La partitura de la reina

Opinión:

Las primeras páginas nos sitúan ante lo que va a ser la biografía novelada de Bárbara de Braganza, reina de España por su matrimonio con Fernando VI; un enlace que, aparte de unir nuestra frontera con Portugal, poco aportó a la historia de nuestro país, aunque, como bien dice el autor, entramos en un terreno tan desconocido como poco documentado en el que se hace patente la falta de interés por su reinado y la necesidad de descubrirlo.

Si en otras obras dedicadas a la monarquía el lector se encuentra con diversos asuntos en común, aquí parece que el tiempo se detiene, como si la espera de los hijos que nunca llegan, fuera lo que determina la calma con la que transcurre todo lo que les rodea; bien reflejada en la inevitable visión de los jardines del Real Sitio de Aranjuez o el río Tajo mientras se lee. Una lectura que se realiza en dos espacios temporales que se mezclan buscando similitudes y dando lugar a que vuele la imaginación.

En Lisboa conoceremos la infancia de la princesa, acercándonos a un periodo en el que aparecen sus primeras dotes para la música así como otras tan importantes como la diplomacia o la estrategia, donde aprende, gracias al ajedrez, que lo más importante es defender al rey; años de preparación que nos llevan hasta el enlace para el que le estaban preparando. Tras atender al protocolo de la boda real y todas las circunstancias que le rodearon viajaremos hacia Sevilla y finalmente a Madrid; ciudades donde habrá de enfrentarse a todos sus detractores, que no fueron pocos, hasta lograr ser reconocida y aceptada.

La voz narrativa pertenece a Bárbara de Braganza, quien reconstruye su pasado a través de las confidencias a sus allegados o de la correspondencia que mantiene con sus padres; por lo que la novela también cuenta con una parte epistolar mediante la que se nos hacen llegar distintos acontecimientos de la época y que atañen directamente a ese juego de intrigas que acostumbra a mantener la monarquía europea. Aunque también son frecuentes las crónicas transmitidas a través de las canciones de Ciego o algún monólogo de carácter teatral; recursos que, además de ser muy propios de la época, sirven para dar forma a la biografía de manera más completa, gracias, entre otras cosas, al detalle costumbrista de la Villa y Corte.

No podía faltar un apetecible recorrido por las calles de Madrid: desde el palacio del Buen Retiro, donde nos detendremos para apreciar su historia, hasta la Puerta de Atocha, atravesando diversos paseos de la capital para finalmente rodear la ciudad por Lavapiés y tomar la carretera que lleva hasta Aranjuez.

Su relación con el cantante Farinelli o el compositor italiano Domenico Scarlatti, su maestro, a quien le pide ayuda para terminar la partitura de una Salve Regina que está componiendo, pone la nota musical de la novela al tiempo que desgrana otros asuntos no menos importantes como la sucesión al trono o determinadas Reformas del Estado constituidas durante su reinado.

Un relato cercano, y sobre todo tranquilo, con el que Luis Antonio Muñoz logra recrear un periodo desconocido pero lleno de ingredientes que atrapa e invita a continuar aprendiendo.

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