diana el autor cuando ajusta perfectamente el argumento de la trama con el sucesivo devenir de situaciones, que se acompañan en una perfecta armonía, que nos mete de lleno en las contradicciones de un artista enfrentado a una realidad que le sigue causando perplejidad, incluso rabia, a pesar de su fatigada distancia con la vida.

Uno de los grandes atractivos de esta novela es que esa rabia posteriormente diluida en sentimientos encontrados, se levanta sobre un apasionante debate que enfrenta la persecución de la perfección en la imitación de la realidad, con una abstracción que anhela trascender la apariencia para reconocer su esencia. Un debate que, a fin de cuentas, propone un violento juego de percepciones de los personajes que trasciende su propia obra creativa, porque confirma los dudosos límites entre su arte y su propia vida.

El anhelo de realidad enfrentado a su interpretación. Precisamente esa sugerente provocación narrativa es una de las principales virtudes literarias de la obra. La disyuntiva entre esencia y apariencia, entre verdad y engaño, entre sentimiento y razón, que empuja a los protagonistas, a sus creaciones, a sus impresiones y actitudes, a su memoria y su presente, a un espacio donde no habitan las certezas, donde solamente mora la confirmación de que la vida sigue su curso a pesar de sus actores.

Es una magnífica novela, inteligente, muy bien escrita, maravillosamente sugerente, que despierta la imaginación, que respeta al lector al eludir el cargante detallismo tan habitual en otras obras, radicalmente innecesario para el interés del relato y la inteligencia de quien lo lee.

Una obra que abre el apetito para futuras lecturas de este autor, que podría comprometerse en próximas obras con un mayor riesgo creativo, porque ha demostrado capacidad suficiente para explorar nuevos caminos.

Una obra absolutamente recomendable, no se la pierdan.

Jorge Riet